“This son of a bitch”

Mucho hemos hablado de cómo la innovación surge con más facilidad en los entornos que están preparados para fomentarla. Como en una empresa: es evidente que las estructuras rígidas no permiten que las ideas fluyan, y la gente se refugia en una zona de confort que es el principal inhibidor de cualquier iniciativa de cambio. Como en un gobierno, en el que las prácticas de corrupción y la burocracia impiden los procesos de mejora y perpetúan las malas prácticas. Como en una sociedad, en la que los atavismos, la falta de cultura y el conservadurismo de sus miembros impiden su propio desarrollo.

Como en el viejo cuento de las cubetas en la frontera entre México y Estados Unidos, que seguramente conoce el lector pero que vale la pena recordar de forma suscinta. En él, se encuentran dos pescadores, uno a cada lado de la frontera, y cada cual con una cubeta llena de cangrejos. La que está del lado estadunidense tiene una tapa encima, incluso con piedras sobre ella. La que está del lado mexicano, en cambio, está completamente al descubierto.

Alguien se acerca y pregunta la diferencia entre una y otra. En realidad no hay ninguna diferencia, le responden. Lo que ocurre es que los cangrejos estadunidenses, cuando alguno quiere salir, se apilan y ayudan a que suba. Por eso hay que mantenerla tapada. Los mexicanos, en cambio, en cuanto alguno trata de subir hacia la salida, lo jalan hacia abajo para que no lo consiga.

Es un chiste, claro, pero un mal chiste. Sin embargo, sirve para representar perfectamente la actitud de una sociedad que no permite que sus miembros destaquen, que no reconoce el triunfo como un valor. Una sociedad que no está dispuesta a cambiar, a desarrollarse, a ser mejor.

En días pasados, Alejandro González Iñárritu ganó el Oscar al mejor director, por su película Birdman. Una propuesta arriesgada, distinta, con una historia original, premiada también, y los elementos necesarios para imponerse sobre otras grandes producciones. Fotografía genial, que valió otra estatuilla, música extraordinaria, y un reparto magnífico. Todo para ganar, como a final de cuentas ocurrió.

En este entorno, dos comentarios sobresalen y le dan un sentido completamente distinto al mero hecho de haber ganado un premio. El primero, de Sean Penn, quien al anunciar al ganador dijo una frase que ha dado la vuelta al mundo: ¿Quién le dio el permiso de trabajo a este “hijo de perra”? El segundo vino de parte del Presidente de la República, quien a través de su cuenta de Twitter felicitó al ganador. “Alejandro González Iñárritu, qué merecido reconocimiento a tu trabajo, entrega y talento. ¡Felicidades! México lo celebra junto contigo”.

Sobre el primero, sobra decir que la reacción fue furibunda. Que si el permiso de trabajo, que si la expresión “hijo de perra”. Una frase totalmente coloquial, pero que además entraña una realidad tremenda: es muy probable que si González no hubiera conseguido el permiso de trabajo y migrado a otro país, aquí siguiera entregado a labores en las que no podría haber desarrollado todo su potencial. Como ha tenido que migrar mucha gente, artistas, empresarios, comunicadores, incluso como lo tuvo que hacer la familia del astronauta José Hernández.

Sobre el segundo, la reacción no fue tan encendida, aunque probablemente debería haberlo sido. Tiene razón el Presidente cuando afirma que es un merecido reconocimiento a su trabajo, entrega y talento. Y sí, México lo celebró junto con él, pero a la distancia. A la distancia de la falta de oportunidades, de la falta de un sistema que permita que los mexicanos nos desarrollemos en nuestra tierra, sin necesidad de migrar a un lugar en el que nuestros amigos nos pregunten quién nos dio el permiso para llegar y hacernos con los galardones. Aunque haya sido en tono de broma.

México no va a cambiar si seguimos enviando a nuestros innovadores a triunfar en otro lado. Lo invito a continuar la conversación a través de Twitter o de mi correo electrónico, donde responderé con gusto a sus preguntas. Innovemos juntos.

vbeltri@duxdiligens.com

Twitter: @vbeltri