Luis Enrique Mercado

Perspectivas

Luis Enrique Mercado

9 Mar, 2015

México cambia como tortuga

México cumplió ya 33 años de hacer reformas y aún no termina. Esta lentitud para transformarse es lo que ha provocado el bajo crecimiento económico y la decepción de la mayoría de los mexicanos por su propio bienestar y las dudas sobre el futuro.

La mayoría de los países, como España, Irlanda, Chile y algunas otras naciones latinoamericanas que podrían ser el mejor ejemplo, hicieron los cambios y de una vez por todas brincaron a la modernidad.

En los años 70 España era una nación más atrasada y con menor ingreso per cápita que México; de hecho, los mexicanos vivían mejor que los españoles; pero los cambios drásticos, de fondo y completos, que hizo a raíz del final de la dictadura franquista la proyectaron como una nación moderna, donde el ingreso per cápita de sus habitantes subió hasta ponerse a la par de Europa.

Chile dejó la dictadura pinochetista con un nuevo paquete de leyes que cambiaron de golpe sus circunstancias.

Desde entonces, es la economía latinoamericana más dinámica, el país de la región con la democracia más madura, con el mejor ingreso per cápita, con mejores niveles de transparencia y con menor corrupción.

Algunos países latinoamericanos, como Perú y Bolivia, por ejemplo, han transformado su realidad en dos décadas producto de cambios amplios, de fondo, hasta donde eran necesarios.

En México la historia es diferente. Sin duda el país ha avanzado y el ingreso per cápita ha subido.

Pero no es suficiente y todavía faltan transformaciones por hacer. Todavía el ingreso per cápita es bajo: apenas 14 mil dólares anuales.

Los primeros y tímidos cambios se hicieron en el sexenio de Miguel de la Madrid, cuando se planteó deshacerse de empresas paraestatales y que el gobierno dejara de ser empresario; también se pidió el ingreso a lo que hoy es la Organización Internacional de Comercio (entonces se llamaba GATT, por sus siglas en inglés).

Cambios más de fondo se hicieron en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari con privatizaciones de sectores completos de la economía, como la banca, la siderurgia, la aviación, la telefonía y cientos de empresas más, que pasaron a manos del sector privado; desde luego, la firma del Tratado de Libre Comercio de Estados Unidos y, sin duda, la adopción de ideas básicas, como el que la inflación es dañina y que el país debe tener finanzas públicas equilibradas.

Finalizado ese sexenio los cambios se subieron en una tortuga y, desde entonces, todo ha sido lento. Con Ernesto Zedillo el gran cambio fue le reforma al IMSS, que se quedó en reformita y sólo benefició a los trabajadores del sector privado que hoy tienen el más grande cúmulo de ahorro que se ha hecho en la historia de México.

En los dos siguientes sexenios hubo pocos cambios importantes. Acaso el de las pensiones del ISSSTE, en el sexenio de Felipe Calderón, sea el más importante.

Y hasta este sexenio, donde se han aprobado reformas de gran calado, pero incompletas. Todavía no tenemos un sistema fiscal moderno; aún se ejerce el gasto público con poca transparencia y sin rendición de cuentas; todavía ser funcionario público parece ser el mejor camino a la riqueza, sin importar que todavía más de la mitad de los mexicanos esté en pobreza y una cuarta parte en pobreza extrema.

México avanza, pero a paso de tortuga, cuando hay naciones que están corriendo. Han hecho transformaciones completas en lo económico, lo político y lo social y sus resultados parecen milagrosos.

Mientras México no se sacuda la lentitud para hacer cambios —y se dejen de hacer las reformas que son posibles y no las que son deseables— seguiremos navegando en la mediocridad.

Hasta el próximo lunes con nuevas… Perspectivas.

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