Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

20 Ene, 2015

Cuidado, la solución propuesta podría resultar peor que el problema enfrentado

La lectura de la transcripción (99 cuartillas) de lo expresado en la reunión de trabajo sostenida por dos subsecretarios de la Secretaría de Hacienda (este jueves 15) con los integrantes de la Tercera Comisión de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, me hizo recordar un refrán que usted conoce: Que se haga la revolución, en los bueyes de mi compadre.

¿Por qué me vino a la mente dicho refrán, después de leer aquel farragoso documento? Por las intervenciones iniciales de ambos funcionarios y sus respuestas a algo que, para no ser groseros, llamaré preguntas. Sería, además, una pérdida de tiempo comentar las preguntas de los legisladores como las que eufemísticamente llamaré, respuestas de ambos funcionarios.

El resumen de aquella lectura, no es otro que el refrán citado: Que se haga la revolución, en los bueyes de mi compadre.

Por más intentos que hicieron los participantes para volver ininteligible y rebuscado lo que debería ser de una claridad meridiana –tanto en las intervenciones y respuestas de los funcionarios como en las preguntas de los legisladores–, no pudieron impedir que el resumen de lo dicho por unos y otros fuera el refrán, Que se haga la revolución, en los bueyes de mi compadre.

Además, debe señalarse que a excepción de la senadora Dolores Padierna, y quizás de la diputada Aguilar –si dejare ésta para otra ocasión sus elogios fuera de lugar–, y aún cuando no comparto las posiciones de ambas acerca de no pocos temas, hay que reconocerles que hacen la tarea. De los demás, el que no se colocaba de tapete para que ambos funcionarios les pasaran por encima, caía en el peor y más burdo servilismo el cual, poco favor hace al Congreso de la Unión y al partido que representan.

Ahora bien, ¿por qué eso de Que se haga la revolución, en los bueyes de mi compadre? Por la sencilla razón de que no se vio por parte alguna, la menor intención por parte de la dependencia representada por ambos subsecretarios –dado el contenido de sus intervenciones– y menos de parte de los legisladores, de llevar a cabo acciones serias frente a los problemas que, por más intentos que hicieron unos y otros por minimizarlos o simplemente negarlos, ahí están y, todo así lo deja ver, se irán complicando en los próximos meses.

Lo que quedó bien claro pues, fue que el gobierno federal tomará recursos de aquí y de allá, antes que realizar el menor recorte a un gasto público que parece estar sin control el cual, nadie lo acepta pero es ya evidente, carece hoy de sustentabilidad en el tiempo.

Lo que afirmaron ambos funcionarios fue —traducido al buen cristiano lo afirmado, que antes de realizar recorte alguno -¡Dios nos libre! parecían decir—, secarían sin consideración alguna cualquier espacio donde hubiere recursos.

Ante la realidad de nuestras finanzas públicas ­—dada las fuentes que las financian—, ¿es sana dicha política? Pienso que no; por el contrario, proceder de acuerdo con esa estrategia confiscatoria para evitar recortes al gasto  —acción ésta, no solo correcta sino urgente y necesaria–, nos puede generar un problema mayor que el que dizque pretendemos resolver.

La verdad, espero estar equivocado; nada deseo más que las cosas les salgan bien. Sin embargo, lo dudo.

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