Deuda pública ha subido mucho y debe bajar, advierte Banxico a Hacienda

Pese a esa expansión fiscal que se ha observado, aunado al deterioro de las finanzas del país, la economía mexicana no se ha visto recompensada con un crecimiento más dinámico
Economía -
El Banco de México fue claro y duro en su informe trimestral. Foto: Cuartoscuro
El Banco de México fue claro y duro en su informe trimestral. Foto: Cuartoscuro

CIUDAD DE MÉXICO.- El Banco de México fue claro y duro en su informe trimestral enero-marzo de 2015, sobre la vulnerabilidad que representa para el país el reciente deterioro de las finanzas públicas.

La recomendación es severa y consiste en que “la deuda pública como proporción del Producto Interno Bruto (PIB) se estabilice y retome una trayectoria descendente”.

El objetivo, sugiere, es fortalecer los fundamentales macroeconómicos y resistir mejor ante un escenario de alzas en las tasas de interés en Estados Unidos.

En su informe reconoce los esfuerzos de ahorro realizados por el gobierno federal hasta ahora, pero hace énfasis en la necesidad de efectuar una rigurosa revisión del gasto público bajo el marco del presupuesto “base cero”, con el fin de romper con la tendencia inercial de unas cuentas públicas que resultarían insostenibles ante la nueva realidad económica.

Revisión del gasto

Ante este escenario vale la pena preguntar, ¿cuál ha sido la estructura y la dinámica del gasto público durante todos los años de auge petrolero y por qué esa imperiosa necesidad de revisarlo cuanto antes? 

En primer lugar, quizás México no supo gestionar demasiado bien el boom petrolero. Al menos hay cierta percepción de que se desaprovechó esta gran oportunidad.

Con el inicio del nuevo siglo, coincidiendo con la senda alcista en la que entró el precio del petróleo a partir de 2002, entró a México dinero a carretadas, y los ingresos petroleros se inflaron de manera asombrosa, toda vez que pasaron de 300 mil millones de pesos a un máximo de 1.386 billones en 2012, lo que supone un incremento de 350%, o una recaudación adicional de más de un billón de pesos.

Pero ahora la fiesta se está apagando. En 2012, los ingresos petroleros representaban 39.4% de los ingresos presupuestarios totales, pero el año pasado, ese porcentaje se había reducido a 30.7%, debido al derrumbe de los precios del crudo, el descenso de la plataforma petrolera y el aumento de los ingresos tributarios como resultado de la Reforma Hacendaria. No obstante, esa avalancha de dinero proveniente del petróleo el gobierno mexicano lo gastó sin muchas contemplaciones.

De hecho, cada dólar que entraba en el Presupuesto se iba a la partida de gasto.

De este modo, el gasto público neto pagado ha trepado consistentemente durante todo el siglo XXI, sin descanso, sin una sola tregua.

En 2001, se ejerció un gasto de 1.311 billones de pesos, en 2014, los egresos totalizaron 4.532 billones de pesos, un aumento de casi  250% o un gasto adicional de en torno a 3.2 billones de pesos.

El problema es el uso que se le dio a esos recursos, los cuales se destinaron, en buena medida, al gasto programable, es decir, a financiar aquellas operaciones de gasto corriente y de capital que realizan las instituciones del gobierno federal para proporcionar servicios a la ciudadanía y cumplir con sus funciones.

Así, el gasto programable pasó de representar 16.6% del PIB en 2001, a 21% durate el año pasado.

Rebanando el pastel

El gasto no programable, que se dirige a cubrir otras obligaciones determinadas por la ley, pero que no atañen a las instituciones del gobierno federal, como la deuda pública o las participaciones a las entidades federativas y municipios, se mantuvo estable, incluso disminuyó.

Ese rubro representaba seis por ciento del PIB en 2001, y se redujo a 5.6% en 2014. Por tanto, es el gobierno federal quien ha acaparado en buena medida el aumento de los recursos públicos.

Ahora bien, dentro del gasto programable, el gasto corriente ha sido el más beneficiado. Este rubro va dirigido a ampliar el aparato estatal y proveer de servicios a la ciudadanía.

