La fortaleza en el empleo propicia un cambio de dirección de la Fed

A partir de hoy, el mercado estará muy pendiente de los precios al consumidor en EU. De hecho, sus principales determinantes (presiones de demanda, salarios, dólar y las expectativas) son las variables a seguir y las que indicarán cuándo se dará un aumento en las tasas de interés
Economía -
Janet Yellen, presidenta de la  Reserva Federal (Fed) de EU. Foto:  Reuters
Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal (Fed) de EU. Foto: Reuters

Sí. Tal y como se esperaba, la presidenta de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, Janet Yellen, y sus colegas del Comité de Mercado Abierto de la Fed (FOMC, por sus siglas en inglés), se decantaron por retirar el término “paciente” del texto del comunicado.

Esa modificación, simple y llanamente, quiere decir que la Fed tiene las manos libres para empezar a subir las tasas de interés, después de la reunión que se celebrará el 28-29 de abril, pero que no necesariamente tenga que suceder en la reunión siguiente, la del 16 y 17 de junio.

Yellen, por tanto, muy en línea con su estilo, fue muy cuidadosa a la hora de comunicar a los mercados que la Fed ya no será “paciente”. Tan cuidadosa fue, que los inversionistas respiraron con alivio tras conocerse la filosofía que seguirá la Fed, a la hora de empezar a subir las tasas y las nuevas expectativas económicas que maneja para el empleo y la inflación.

En conferencia de prensa dijo que el que la Fed no sea “paciente” no quiere decir que sea “impaciente”.

De hecho, esta decisión no quiere decir que la Fed vaya a subir las tasas de interés en junio… pero tampoco lo descarta.

Lo que la Fed busca eliminando dicha palabra del comunicado es, simplemente, ganar flexibilidad. Sus decisiones de política monetaria ya están libres de la atadura que implicaba la palabra “paciente”, y que consistía en al menos dos reuniones más sin aumentar las tasas de interés.

A la expectativa
de los indicadores

Ahora mismo, nada hay determinado de antemano. Todo queda a expensas de los datos económicos, de la información fresca que se vaya conociendo, de los nuevos indicadores de empleo e inflación que se vayan publicando, y de la interpretación que se haga de ella. Como dijo Yellen, esa información es “incierta” y ni ella misma podría decir cuándo el banco central estadunidense podría empezar a subir las tasas: todo depende de cómo vengan los datos.

Ahora bien, dentro de esa incertidumbre, hay una cosa bastante clara. La Fed da por hecho que la economía, pese a la desaceleración observada en el primer trimestre de este año en relación a trimestres previos (en parte, debido a factores climáticos adversos) se seguirá expandiendo “por encima de la tendencia”, además de que el mercado laboral seguirá mejorando.

Basta con ver sus nuevos pronósticos de empleo que publicaron tras la reunión: su nueva estimación es que la tasa de desempleo se ubique en un rango, al final de 2015, de entre 4.9 y 5.1 por ciento, comparado con una proyección de entre cinco y 5.2 por ciento establecida en diciembre.

El empleo, salvo algunos indicadores de subutilización de la fuerza de trabajo que también han venido mejorando, marcha viento en popa, y si sólo fuera por el empleo, la Fed estaría en condiciones de aumentar las tasas de interés.

Sin embargo, lo que lo impide es el otro objetivo que persigue la política monetaria de la Fed: una tasa de inflación anual cercana a dos por ciento.

Ahora mismo, y partiendo de la premisa que la economía y el empleo seguirá mejorando, la inflación y sus principales determinantes (presiones de demanda, salarios, dólar, expectativas inflacionarias medidas por el mercado y por encuestas) son las variables a seguir, las que tendrán mayor peso, y las que indicarán cuándo la Fed anunciará su primer aumento en las tasas de interés.

Así, el banco central estadunidense modificará su política monetaria y disparará un aumento de tasas cuando esté “razonablemente seguro” de que la inflación se regresa al objetivo de dos por ciento en el mediano plazo.

Contención de la inflación

Ahora mismo, esa seguridad no existe, pero empieza a haber señales encontradas. Por eso la Fed precisa de esa mayor flexibilidad, para poder reaccionar tan pronto como perciba que la inflación se da la vuelta y repunta.

Por supuesto, la inflación general se ha deprimido y se espera que lo siga haciendo en el corto plazo.

Eso es natural: los precios del petróleo se han derrumbado y, junto con ellos, se han desplomado los precios de los combustibles.

