Edgar Amador

Edgar Amador

11 May, 2015

La economía de la maternidad

La economía se ocupa de estudiar la producción y la reproducción de la riqueza, no únicamente material, sino también, y sobre todo, humana.

El crecimiento, uno de los temas centrales de la economía, no nada más es el aumento de bienes y servicios, sino el incremento de la población y de su bienestar.

Por eso, porque uno de los temas centrales es la reproducción de la población y de su bienestar, sorprende lo poco que nos hemos ocupado de la maternidad y de sus contenidos como ingrediente básico del desarrollo económico.

Durante décadas, la discusión económica se centró en la orientación que debían de tener las políticas fiscales y monetarias, y la discusión se dividía entre keynesianos y neoclásicos, entre monetaristas y estructuralistas, etcétera.

Pero mientras esa discusión acaparaba a la academia, los titulares de los medios y las políticas públicas, un economista solitario, recluido en su cátedra de Chicago, casi de manera individual forjaba una perspectiva de la economía, que en los primeros años de este siglo cambió para siempre la paleta de temas de la que se ocupan los economistas.

Cuando yo era estudiante leía de manera religiosa la columna que ese raro economista, Gary S. Becker, publicaba en Businessweek todas las semanas. Sus textos eran una delicia, y se ocupaba, por ejemplo, de las decisiones económicas detrás de los padres a la hora de decidir sus herencias, el comportamiento económico dentro de las familias y temas que parecían demasiado banales para la profesión.

Hoy hablamos con mucha naturalidad de “Capital Humano”. Dicho concepto fue acuñado por Gary S. Becker con su libro del mismo nombre, publicado en 1964, y que mostraba cómo el capital, tradicionalmente concebido como máquinas e infraestructura, también, y sobre todo, tiene que ser concebido como gente: el stock de conocimientos y habilidades con los que cuenta una sociedad.

En 1981, Gary S. Becker publica su Tratado sobre la Familia, y cuando en 1992 le fue otorgado el Premio Nobel de Economía, su peculiar perspectiva de la economía fue validada y aceptada por todos como una de las más originales y valiosas aportaciones a la cultura económica, y diría sin ambages, a la cultura en general.

Hay una paradoja muy interesante: al crecer las economías y producir sociedades más ricas, su población se educa más y, por lo general, la proporción de mujeres que se educa crece con el desarrollo económico. Entre más educadas sean las mujeres, la edad a la que tienen hijos se eleva, pues su contribución a la fuerza de trabajo, y los objetivos que se fijan en sus vidas, lo implica, produciendo con ellos una baja en las tasas de fertilidad en las economías avanzadas.

Gary S. Becker se ocupó de estos temas en la década del sesenta (en 1960 escribió “Un análisis económico de la fertilidad”), pero es sólo hasta fechas recientes que las políticas públicas se han dado cuenta de la enorme influencia que los mercados tienen en el comportamiento de las familias y de sus individuos constituyentes.

Las políticas públicas pueden incidir, por ejemplo, en el índice de fertilidad, en el deseo de las mujeres de procrear más hijos. A lo largo de los siglos abundan los ejemplos en que los gobiernos han buscado modular la fertilidad para adecuar el crecimiento de la población en uno u otro sentido y, en fechas recientes, las políticas de bienestar han incidido en el perfil de la fertilidad y, luego, de la maternidad.

Porque la fertilidad es apenas el inicio del tema. Como toda madre lo sabe, tener un hijo es apenas el comienzo, lo interesante son los siguientes 20 años.

Cuando una mujer invierte mucho en su capital humano, el costo de oportunidad de criar a sus hijos aumenta, por lo que el gobierno haría bien en reducir ese costo de oportunidad reduciendo el costo del cuidado de los niños y ampliando la oferta para la atención y educación de los niños, para así no extraer a la madre de la fuerza laboral, un tema central en el trabajo de Gary S. Becker de 1973: Sobre la interacción entre la calidad y la cantidad de niños.

Gracias a Becker y a la escuela que se ha ocupado de estos temas claves para la vida, ahora sabemos más de los fundamentos económicos detrás de decisiones tan importantes como la fertilidad y la maternidad de sus mujeres. Pero falta mucho más por hacer y discutir sobre cómo lograr el equilibrio fundamental entre la educación de la mujer y la plenitud de su maternidad.

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