Enrique Castillo-Pesado

Ficción financiera

Enrique Castillo-Pesado

18 Abr, 2015

Alberto Baillères, ¿el mayor empresario taurino global?; posee una universidad, seguros y los almacenes más lujosos

Quién no conoce el poderío, la visión de don Alberto Baillères, el segundo hombre más rico de México y uno de los empresarios visionarios non del globo terráqueo, va que vuela para convertirse en columna vertebral de la fiesta brava mundial no sólo en España, sino también de otros países. Dos parientes míos, Jesús Solórzano Pesado (“Baillères ama la fiesta brava y a mí me apoyó mucho, pero…”) y Juan Bordes (uno de los hombres de confianza del Grupo Baillères) confiesa que en su vida, Alberto Baillères, 83 años, es un ser humano, todo es desmesurado, excepto él mismo. Sé que su hermosa mina de plata (la más espectacular y mayor de este planeta), le proporciona anualmente 45 millones de onzas. El yacimiento tiene por nombre La Herradura, 400,000 onzas de oro puro.

En la balanza de cualquier existencia esto valdría para que usted señalara: “Hasta aquí… o simplemente un ¡ya basta!”, pero no en la de don Alberto Baillères. Sé que su vasto imperio, de solidez geológica, se expande por espacios tan diversos como el mundo de los seguros, los almacenes más exclusivos y de lujo (Palacio de Hierro, que compite —en México— con su hermano Casa Palacio, y con el otro almacén célebre Liverpool, y en España sería un peligroso contrincante para el Corte Inglés) ¡y hasta el rubro de la educación, con el ITAM (de donde han surgido varios genios mexicanos a nivel mundial; los analistas lo consideran el mejor espacio de estudios, que la propia Universidad Nacional Autónoma de México, la número uno de Iberoamérica, le pese a quien le pese), una universidad/casa de estudios de élite de la que se proyectaron personajes que, actualmente, integran la plana mayor económica del presidente Enrique Peña Nieto.

Su yate de 92 metros de eslora, uno de los más bellos

El segundo hombre más rico de un país con varios contrastes como México, es un ser humano respetado y encumbrado, puede sentarse plácidamente en la proa de su fantástico yate de 92 metros de eslora, para contemplar como un gemólogo, los mimosos destellos de su fortuna. Sin embargo, a una edad en la que la mayoría de los magnates “llevan décadas retirados”, decidió materializar su sueño (y ya se lo había comentado a Solórzano, Bordes, Sordo Madaleno, Alemán Magnani y Herrerías, además de otros amantes de la fiesta brava): convertirse en el máximo empresario taurino del planeta Tierra. El poderío de Baillères es sumamente conocido. Por ejemplo, en un negocio que anda de capa caída, sus inagotables bolsas de oro/plata, lo convirtieron en un ser invencible. En la madre patria hay quien ha hablado del fantasma del monopolio; otros enarbolaron la bandera nacional. Pero no parece suficiente ¡para torcerle el pulso! A un empresario que, verdaderamente, se impactó/enojó/molestó, cuando el ganadero y restaurantero Chucho Arroyo no ponía a Jesús Solórzano Pesado en los cárteles de la Plaza México (la mayor del orbe), porque el empresario y propietario del feudo que lleva su nombre (Arroyo) lo consideraba carita, medroso, poco talentoso y aristócrata. Para Baillères, Solórzano (hijo del rey del Temple, Jesús Solórzano Dávalos, matrimoniado con mi tía, Carmen Pesado Haghenbeck Pliego, y, además primos por éste último apellido) ha sido un esteta del toreo; fino en su torear y caminar por los ruedos; diestro en los tres tercios, banderillero excepcional; poseedor de los ternos más bellos de la fiesta brava mundial; amigo de figuras de la talla de Carlos Arruza, Luis Miguel Dominguín, Ordoñez, Curro Romero, y otros toreros/rejoneadores grandes de España.

No es pasión nueva para Baillères (poseedor de una fortuna de 18 mil dólares)

Para Baillères, la fiesta brava no es pasión nueva. Me acuerdo cuando lo primero que hizo fue convertirse en apoderado de Morante de la Puebla. Posteriormente, en 2014, compró la fina ganadería Zalduendo, de Fernando Domecq, dedicada a la cría de toros bravos desde el siglo XVIII. Desde entonces, aceleró la jugada con la toma de la Plaza de Córdoba, la compra de una finca a Litri hijo y la firma de un acuerdo —exclusivo— para América con Alejandro Talavante. El remate lo dio en cuero en enero en la presentación en Madrid, a José Cutiño y Simón Casas (que son directivos de 12 plazas de toros en España y Francia),  de una alianza denominada Fusión Internacional por la Tauromaquía. De este acuerdo del que rápidamente salió Casas (“motivos personales”, decían los analistas) y cuyas interioridades son un misterio para desesperación de los ¿entendidos?, le abría de plano las puertas a las plazas españolas y francesas. Sé que su próxima jugada es un enigma (¿?). Su fortuna es de 18 mil millones de dólares o 16 mil 900 millones de euros.

Un hombre con determinación de hierro que se cobija con los mejores

Otros dudan que su próxima jugada sea contundente. Se equivocan porque no conocen al ser humano y singular empresario. Cuando falleció su hermano Raúl Baillères (del mismo nombre que el padre), lo inmediato que hizo fue cobijarse/reunir a los mejores hombres para que formarán su círculo más cercano. Él no se amilana ante nada. Su poderío es de sobra conocido. Quienes conocemos a Alberto Baillères sabemos de su determinación de hierro, forjada —a pulso— en la Academia Militar estadunidense de Culver, donde ingresó a los 15 años, “sin saber hablar inglés”. Allí, según sus conversaciones con amigos o colegas, vivió de primera mano “los prejuicios contra los mexicanos”. Y claro, vinieron después estudios en el ITAM, que fundó don Raúl Baillères. La muerte acabó de tallar su decidido carácter, pero también su templanza y generosidad. Por cierto, su hermano Raúl falleció a los 77 años en un accidente, y su padre murió al caerse mientras subía las escaleras de su residencia.

A Alberto Baillères le llegó el momento preciso

Cuando Alberto Baillères tenía 35 años, entendió que vivía el momento preciso. Como el mismo me lo ha confesado, al hacerse cargo del conglomerado paterno y sus siete mil 500 empleados, se “volvió invisible para la sociedad” y se “esforzó no sólo para sobrevivir, sino para conquistar el lugar”. En una sola pieza se fundieron el luchador y el solitario. El resto vino solo. En línea recta o vertical, sin dejar espacio a la improvisación, logró multiplicar la herencia y amasar una fortuna superior a los 16,900 millones de euros que, además, crecerá. En este vertiginoso ascenso se movió como un saurio, de una inmovilidad pétrea hasta que decidió pasar al ataque como un excelente ajedrecista. Entonces, ya es imparable. Este mismo año, tres lustros sin abrir nuevos negocios. No dudó en sorprender al mundo empresarial y aprovechar el fin del histórico monopolio estatal del crudo para crear la primera gran petrolera privada de México.

Ha prevalecido —sobre la política, tema del que no está ajeno, pero sí distante— su poderosa visión estratégica. Jamás cayó en la borrachera  del endeudamiento súbito, y sus innumerables negocios los ha mantenido por separado, forzando a cada uno a demostrar su valía. Este talante conservador, que le granjeó el respeto/fama del mundo empresarial, lo combina con un discreto perfil público muy ad hoc. Le incomoda aparecer en Forbes. Sabe exigir altísima competencia, incluso, si se trata de sus siete hijos. Para finalizar con este rey Midas mexicano, riquísimo hasta la médula, frío en las decisiones, implacable en los ataques empresariales, entró en la plaza y no tiene miedo. ¿Por qué?: los toros son su sueño. Finalmente, su Palacio de Hierro—Polanco, que lo está agigantando, albergará las mejores tiendas (bueno, algunas de ellas de Masaryk) e infinidad de restaurantes gourmet. ¿Qué les parece? Y hasta la próxima, ¡abur!

 

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