David Páramo

Análisis superior

David Páramo

17 Dic, 2014

Competencia bancaria (III)

Ayer informamos en esta columna sobre la creciente necesidad de capitalizarse que tienen los bancos medianos y pequeños no únicamente para cumplir con las férreas disposiciones de la autoridad sino para poder competir.

Es claro que el negocio bancario se está convirtiendo en uno de mayoreo en el cual se requiere la creación de una gran cantidad de sinergias en las cuales se conjunten talento bancario y bolsillos muy profundos.

En este espacio informamos que un ejemplo de los que no quieren soltar el control es Mifel, puesto que Daniel Becker ama decir que es su banco. Que incluso ha rechazado ofertas de fondos de inversión que lo capitalizarían porque no está dispuesto a ceder un ápice del control y/o del prestigio que le representa tener “su banco”.

Este hombre ha fracasado en diversos intentos de alianza a pesar de la necesidad urgente que tiene por capital, puesto que le gana el ego a las decisiones racionales en los negocios. También informamos en este espacio que Mifel había comunicado a la autoridad que tenía un acuerdo con sus accionistas para cumplir con la capitalización.

Prácticamente podemos informarle que se trata de una mentira o, en el menos malo de los casos, de un buen deseo. Los bolsillos de sus accionistas o la disposición de seguir metiendo dinero a este banco, que no ha sido buen negocio, son limitados.

No le extrañe que a principios del año próximo se confirme que nuevamente fracasó y habrá que ver cuánta paciencia más tienen las autoridades ante tanto salivazo.

Pirámide

La familia Torrado, propietaria de Alsea, está construyendo una pirámide que camina directa y abiertamente hacia el fracaso. Lo que ellos llaman su espectacular crecimiento simple y sencillamente no tiene buenos cimientos, puesto que las razones financieras parecerían interesar muy poco y, peor aún, ya comienzan a ser evidentes sus problemas de una operación megalómana en la cual comienzan a perder el control.

Si analiza los resultados de Alsea pueden parecerle muy impresionantes en materia de crecimiento y expansión comercial; sin embargo, como lo demuestra la historia una empresa que pierde el balance y, lo más importante, el piso comienza a cometer errores monumentales.

Uno de los problemas más comunes en organizaciones familiares, como las de los Torrado, es creer que dominan el universo y que los riesgos empresariales a los que están sujetos las compañías a ellos no les afectarán porque son más inteligentes o algo similar.

Sin embargo, al realizar un análisis objetivo y de capacidad queda claro que los directivos de Alsea comienzan a atragantarse de una manera escandalosa y que, antes de que se den cuenta, los graves errores que hoy cometen les alcanzarán. Al tiempo.

Sin UMA

Los senadores de la República simple y sencillamente decidieron no aprobar, vamos ni discutir, la iniciativa del presidente de la República, Enrique Peña Nieto, de crear la Unidad de Medida y Actualización (UMA), que ya había sido votada a favor en la Cámara de Diputados.

Prácticamente todas las fuerzas políticas han decidido guardar silencio puesto que se trata de una iniciativa que, de un modo u otro, resume iniciativas de todos los partidos políticos en el sentido de que el salario mínimo está anclado por tener el carácter equivocado de unidad de cuenta, lo que ha contribuido en que pierda 70% de su poder adquisitivo durante los últimos 30 años.

Sin embargo, hay quienes hacen cuentas políticas y otros, con razón, de carácter económico.

Los primeros dicen que sacar la UMA es dar una medalla al gobierno de Miguel Ángel Mancera y, por añadidura, al Partido de la Revolución Democrática de cara a un año electoral como será el próximo. La opinión pública, dicen, ve a la creación de la UMA como resultado de la presión del jefe de Gobierno, a pesar de que una gran cantidad de personas desde muy diversos ángulos lo han solicitado desde hace ya muchos años.

Sin embargo, parecería que ahí no está toda la respuesta al problema, puesto que hay un carácter económico fundamental.

Primero. El sector de la población que gana el salario mínimo es verdaderamente pequeño.

Segundo. El aumento del mínimo no tiene impacto en los salarios contractuales y mucho menos en el promedio de la masa salarial.

Tercero. La desvinculación del salario mínimo establecido por la Consami y la creación de la UMA, que por lo menos llevaría un año ya que se requiere una gran cantidad de ajustes a las leyes federales y locales (60% de ellas se refieren al salario mínimo como unidad de medida) no es la solución total.

Cuarto. Es necesario, como he señalado en esta columna desde hace ya mucho tiempo que se requiere una verdadera reforma laboral que aumente la productividad y la competitividad de los trabajos.

Que, como ha señalado el gobernador de Banco de México, Agustín Carstens, la verdadera discusión tiene que ver con los salarios reales de todos los participantes de la economía.

Es necesario tener una verdadera reforma laboral que cambie las formas de trabajo obsoletas y que no permiten una mayor productividad.

Un dato que tiene que ver con la productividad es la necesidad de formalizar el empleo. El INEGI informó que durante el año pasado los trabajadores formales fueron más de tres veces más productivos que aquellos que están en la ilegalidad.

Quinto. El quitar el carácter de unidad de cuenta sólo es dar un pequeño paso, muy vistoso desde el punto de vista político, y que resulta totalmente insuficiente considerando las necesidades de aumentar el salario promedio de los trabajadores que ronda siete mil pesos o que el promedio de los afiliados al IMSS.

Parecería que pesaron mucho más las posiciones de aquellos legisladores que buscan hacer las cosas bien y de fondo. No sólo haciendo anuncios pequeños que poco impacto tienen en la realidad nacional.

Sordos

Los voceros de la Comisión Federal de Electricidad han decidido establecer un diálogo de sordos en el cual no responden los cuestionamientos que se hacen y responden vagamente sobre el procedimiento donde, evidentemente, se puede esconder el problema de fondo que ha sido señalado en un par de ocasiones en esta columna. Sea como sea, el señalamiento está hecho y el tiempo se encargará de demostrar quién tiene la razón. Al tiempo.

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