Las nuevas herencias de los 'aristócratas' de EU

Los ricos de hoy transfieren cada vez más a sus hijos un activo que no puede ser malgastado en unas cuantas noches en un casino
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Relajar el vínculo entre la cuna y el éxito haría más rico a Estados Unidos. Actualmente se desperdicia demasiado talento. Foto:Getty
Relajar el vínculo entre la cuna y el éxito haría más rico a Estados Unidos. Actualmente se desperdicia demasiado talento. Foto:Getty
CIUDAD DE MÉXICO.- Cuando lo candidatos para la nominación presidencial republicana aparezcan en el escenario para su primer debate en agosto, quizá incluyan a tres contendientes cuyos padres también se postularon para la presidencia. Quienquiera que gane pudiera enfrentar a la esposa de un ex presidente el año próximo.
 
El capital intelectual impulsa a la economía del conocimiento, de manera que quienes tienen mucho más de él reciben una porción más gruesa del pastel. 
 
Es extraño que un país fundado sobre el principio de la hostilidad al estatus heredado sea tan tolerante con las dinastías. Como Estados Unidos nunca tuvo reyes o lores, en ocasiones parece menos inclinado a preocuparse por lo signos de que su élite se está calcificando.
 
Thomas Jefferson trazó una distinción entre una aristocracia natural de los virtuosos y talentosos, que era una bendición para una nación, y una aristocracia artificial basada en la riqueza y la cuna, la cual lentamente la estrangularía. El propio Jefferson era un híbrido de estos dos tipos, un abogado brillante que había heredado 4,450 hectáreas y 135 esclavos de su suegro, pero la distinción resultó duradera.
 
 
Cuando los barones ladrones de finales del siglo XIX y principios del XX acumularon fortunas que causaban envidia a los príncipes europeos, la combinación de su propia filantropía, la extravagancia de sus hijos y las medidas antimonopólicas federales significaron que los estadounidenses nunca descubrieron lo que sería vivir en un país donde la élite podía reproducirse de manera confiable.
 
Ahora, están empezando a descubrirlo, porque los ricos de hoy transfieren cada vez más a sus hijos un activo que no puede ser malgastado en unas cuantas noches en un casino, uno mucho más útil que la riqueza e invulnerable ante el impuesto sobre las herencias: Su cerebro.
 
El capital intelectual impulsa a la economía del conocimiento, de manera que quienes tienen mucho más de él reciben una porción más gruesa del pastel. Además, esa porción es cada vez más heredable. 
 
Mucho más que en generaciones anteriores, los hombres astutos y exitosos se casan con mujeres astutas y exitosas. Ese “apareamiento selectivo” incrementa la desigualdad en 25 por ciento, según una estimación, ya que las familias con dos títulos típicamente disfrutan de dos ingresos grandes.
 
Las parejas poderosas conciben hijos brillantes y los educan en hogares estables: Solo 9 por ciento de las madres con educación universitaria que dan a luz cada año son solteras, comparado con 61 por ciento de las que desertaron del bachillerato. 
 
Los estimulan incesantemente: Los hijos de profesionistas escuchan 32 millones de palabras más para cuando tienen cuatro años que los de padres que dependen de la beneficencia. Se mudan a vecindarios exclusivos con buenas escuelas, derrochan en lecciones de flauta y tiran de los hilos para lograr que el heredero asista a una universidad de primera.
 
Las universidades que moldean a la élite estadounidense buscan reclutas talentosos de todos los antecedentes, y a los niños pobres listos que logran avanzar sin importar cómo, especialmente si quieren un título de posgrado, el cual requieren ahora muchos empleos deseables.
 
El vínculo entre el ingreso de los padres y el éxito académico del hijo se ha vuelto más fuerte, conforme las personas listas se vuelven más ricas y derrochan en el tutor de mandarín de su hija, y la educación importa más que antes, porque la demanda de la capacidad intelectual ha aumentado. 
 
El vínculo entre el ingreso de los padres y el éxito académico del hijo se ha vuelto más fuerte.
 
Un joven graduado universitario gana 63 por ciento más que un graduado de bachillerato si ambos trabajan tiempo completo, y el graduado de bachillerato tiene mucho menos probabilidad de trabajar. Para aquellos en la cima del montón, que pasan directamente de las mejores universidades a los mejores empleos, las recompensas potenciales son mayores que nunca antes.
 
Nada de esto es característico de Estados Unidos, pero la tendencia es más visible ahí. Esto es en parte porque la brecha entre ricos y pobres es más grande que en cualquier otra parte en el mundo rico, un problema al que el presidente Barack Obama aludió repetidamente en su discurso sobre el Estado de la Unión el 20 de enero.
 
También es porque su sistema educativo favorece a los ricos más que en cualquier otra parte del mundo rico. Gracias al financiamiento hiper local, Estados Unidos es uno de los tres países avanzados donde el gobierno gasta más en las escuelas en las áreas ricas que en las pobres.
 
 Sus colegiaturas universitarias han aumentado 17 veces más rápidamente que los ingresos medios desde 1980, en parte para pagar a una burocracia inútil y edificios llamativos, y muchas universidades ofrecen preferencias “hereditarias” en las admisiones, favoreciendo a los hijos de ex alumnos.
 
La solución no es desalentar a los ricos de invertir en sus hijos, sino hacer mucho más para ayudar a los niños listos que no tienen padres acaudalados.
 
El momento de iniciar es en la niñez temprana, cuando el cerebro es más maleable y el tipo de estimulación correcta tiene el mayor efecto. No hay sustituto para los padres que hablan o leen a sus bebés, pero buenas guarderías pueden ayudar, especialmente para las familias que más apuros pasan; y en esta área Estados Unidos se clasifica mal para los estándares internacionales. 
 
Mejorar la atención en la niñez temprana en los barrios estadounidenses más pobres produce rendimientos de 10 a uno o más, y pocas otras inversiones gubernamentales reditúan tan bien.
 
Relajar el vínculo entre la cuna y el éxito haría más rico a Estados Unidos. Actualmente se desperdicia demasiado talento.
 
También haría a la nación más cohesiva. Si los estadounidenses sospechan que el juego está amañado, podrían sentirse tentados a votar por demagogos de la derecha o la izquierda, especialmente si la alternativa es entre otro Clinton y otro Bush más.
 
#kgb
 

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