Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

1 Abr, 2015

April’s Fool

Google suele ser el campeón de los juegos y las noticias de broma sobre inexistentes innovaciones tecnológicas, que toman por sorpresa a los incautos cada primero de abril. Sin embargo, un libro de reciente aparición revela que Apple es también destacado protagonista —aunque de manera involuntaria— en la versión estadunidense del Día de los Inocentes.

Justo fue en un April’s Fool como el que se celebra hoy, pero de 1976, cuando el ingeniero Ronald Wayne redactó el equivalente a la primera acta constitutiva de Apple Computer Co., negocio de garaje en el que él se llevaría una participación de 10%, mientras que Steve Jobs y Steve Wozniak tendrían cada uno 45 por ciento.

Empleado de la fabricante de videojuegos Atari, Wayne fue reclutado por Jobs justo para hacer el papel del fiel de la balanza entre los dos Steves, una figura que definiría en caso de que éstos no se pusieran de acuerdo en algún punto clave para la compañía. Hábil dibujante, fue además el autor del primer logotipo de Apple, un complejo grabado de estilo antiguo que muestra a Isaac Newton sentado al lado de un árbol del que cuelga una manzana.

Como si aquella fecha lo hubiera marcado, Wayne se atontó: convencido de que no estaba preparado para arriesgar su futuro con aquel par de neófitos del mundo empresarial, vendió a Jobs y Wozniak su parte de la alianza en 800 dólares. Aquella decisión le significó dejar de ganar una fortuna y, sobre todo, no pasar a la historia como el tercer cofundador de la que llegó a ser en la firma más valiosa del mundo. Fue el equivalente de Pete Best, baterista iniciador de Los Beatles que al final sería relevado por Ringo Starr.

Así recuerdan este episodio Brent Schlender y Rick Tetzeli en el primer capítulo de Becoming Steve Jobs. The Evolution of a Reckless Upstart Into a Visionary Leader (Crown Business, Nueva York, 2015), la nueva biografía lanzada el pasado 24 de marzo y disponible en su versión electrónica en la iTunes Store mexicana.

No es la única vez que los autores aluden al April’s Fool: también fue un primero de abril, pero de 1996, cuando un antiguo capitán de la fuerza aérea, Fred Anderson, debutó en Apple como director de Finanzas, área que, sin gracia alguna, era en ese momento un completo desastre. “Una casa incendiada”, definió con más precisión el hombre que tuvo un papel clave en la recuperación económica de la empresa, a la que abandonó en 2006 tras una investigación sobre anomalías en operaciones accionarias.

Suena a vacilada pretender contar algo nuevo de Jobs cuando se han publicado numerosos relatos sobre su vida e incluso ya se filmaron dos películas y otra viene en camino. Sin embargo, Schlender (quien como reportero cubrió al empresario durante 25 años para The Wall Street Journal y Fortune) y Tetzeli (editor ejecutivo de la revista Fast Company, que publica en su más reciente número un extracto del nuevo volumen) se esmeran en construir una semblanza del empresario que, por su admiración declarada, se distancia en mucho de la trazada por el historiador Walter Isaacson en su best seller de 2011.

Schlender narra en el prólogo del libro la forma como conoció a Jobs, una anécdota que bien puede calificar como una doble y mutua inocentada. El encuentro fue, como si se tratara de ciclos de cada 10 años, en abril de 1986. Con experiencia en la cobertura de los conflictos armados de Centroamérica, Schlender recibió un consejo de sus colegas en San Francisco: acudir con chaleco antibalas a la primera entrevista con Steve Jobs, quien recién acababa de fundar NeXT, su siguiente aventura tras salir de Apple.

Tenían razón. Sin decir agua va, el carismático empresario le disparó al reportero un intimidante cuestionamiento: “¿Eres nuevo en esto, verdad?”. Más que una conversación en la que el periodista debía hacer las preguntas, aquello pareció más bien una entrevista de trabajo en la que Jobs puso a prueba los conocimientos de Schlender en materia de computadoras. De los 45 minutos de charla no salió información que ameritara la publicación de una nota, pues Jobs se mostró más obsesionado por vender el fascinante diseño colorido del logotipo de NeXT, belleza sutil que no podría ser apreciada por los lectores de un Wall Street Journal impreso en blanco y negro.

Hay una última historia no contada por Isaacson, Schlender ni Tetzeli: el primero de abril de 1986, el millonario británico Richard Branson aseguró que había inventado una caja de música que almacenaría canciones. No fue cierto, pero aquella broma –aseguró al tabloide i Paper en septiembre pasado– inspiró la creación del iPod, invento que propiciaría la quiebra de sus tiendas de discos Virgin. El chiste se cuenta solo.


*marco.gonsen@gimm.com.mx

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