José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

2 Ene, 2015

Cuba II

Mi columna de la semana pasada sobre Cuba provocó la reacción de varios de mis estimables lectores, uno de los cuales ha estado involucrado en la seguridad nacional de Estados Unidos al más alto nivel por décadas, y que conoce de cerca cómo ocurrió la debacle de Bahía de Cochinos, información que incorporo a este texto.

Me comenta mi amigo que la operación para remover a Fidel Castro se planeó con el mayor cuidado e iba a contar con apoyo aéreo y naval, y que el sitio que se eligió para el desembarco era la playa de Ancón, cerca de la ciudad de Trinidad y de la Sierra del Escambray, zona propicia para guarecer operaciones guerrilleras.

Un bombardeo aéreo de la zona detrás de la playa contra los defensores precedería al desembarco, seguido del cañoneo necesario para proteger a los invasores. En caso de estar libre de enemigos el camino a La Habana, la CIA tenía detalladamente planeado un levantamiento civil contra el régimen de Fidel.

Finalmente y en caso de requerirse, habría marinos de EU emplazados en Jamaica listos para apoyar a las fuerzas invasoras. Sin embargo, el presidente electo John F. Kennedy le pidió a su antecesor que le dejara a él la operación contra los comunistas cubanos, lo que aceptó imprudentemente el general Dwight D. Eisenhower.

Kennedy y su equipo, escépticos del plan para eliminar a Castro, cambiaron todo, desembarcaron a los cubanos rebeldes en el lugar equivocado, sin ningún apoyo, y en circunstancias en las que no tenían la menor posibilidad de éxito, como ocurrió.

Otra aclaración que me hace mi entendido lector es que el líder soviético Nikita Khrushchev sólo accedió a retirar los misiles nucleares de Cuba a cambio de que EU hiciera lo mismo con sus propios misiles instalados en Turquía, país que ingresó en 1952 a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, alianza militar que organizó EU para contener las ambiciones de expansión soviética en Europa.

Regresando a México y Cuba después del acceso de Castro al poder, a su régimen le convenía enormemente mantener relaciones al menos con un país latinoamericano y para el nuestro ello representaba una barata póliza de seguro contra la exportación de guerrilla comunista con recursos soviéticos administrados por los cubanos.

La mayor omisión que ello implicó fue que México nunca criticó las violaciones a los derechos humanos que la feroz dictadura castrista le impuso al sufrido pueblo cubano, invocando la Doctrina Estrada que sustenta que ningún país tiene derecho a reconocer o negarse a hacerlo, cuando otro país cambia su régimen de gobierno.

Esta actitud diplomática defensiva, que de hecho equivale a evitar entrometerse en los asuntos domésticos de otras naciones, se adoptó sobre todo para negar a los extranjeros el derecho a opinar sobre lo que ocurría en nuestro territorio.

La inquebrantada relación diplomática de México con Cuba también fue útil para EU, aunque nunca se reconoció explícitamente, pues le otorgaba un medio oblicuo y discreto de mantener contactos indispensables con el gobierno cubano en los más diversos temas que surgen entre países vecinos y que hay que atender por fuerza.

Señalaba yo hace ocho días que la acción unilateral de Obama de reiniciar relaciones con Cuba estaba en entredicho por la sencilla razón de que el Congreso se abrogó la facultad de continuar y profundizar el bloqueo económico contra la isla mediante la adopción de la ley Helms-Burton de 1996, que el presidente Clinton decidió no vetar. Ya veremos qué hace el nuevo Congreso Republicano que iniciará su gestión pronto.

Se ha criticado a Obama por haber otorgado el reconocimiento de su país a los gerontócratas dictadores de Cuba a cambio de nada, lo que pone en un grave aprieto a la gallarda oposición al régimen, pues como lo expresó la valiente disidente Yoani Sánchez al calificar la acción de Obama, “el castrismo ha ganado”.

Si bien era un hecho que el embargo no funcionó para provocar la caída de la dictadura y un cambio de régimen en Cuba, tampoco está claro que reiniciar relaciones diplomáticas, comerciales y turísticas vaya a beneficiar en algo al pueblo cubano, pues el régimen y sus líderes son quienes se llevarán la tajada de león.

Parafraseando a don Porfirio Díaz, ¡pobre Cuba, tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de la libertad y la democracia!

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