Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

23 Abr, 2015

Así es; al rato seremos puros viejos

Al título de la colaboración anterior (¿Seguiremos envejeciendo como si nada?), no podría darse otra respuesta que no sea el título de la que lee. Éste, aparentemente pesimista y negativo, sería la única posible frente al interés que recibe el tema que nos ocupa —el envejecimiento demográfico de la población mexicana y sus consecuencias negativas—, por parte de nuestra clase política.

Los gobernantes, funcionarios, legisladores y dirigentes de los partidos políticos que la conforman, no sólo ignoran prácticamente todo de esta transición demográfica que marcará al plantea este siglo, sino que dará como resultado —en los países donde los efectos negativos alcanzaron ya el carácter de irreversibles, por tantos años de renuencia a enfrentarlos y proponer soluciones—, situaciones de tal complejidad y gravedad, que enfrentarlos y resolverlos requerirá de quien gobierne, tomar medidas de una impopularidad que no alcanzamos a imaginar.

Los grupos sociales que en su oferta incluyen temas relacionados con la población —desde una u otra posición— están movidos, unos, por la ideología y el afán de sacar adelante posiciones políticas, más afines y reflejo lógico de su visión del mundo, que de entender los problemas demográficos del país, y de elaborar y proponer soluciones viables.

Los otros, hacen propuestas (esto hay que decirlo, aun cuando pudiere molestar) más cercanas a posiciones simplistas y alejadas de la realidad, la cual pretenden modificar; las suyas son pues, casi siempre repetición mecánica de posiciones de fe y no como debería ser, conclusiones de un análisis objetivo —científico pues—, al que obligan las cuestiones demográficas.

Sin embargo, por opuestos que parecieren ser ambos conjuntos de grupos sociales y lo son, los une un denominador común: el rechazo a tratar el tema que subyace a sus posiciones, el envejecimiento de la población mexicana.

Los efectos negativos de esa gran transición demográfica, quedaron expuestos en los resultados que arrojó el Censo de Población y Vivienda 2000 y, en el Censo levantado diez años después, ya no hubo duda alguna que gobernantes y funcionarios, junto con legisladores y dirigentes partidarios y no pocos intelectuales, no escucharon el mensaje que la demografía nos envió aquel año.

¿Qué se requiere de todos ellos para empezar a actuar, cuando aún es tiempo? ¿Acaso esperarán a qué las cosas se agraven de tal manera, como es frecuente lo hagan, que lo único que escucharemos serán sus lamentos, tal y como ha sido regla estos últimos decenios?

Por eso mismo pregunto a los dirigentes de los dos conjuntos de grupos, lo siguiente: ¿Lo único que les importa, acaso, es su particular visión, apoyada por lo político-ideológico en el primer caso, y por la fe religiosa que profesan los del segundo? ¿Y los problemas del país, que se agraven y México se nos vaya por el caño?

¿No les interesa el país y su futuro, sólo su limitada visión pues piensan, equivocadamente, que los temas de su interés ideológico o religioso son los que debería hacer suyos la sociedad mexicana? ¿Qué nos queda pues, ante lo que vemos? ¿Sólo esperar pasivamente, a convertirnos en un país de viejos, muy viejos?

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube