¿Qué tanto afecta la geografía en el desempleo?

Los empleos a menudo están ubicados donde las personas más pobres no pueden permitirse vivir
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Durante la década de 2000, el número de vecindarios con índices de pobreza del 40 por ciento o más ascendieron en tres cuartas partes. Foto: Getty
Durante la década de 2000, el número de vecindarios con índices de pobreza del 40 por ciento o más ascendieron en tres cuartas partes. Foto: Getty
En la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un club principalmente de países ricos, casi 45 millones de personas están desempleadas. De ellas, 16 millones han estado buscando trabajo por más de un año.
 
Muchos atribuyen este flagelo al parecer intratable a las habilidades inadecuadas de los trabajadores o a Estados de bienestar excesivamente generosos. Sin embargo, ¿también la geografía podría desempeñar un papel?
 
En un artículo publicado en 1965, John Kain, un economista de la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachusetts, propuso lo que llegó a conocerse como la “hipótesis de la discordancia espacial”.
 
 
Kain había notado que, aunque la tasa de desempleo en Estados Unidos en general estaba por debajo del 5 por ciento, era de 40 por ciento en muchas comunidades urbanas afroamericanas. Sugirió que el alto y persistente desempleo urbano se debe a un alejamiento de los empleos de las zonas marginales, aunado a la incapacidad de quienes vivían ahí a mudarse más cerca de los lugares a donde habían ido los empleos, debido a la discriminación racial en la vivienda. Los patrones también podían discriminar contra quienes provenían de vecindarios “malos”.
 
Como resultado, encontrar trabajo era difícil para muchos residentes de las zonas marginales, especialmente si el transporte público era malo y no tenían un auto.
 
Durante los últimos 50 años, los economistas urbanos han discutido la teoría de Kain. Algunos, como William Julius Wilson, entonces de la Universidad de Chicago, señalaron a la declinación de la manufactura urbana para explicar el significativo aumento en la pobreza en los barrios afroamericanos en las zonas marginales entre 1970 y 1980, en concordancia con la lógica de Kain. 
 
Otros, como Edward Glaeser, otro economista de Harvard, sugieren que la discordancia espacial es exagerada. Ciertamente, podría haber una correlación entre dónde vive la gente y sus posibilidades de conseguir empleo, pero la conexión quizá no sea causal. Las personas quizá vivan en áreas malas porque han sido desdeñadas por los empleadores, ya sea por falta de habilidades o debido a discriminación racial.
 
Hasta recientemente, los economistas no tenían datos adecuados para respaldar sus opiniones. Los estudios usaban datos transeccionales, una instantánea de una economía en un solo momento, lo cual hacía difícil desentrañar la causa y el efecto. ¿Alguien vivía en un área mala porque no podía encontrar empleo, o era difícil que encontrar empleo porque vivía en un área mala?
 
También era difícil saber cuán inaccesible era un empleo en particular. Los investigadores podían calcular la distancia entre las casas y las oportunidades de empleo, pero pasaban apuros para estimar cuánto tiempo tomaría llegar de unas a otras en auto o transporte público. Regularmente, la investigación estaba enturbiadas por muestras pequeñas, a menudo limitadas a una sola ciudad.
 
Un nuevo estudio, publicado por la Oficina Nacional de Investigación Económica, evita estos inconvenientes. Analiza las búsquedas de empleo de casi 250,000 estadounidenses pobres que viven en nueve ciudades del Medio Oeste. Estos lugares contienen reductos de penuria: El desempleo en las zonas marginales de Chicago, por ejemplo, es del doble del promedio para el resto de la ciudad.
 
Incluso más impresionante que el tamaño de la muestra es la riqueza de los datos. Son longitudinales, no transeccionales, y los autores han repetido las observaciones en varios años; en este caso, seis. Eso les ayuda a separar la causa y el efecto.
 
Lo más importante es que el estudio analiza solo a los trabajadores que perdieron sus empleos durante “despidos masivos”, aquellos en los que se despide a por lo menos 30 por ciento de la fuerza laboral de una compañía. Estos significa que es menos probable que la muestra incluya a personas que podrían vivir en una cierta área, y estén buscando trabajo, por razones diferentes a la simple mala suerte.
 
Para cada trabajador, los autores crean un índice de accesibilidad, el cual mide lo lejos que está un solicitante de empleo de los empleos disponibles, ajustado a cuántas personas más es probable que estén compitiendo por ellos. Los autores usan los tiempos de recorrido en horas pico para estimar cuánto tiempo necesitaría un solicitante de empleo para llegar a un empleo en particular.
 
Si existe una discordancia espacial, entonces la accesibilidad debería influir en cuánto tiempo toma encontrar un empleo. Eso es en realidad lo que encontraron los autores. Los empleos a menudo están ubicados donde las personas más pobres no pueden permitirse vivir. 
 
Aquellos en el percentil vigésimo quinto del índice de los autores requieren 7 por ciento más tiempo para encontrar un empleo que reemplace al menos 90 por ciento de sus ingresos anteriores que aquellos en el percentil septuagésimo quinto. Quienes recorrían un camino largo a su empleo anterior encuentran uno nuevo más rápidamente, posiblemente porque están acostumbrados a un trayecto largo.
 
Otros estudios sugieren que los trabajadores quizá estén en el lugar equivocado. Un estudio del Instituto Brookings, un grupo de análisis de inclinación izquierdista, sugiere que la pobreza en Estados Unidos se ha concentrado más durante la última década. Durante la década de 2000, el número de vecindarios con índices de pobreza del 40 por ciento o más ascendieron en tres cuartas partes. 
 
A diferencia de la época de Kain, sin embargo, la pobreza está creciendo más rápidamente en los suburbios, no en las zonas marginales de las ciudades. Los reductos de pobreza concentrada tienden a sufrir de malas escuelas y delincuencia, lo que les hace incluso más difícil escapar.
 
La discordancia espacial no es el único problema estadounidense. Un estudio de Laurent Gobillon del Instituto Nacional Francés de Estudios Demográficos y Harris Selod de la Escuela de Economía de París sugiere que la segregación vecinal evita que los parisinos desempleados encuentren trabajo. 
 
Otro estudio, realizado en Inglaterra, concluye que quienes viven lejos de sus empleos pasan menos tiempo buscando trabajo que quienes viven cerca, presumiblemente porque piensan que tienen poca esperanza de encontrar uno.
 
Todo esto tiene grandes implicaciones estratégicas. Algunos sugieren que los gobiernos deberían alentar a las empresas a establecerse en áreas con alto desempleo. Eso es un desafío: Las empresas que contratan a trabajadores poco calificados a menudo necesitan estar cerca de sus clientes o proveedores.
 
Un mejor enfoque sería ayudar a los trabajadores a mudarse a las áreas con muchos empleos, o al menos trasladarlos a ellas. Eso involucraría eliminar las leyes de urbanismo que desalientan las viviendas más baratas y mejorar el transporte público.
 
El residente típico de una ciudad estadounidense puede llegar a solo 30 por ciento de los empleos en su ciudad durante un recorrido de menos de 90 minutos en transporte público. Eso es una receta para el desempleo.
 
#kgb 

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