Se trata en esencia de gasto de consumo de gobierno difícil de recuperar. En él se incluye la contratación y pago de funcionarios, así como el financiamiento de servicios como salud y educación, además del pago de pensiones y subsidios.

Así, el gasto corriente se ha disparado de algo más de 775 mil millones de dólares en 2001 a 2.681 billones de pesos en 2014, un aumento de 246%, cifra equivalente a casi dos billones de pesos.

En términos de PIB, este componente pasó de representar 10.9% en 2001 a 15.7%, o un incremento de 4.8 puntos porcentuales. 

Gasto productivo

El gasto en capital, por supuesto, también se ha visto beneficiado.

Los recursos destinados a mantener y ampliar los activos del país como inversiones estratégicas en carreteras, aeropuertos o trenes, centrales eléctricas, presas, hospitales, escuelas, vivienda, tecnología punta, comunicaciones, pozos petroleros y refinerías que, bien planeadas y ejecutadas, generan desarrollo y crecimiento económico en el futuro que se traduce en mayor recaudación para financiar los proyectos y los déficits públicos.

Sin embargo, el esfuerzo en este rubro se ha quedado corto y, como proporción del PIB subió en menor cuantía que el gasto corriente. De hecho, pasó de 2.3% del PIB en 2000 a 5.3% en 2014, lo que significó un aumento de tres puntos porcentuales, o 1.8 puntos porcentuales menos que el incremento observado en el gasto corriente.

Rompen equilibrio

Pero además, el gasto total en los últimos tiempos ha crecido más rápido que los ingresos.

Hasta 2008, el gobierno logró mantener un equilibrio presupuestario, pero a partir de esa fecha ha derivado en un paulatino deterioro en las cuentas fiscales. En consecuencia, el déficit se ha ido ensanchando hasta alcanzar, el año pasado, un agujero equivalente a 3.2% del PIB, el más elevado de este siglo.  Si a esta medición del déficit tradicional le sumamos otras obligaciones financieras como los recursos asignados a los Proyectos de Inversión de Infraestructura Productiva con Registro Diferido en el Gasto Público (Pidiregas), o las asignaciones para el Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB), etcétera, los Requerimientos Financieros del Sector Público (RFSP), un indicador que vigila de cerca Banxico, se eleva a 4.6% del PIB, el nivel más elevado registrado desde 2009, en plena recesión económica global.

Como advierte Banxico, el balance primario, excluyendo el pago de intereses, es un indicador que observan los inversionistas internacionales, y que ha registrado sistemáticamente desequiibrios situándose en 1.6% del PIB durante 2014.

Es por esto que Banxico ha calificado el tono de la política fiscal en México como expansiva. Además, y como corolario de lo anterior, han empeorado los niveles de deuda en México.

El saldo histórico de los requerimientos financieros del sector público (SHRFSP), que representa todo el acervo neto de las obligaciones contraídas gobierno para lograr sus objetivos de políticas públicas, se situó en 2014 en 43.7% del PIB, un brutal deterioro, en relación a 29.1% registrado en 2007, antes del estallido de la crisis global.

Crecimiento estático

Lo más frustrante es que pese a esa expansión fiscal y el deterioro de las cuentas públicas, pese a esa política expansiva, la economía mexicana no se ha visto recompensada con un crecimiento más dinámico de la economía, ni con el desarrollo esperado en infraestructura, el mejor ejemplo es el déficit que se tiene en ese renglón de la industria petrolera, ni en la lucha contra la pobreza.

Lo que ahora nos dice Banxico es que esa dinámica de los egresos, dirigida al rubro de gasto corriente, ha resultado muy costosa e ineficiente, además de que resulta imposible mantener la inercia de un crecimiento sistemático observado en los últimos lustros, ante la reversión que se presenta en los ingresos petroleros.

En fin, hoy ya no hay dinero para despilfarrar y hay que empezar de cero: eliminar duplicidades en la administración pública, así como enfocar los recursos públicos en planes de inversión de capital y programas de elevada rentabilidad social, que permitan hacer más eficiente su gestión para que la población y la economía perciban la utilidad del Presupuesto. La tarea, sin duda, es titánica, pero es imperativo hacerlo ya… y hacerlo bien.

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