José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

27 Feb, 2015

Alianza de Álamos XXII

El fin de semana pasado asistí a la reunión anual de la Alianza de Álamos, como lo vengo haciendo desde hace dos décadas, que congrega a un notable grupo de economistas, académicos y hacedores de políticas públicas que se reúne para discutir los problemas que impiden que las economías de la región crezcan más y mejor.

En esta ocasión se discutió, primero, la Reforma Energética en México ante el nuevo escenario geoeconómico que se presenta en la materia, con Canadá y Estados Unidos —y ojalá muy pronto también nosotros— forjando la gran superpotencia energética mundial en Norteamérica, lo que le otorga notables ventajas competitivas.

En su excelente presentación Luis de la Calle enfatizó la importancia que la reforma haya reclasificado al sector energético como no estratégico, lo que posibilitó que al fin haya competencia en todas las actividades relacionadas con la electricidad y el petróleo, el acceso de inversionistas extranjeros, y que el imperio del derecho que hoy funciona en nuestro país en áreas vinculadas al TLC norteamericano, incluya a estos sectores.

Los participantes expresaron su preocupación por la montaña de regulaciones y obstáculos burocráticos en EU, que ha crecido durante el gobierno de Obama como nunca antes —y está por verse si también en México— y cómo contener tal tendencia, y el positivo impacto que las reformas tendrán sobre los consumidores mexicanos.

Se mencionó que si bien la caída en los precios del petróleo puede desalentar la inversión en algún segmento de la industria petrolera, como la extracción por fracturación hidráulica, la explotación de yacimientos submarinos, entre otros, sigue siendo rentable al nivel actual de precios.

Al preguntar si no se veía con preocupación que ejidatarios asesorados por grupos antisísmicos impidan trabajar nuevos yacimientos en sus terrenos, se mencionó que, a diferencia de la minería, la Reforma Energética ordena compartir con ellos dos por ciento de los ingresos que se generen con los nuevos campos, un incentivo muy importante.

Con el sugerente título Precipicios Fiscales y Estímulos Monetarios: ¿Qué sigue? se discutieron las políticas hiperactivas adoptadas por gobiernos y bancos centrales de casi todos los países para atacar la Gran Recesión iniciada en 2008, con resultados que los integrantes del panel consideraron parciales y potencialmente peligrosos.

Si bien no hubo acuerdo sobre si la política monetaria fue la idónea, sí lo hubo respecto a los peligros que entraña el enorme nivel y crecimiento de la deuda de los países avanzados, el abultado balance de sus bancos centrales, y cómo la liquidez inyectada al sistema no estimuló una mayor demanda al atorarse en los bancos.

El célebre economista Sebastián Edwards presentó su nuevo libro Ayuda tóxica: el colapso económico de Tanzania y su recuperación, en el que arguye el enorme daño causado entre 1961 y 1981 por la ayuda externa, bien intencionada, pero mal ideada, y paradójicamente cómo la ayuda vigilada por el FMI logró darle la vuelta al desastre.

A continuación se discutió El resurgimiento del estatismo y el debate sobre la igualdad, aludiendo al texto de Thomas Piketty, que tanto revuelo causó el año pasado entre la izquierda. El exsenador tejano Phil Gramm aseveró que la libertad no puede sobrevivir una igualdad impuesta por el Estado, y que el libro El capital en el siglo XXI mañosamente eligió cifras de desigualdad sin transferencias e impuestos.

El profesor de la Universidad de Chicago Luigi Zingales aludió a varios elementos que se han combinado para empeorar la distribución de la riqueza: los ingresos de las superestrellas, ya sea en los deportes o el espectáculo, se han disparado respecto a los demás, al tiempo que la globalización y la tecnología permiten acceder desde donde sea al futbol español, por ejemplo, lo que genera más público y sueldos fantásticos.

La productividad del resto del mundo ha alcanzado a la de los países desarrollados presionando salarios hacia abajo en industrias competidoras, pero Zingales piensa que las soluciones de Piketty son las erróneas, y que para atraer a los mejores hay que bajar los impuestos, no subirlos, y asegurar la competencia eliminando trabas.

Por su parte, Edwards observó que la izquierda había santificado a Piketty, pero que el péndulo ideológico detrás de las políticas públicas no se había movido, salvo en pocos casos, y que la batalla se tiene que seguir dando para acelerar el crecimiento de las naciones y combatir la pobreza: Chile pasó de un ingreso por habitante respecto al de EU de 19 por ciento antes de las reformas a 50 por ciento hoy.

La semana próxima terminaré mi muy abreviada reseña.

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