Víctor Beltri

Víctor Beltri

26 Mar, 2015

Más inteligencia de negocio

Es un lugar común hablar del poco uso de nuestra capacidad cerebral. La mente sigue siendo un misterio, y los avances más recientes de la ciencia sólo nos permiten atisbar las verdaderas capacidades del intelecto humano.

Existen algunos ejemplos que siempre han intrigado al ser humano. El caso del cerebro de Einstein, por ejemplo, es notorio. Tras haber sido removido, unas horas después de su muerte, fue diseccionado en varias piezas para su estudio posterior, muchas de las cuales estuvieron extraviadas durante décadas. Los resultados del análisis han sido motivo de controversia sobre la relación entre la morfología cerebral y la calidad de las funciones desempeñadas. ¿Depende la inteligencia de la forma del cerebro, o es acaso una capacidad que pueda ser desarrollada?

El de Einstein no es el único cerebro que se ha preservado para su estudio, ni mucho menos. El interés por descubrir el funcionamiento del cerebro para su eventual mejora ha conservado órganos tan distintos como el de Lenin, Gauss o Rulloff. La capacidad de entender qué hace distinto a un individuo de otro, de qué lo hace procesar la información de forma más eficiente, de cuál es la fuente de la genialidad, es algo que ha sido perseguido desde el principio de la historia. La historia está llena de iluminados, de personas que lograron entender sus tiempos —y el mundo que los rodeaba— de mejor manera que los demás, y usaron ese entendimiento para lograr una causa determinada: estadistas, inventores, hombres de empresa. Escritores, científicos, artistas. Hombres y mujeres que han creado naciones, inventado religiones, forjado fortunas y transformado al mundo con su genio. ¿Qué sería si pudiéramos replicarlos, si pudiéramos tener naciones llenas de superdotados?

La ficción abunda al respecto, con historias de científicos desquiciados y experimentos perversos. La obsesión por desarrollar la inteligencia, por incrementar la capacidad de procesamiento de información, llenó páginas de la literatura mientras que la técnica llenaba hojas de manuales, de máquinas que poco a poco fueron haciendo realidad los sueños de la humanidad. Llegamos a la Luna, eliminamos las distancias, generamos una prosperidad nunca soñada. La tecnología ha traído aparejados algunos males, es cierto, pero en general el avance de la humanidad en los últimos años rebasa con mucho las previsiones más optimistas.

Es necesario reconocer el cambio de paradigma: no somos más inteligentes, pero tenemos más inteligencia a nuestro alcance. Somos capaces de más con menos. Las imágenes de los antiguos despachos contables llenos de gente trabajando sin parar son un de un anacronismo impresionante cuando se compara la labor realizada con las capacidades de una hoja de cálculo hoy prácticamente gratuita. La complejidad de las labores que ahora se realizan de forma automatizada nos llevaría a pensar que las organizaciones deberían de estar trabajando con grados de eficiencia nunca antes vistos. Sin embargo no es así.

Las empresas siguen trabajando con procedimientos anquilosados, que son más obstáculo que guía de eficiencia. Los mercados siguen siendo atacados con una visión de mostrador de catálogo, más que de aliado estratégico. Los directores siguen considerando a la información financiera más requisito que herramienta de gestión. Y no tendría por qué ser así: existen las herramientas, la tecnología, las soluciones que pueden transformar un modelo de negocio convencional, en el que se compite por precio, en uno basado en la innovación. Es allegarse de inteligencia, es encontrar soluciones, es multiplicar las capacidades. Es hacer más con menos, y hacerlo mucho mejor. Lo invito a continuar la conversación a través de Twitter o de mi correo electrónico, donde responderé con gusto a sus preguntas. Innovemos juntos.

                vbeltri@duxdiligens.com
                @vbeltri

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube