Víctor Beltri

Víctor Beltri

19 Mar, 2015

Gobierno y storytelling

El gobierno está perdiendo la batalla, al menos en términos de la narrativa predominante en los últimos tiempos. Y no una batalla, sino todas ellas. Las que sean. Si mueren estudiantes asesinados por miembros del crimen organizado, con la complicidad de un alcalde perredista, la culpa es del Presidente. Si bajan los precios del petróleo, debido al movimiento de los mercados internacionales, es culpa, también, del Presidente. Si una de las comunicadoras más destacadas del país tiene un problema con la empresa para la que trabaja y ambas partes deciden subir las apuestas hasta terminar con la relación laboral, la culpa es, de nuevo, del Presidente.

Es un problema de confianza, claro está. Pero también de relato. El gobierno está dejando vacantes espacios que de inmediato son tomados por sus detractores, creando una narrativa de fracaso, de culpa implícita, de frivolidad absoluta.

Basta con asomarse a las redes sociales un día cualquiera para encontrar peticiones de renuncia presidencial por toda clase de motivos: a ojos de buena parte del público el Presidente es quien tiene la responsabilidad, la culpa y las malas intenciones detrás de cada una de las tragedias que ocurren en el país. En este contexto, no importa que se tengan aciertos o se tomen decisiones atinadas: mientras no se cambie la narrativa nada será suficiente para una audiencia ávida de refrendar la perversidad, la estulticia y la frivolidad que forman parte del relato que se ha construido sobre esta administración, incluso antes de que accediera al poder.

La confianza no se recuperará con acciones aisladas, con golpes al crimen organizado o nombramiento de nuevos funcionarios. Se necesita una narrativa distinta, que enmarque y explique la actuación del gobierno. Es necesario hacer un ejercicio de storytelling que proporcione un contexto, que brinde una narrativa nueva. Actualmente, surge un escándalo y la estrategia de control de daños apuesta al silencio y al paso del tiempo.

El interés público podrá disminuir o incluso apagarse, pero cada uno de estos escándalos abona a una historia que todos los días encuentra motivos para crecer por sí misma. Por eso la gente sigue recordando incidentes como el de la Feria del Libro en Guadalajara, o el de la Universidad Iberoamericana: simplemente hacen sentido con una narrativa que nadie se ha ocupado de cuidar.

El cambio de esta narrativa debería de ser una de las prioridades de la administración. No se está contando una historia de triunfo, de esperanza, ni siquiera de trabajo. En realidad no se está contando ninguna historia, y el espacio ha quedado a la deriva para quien quiera aprovecharlo: por eso las burlas en redes sociales, por eso la sospecha constante, por eso la percepción general de que el sexenio prácticamente ha terminado.

El gobierno está perdiendo una batalla que jamás ha dado. El espacio ocupado en medios internacionales al principio del sexenio no fue suficiente para crear una historia de éxito sustentable, y la percepción internacional ha terminado por alinearse con la historia de fracaso surgida del silencio oficial.

Y peor aún: esa percepción de fracaso que alimentamos y en la que nos regodeamos termina por afectar al país entero, como la serpiente que muerde su propia cola. ¿Cómo creer, cómo atraer inversiones a un país que ni siquiera cree en sí mismo? ¿Cómo convencer a la comunidad internacional del futuro de una nación que parece asumir con alegría su propia derrota?

Necesitamos cambiar la historia de México, si en verdad queremos cambiar la Historia de México. Necesitamos de un marco de referencia, un contexto que explique las acciones que tomamos y nos permita definir un rumbo común que vaya más allá de la visión fatalista que tristemente nos distingue. El cambio de narrativa es también una forma de innovación. Lo invito a continuar la conversación a través de Twitter o de mi correo electrónico, donde responderé con gusto a sus preguntas. Innovemos juntos.

vbeltri@duxdiligens.com

@vbeltri

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