En enero, el índice de precios al consumidor registró una tasa anual de menos 0.1 por ciento, la primera lectura negativa desde octubre de 2009. Ese dato ha provocado que la Fed vuelva a revisar el pronóstico de la inflación general para este año, medido por el deflactor del gasto de consumo su nueva estimación es de una tasa de entre 0.6 y 0.8 por ciento, comparado con un rango de entre uno y 1.6 por ciento en diciembre, y de entre 1.6 y 1.9 por ciento, en septiembre del año pasado.

Pero esa tendencia a la baja asociada al petróleo, si bien persistirá en el corto plazo, es transitoria y su impacto a la baja en la inflación se disipará tan pronto como el precio del crudo se estabilice, algo que ya está sucediendo.

Junto con el petróleo, también juega en contra de un repunte inflacionario la apreciación del dólar, lo que está abaratando el precio de las importaciones.

Y eso sí tendrá un impacto más duradero, que puede retener a la inflación en niveles bajos por más tiempo del previsto: como hemos dicho en estas páginas, la fortaleza del dólar refleja el actual músculo económico de Estados Unidos, sobre el resto del mundo, y nos tememos que esa hegemonía y poderío del dólar se afiance aún más a lo largo de este año. 

Presiones de demanda

En el lado contrario, la Fed empieza a mirar con preocupación las presiones de demanda. Frente a la caída de 0.1 por ciento de la inflación general en enero, la subyacente, excluyendo energía y alimentos, se estabilizó en 1.6 por ciento, lo que hace pensar a la Reserva Federla de Estados Unidos que la tendencia a la baja es transitoria y que están emergiendo presiones de precios inherentes a la fortaleza de la recuperación, lo que hará rebotar a la inflación en el mediano plazo.

Buena muestra de ello es que la inflación de servicios, excluyendo energía, se elevó un 2.5 por ciento en enero, impulsado por el aumento de los precios de las rentas de casas, pero, además, los componentes de alimentos o servicios de salud aumentan sustancialmente por encima de dos por ciento.

Por otro lado, la Fed teme que, tarde o temprano, el dinamismo del mercado laboral se traduzca en mayores presiones salariales.

De momento han estado contenidas, toda vez que las remuneraciones por hora se desaceleraron a dos por ciento en febrero, respecto al mismo mes del año pasado y frente a una tasa de 2.2 por ciento de enero; sin embargo, en algunos sectores se empiezan a percibir alzas salariales elevadas que se pueden generalizar a otros sectores conforme los empresarios empiezan a notar la ausencia de trabajadores calificados.

Por tanto, la inflación es ahora mismo, y para fines de la política monetaria de la Fed, la variable a seguir.

En ese sentido, el mercado estará muy pendiente, por tanto, de los precios al consumidor de febrero para Estados Unidos, que se publica el 24 de marzo, dos días antes de la reunión de política monetaria del Banco de México (Banxico) el jueves 26 de marzo.

Mercados descuentan “paciencia”

De esta manera, si la variable de más peso para la conducción de la política monetaria de la Fed es ahora mismo la inflación, tendremos que estar pendientes de los precios al consumidor que se publican el 24 de marzo, incluso, los analistas del mercado mirarán a la inflación subyacente.

La encuesta de Bloomberg espera que la lectura anual sea de 1.6 por ciento, sin cambios respecto a enero.

Pero una sorpresa al alza volvería a poner nerviosos a los mercados financieros, que a partir de ahora reaccionarán con intensidad, para bien o para mal, a cada dato relacionado con la inflación de EU.

Así, el Banxico, y en consecuencia el valor de la paridad cambiaria del peso frente al dólar, estará muy pendiente de ese último dato, importante, antes de la reunión de la Junta de Gobierno.

Entretanto, la complaciente presidenta de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos volvió a calmar, al menos momentáneamente, la ansiedad de los mercados.

Wall Street revirtió las pérdidas iniciales y el índice Dow Jones, su principal indicador bursátil, cerró con alzas superiores a 1.2 por ciento. El Índice de Precios y Cotizaciones (IPC)  de México subió 1.37 por ciento, además de que el peso se apreció 1.8 por ciento, respecto al dólar, para cerrar el tipo de cambio en 15.10 pesos por cada divisa estadunidense, frente a la cotización de 15.38 pesos del día previo.

Con este nuevo escenario, dejar de ser “paciente” no quiere decir ser “impaciente”. Los datos de inflación de Estados Unidos dejan aún espacio para no serlo, pero ahora la Fed ya puede reaccionar tan pronto se vuelva “impaciente”.   

* Director de llamadinero.com

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