Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

25 Mar, 2015

Nuevas televisoras

Tres postores se interesaron por la televisión abierta, dos completaron el proceso y ganaron las nuevas cadenas. Dos empresarios activos en el mercado de la radiodifusión se sumaron así a las cadenas tradicionales de televisión. La semana pasada, finalmente el IFT informó que los ganadores por las nuevas cadenas de televisión en nuestro país, que mandata la reforma constitucional en materia de telecomunicaciones, fueron Olegario Vázquez Raña (de Grupo Imagen Multimedia, al que pertenece este periódico) y Francisco Aguirre (de Grupo Radio Centro).

Con esto se concluye un largo proceso político-regulatorio que se ha vertido por años en los medios y al interior del Congreso y los partidos políticos como una necesidad inaplazable ante la alta concentración de este mercado. Por muchos años diversos actores políticos han hecho de esta licitación una bandera política que, durante las recientes negociaciones del Pacto por México, se hicieron valer para modificar el marco jurídico. Así, un proceso político de rebalanceo de poder entre el Estado y un sector industrial se plasmó en la Constitución y las nuevas leyes secundarias de telecomunicaciones. Sin embargo, lo que poco se habla es que este proceso está sujeto a las realidades del mercado no sólo en México sino a nivel mundial.

De acuerdo con un estudio del CIDE y la Cofetel (ahora IFT) de 2012, Televisa y TV Azteca concentran alrededor de 95% del total de estaciones concesionadas, 99.3% de la publicidad y 98% de la audiencia. Por años esta misma estructura, con pocas variaciones, ha dominado el espectro radioeléctrico de la banda de los 700 MHz. Es esta estructura la que ha generado críticas de sectores de izquierda en aras de “pluralizar” el espectro y las opciones de los consumidores. Hay también intereses empresariales como el que por años ha tenido Telmex para incursionar en este mercado a través de la ampliación de su concesión para ofrecer televisión por cable.

Ampliar las cadenas de televisión abierta es un objetivo de política pública loable y, desde la visión empresarial, un paso natural para empresas preexistentes y conocedoras del mercado mexicano. En algunos casos la calidad de los contenidos que ofrecen los postores es sumamente buena y competitiva —como Grupo Imagen Multimedia— y los hacen excelentes candidatos para participar. Sin embargo, la realidad del mercado y las transformaciones radicales que está experimentando nunca fueron en sintonía con el objetivo político-regulatorio al que aspiraban los políticos. Los pagos, uno que hizo Grupo Imagen Multimedia y el exorbitante que sigue pendiente de hacer Grupo Radio Centro, así lo demuestran, sobre todo por el nivel de deuda que carga Radio Centro y que han descrito varios analistas.

Algunos elementos de este mercado, que son significativos para este proceso son la transición de contenidos hacia otras plataformas tecnológicas como la televisión por cable e internet (y diversos dispositivos), los altos costos de despliegue de infraestructura (costos hundidos), las limitaciones a la inversión extranjera y la debilidad institucional que se percibía en nuestro país.

Lo que es un hecho es que las nuevas cadenas de televisión abierta serán competidoras en un mercado que ha cambiado radicalmente.

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