Luis Enrique Mercado

Perspectivas

Luis Enrique Mercado

16 Feb, 2015

La opacidad envenena al gobierno

A partir del episodio de los normalistas, el gobierno del presidente Peña Nieto la está pasando mal. Descontento social, ataques feroces vía redes sociales, incredulidad y desconfianza generalizada.

Buena parte de este mal momento se origina en la opacidad con la que el gobierno toma y ejecuta sus decisiones.

Se ha convertido ya en un hábito de este sexenio que se anuncien las generalidades de las decisiones, pero nadie especifique cómo aterrizan en concreto y dónde tienen efectos.

Acaso el mejor ejemplo lo tengamos en el recorte de 124 mil millones de pesos que anunció el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, para hacer frente a la disminución de los ingresos por la caída en los precios del crudo.

La decisión es buena, el paso es acertado, así en general. Pero no sabemos  dónde concretamente se hará el recorte. Nos han dicho que alrededor de 60 mil millones de pesos serán recortes en Petróleos Mexicanos.

Pero no sabemos en qué concretamente. Cuánto en gasto corriente, cuánto en sueldos y salarios, cuánto en proyectos de inversión.

No sabemos dónde y qué, en concreto, se harán los recortes; en qué renglones y cuánto en cada uno de ellos.

Si el gobierno transparentara la forma como se hará el recorte generaría más confianza y ganaría en credibilidad.

En este momento, hasta se puede dudar que el recorte se haga.

Con la misma manía de mantener las decisiones en las penumbras se han hecho los proyectos y las licitaciones de los grandes proyectos de inversión y por eso han fracasado.

Dos veces el del tren rápido México–Querétaro. Uno por la cancelación presidencial debido a la poca claridad de cómo se asignó; otra, por los recortes.

Pero en este mismo episodio está el llamado Ferrocarril Transístmico, del que nada se sabía: ni su costo ni su plazo de construcción. Simplemente nació muerto y, antes de su primer llanto, lo cancelaron.

Esa forma de proceder origina desconfianza hacia la palabra y acciones del gobierno y eso contamina todo su accionar.

Por eso una parte de la opinión pública no ha creído la conclusión de Ayotzinapa; por eso no ha creído la intención gubernamental de investigar el tema de la compra de casas de él y algunos de sus colaboradores.

Lo importante del problema radica en que un gobierno sin credulidad carece de margen de gobernabilidad.

Las reformas que se hicieron al inicio de este régimen sin duda son históricas y serán fundamentales para el futuro del país a mediano y largo plazos.

Pero tan importante como su aprobación en el Congreso es el aterrizaje de dichas reformas y para ello el Ejecutivo necesita toda la confianza y credibilidad de los agentes económicos.

Hoy se duda de la Reforma Educativa luego de las negociaciones en lo oscurito entre el secretario de Gobernación y la CNTE. ¿Qué acordaron? ¿Qué se les dio? No se sabe con certeza.

Y así, episodio tras episodio, decisión tras decisión, la credibilidad y la confianza se están echando por la borda.

El muy largo mal rato que este gobierno está pasando es resultado de la opacidad con que se toman las decisiones y se aplican las medidas.

La opinión pública ya duda hasta de lo que es evidente, por la sola razón de que lo dijo o lo decidió el gobierno.

Este gobierno apenas ha cumplido dos años en el ejercicio del poder y el país no merece un gobierno con márgenes tan estrechos para tomar decisiones.

Alguien, y tiene que ser el Presidente, debe dar un golpe de timón a favor de la transparencia.

Es la única forma en que este régimen puede seguir adelante con la gobernabilidad necesaria para tomar y aterrizar decisiones indispensables para el país.

Hasta el próximo lunes con nuevas… Perspectivas.

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube