Carlos Velázquez

Veranda

Carlos Velázquez

14 Abr, 2015

Las lecciones económicas y turísticas del Masters

AUGUSTA, Georgia.— Si el legendario Bobby Jones es uno de los poquísimos jugadores de golf que ha recibido el honor de tener una calle con su nombre, en realidad una avenida, los hoteleros de esta ciudad también le deberían rendir pleitesía por los millones de dólares que les ha dado a ganar.

Lo mismo que otras muchas empresas ligadas al turismo que “hacen su agosto”, o mejor dicho su abril, gracias al torneo de golf más famoso del mundo y que por cierto terminó este domingo.

Para no hablar de los propietarios del Campo Nacional de Augusta, que encontraron en el Masters una fórmula extraordinaria para hacer uno de los negocios de turismo y deporte más rentable del planeta.

Aquí van algunos elementos dignos de estudio.

1. La acción por ser miembro del campo de Augusta vale diez mil dólares, una bagatela por jugar en el que es ranqueado como número uno del mundo por su diseño y belleza.

El problema es que nada más se puede acceder por invitación y entonces sólo hay 300 miembros de la talla de Bill Gates y Warren Buffet, dos de los hombres más ricos del planeta; así como varios expresidentes de Estados Unidos, entre sus miembros.

2. El campo abre a los visitantes una semana al año, con un número de boletos limitados que controlan los dueños y que se estima en 35 mil por día en promedio.

3. Durante el torneo las reglas son estrictas al extremo para los visitantes, no se puede acceder con cámaras ni celulares y entonces no hay redes sociales; tampoco pantallas, los espacios en las gradas son mínimos y cualquiera puede comprar una sillita de lona por 30 dólares, así es que hay miles colocadas y cargadas por los propios asistentes.

4. Las tiendas de souvenirs operan con un número máximo de clientes, hay cientos de productos con la marca Masters y la gente hace filas inmensas para llevarse un recuerdo. Tampoco hay cifras públicas, pero se estima que cada uno de los cuatro días del torneo se venden más de dos millones de dólares en objetos.

5. En un radio predeterminado del campo es delito la reventa de boletos, pero afuera hay un mercado informal y hasta firmas como American Express arman paquetes a precios descomunales, que pueden llegar a dos mil dólares o más por entrar a la final.

6. El precio de las habitaciones se dispara y, caso concreto, un cuarto en el hotel Quality Inn, de calidad mínima y que habitualmente cuesta 70 dólares, llega a 340 dólares por noche.

Además, o sobre todo, los amantes al golf sueñan con ir al menos una vez en su vida al Masters; algo así como los musulmanes a La Meca.

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