Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

27 May, 2015

Uber… ¿Se queda?

Las tecnologías disruptivas tienen una historia muy particular en el mundo. Con su nacimiento surgen beneficios tangibles pero también resistencias enormes de las industrias tradicionales afectadas. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el foco incandescente inventado por Thomas Alva Edison amenazó a la tradicional industria de aceites de petróleo utilizada para las lámparas y llegó a ser pintada por sus detractores como un riesgo.

Ahora la electricidad y los focos son inamovibles para la vida diaria. Lo mismo pasa ahora con el internet. Su uso es ahora arraigado en la vida diaria y desarrollo económico de cualquier persona, empresa o país.

Pues bien, en esta semana hemos sido testigos de las resistencias de una industria tradicional de transporte —los taxistas agremiados— con una tecnología que ha transformado radicalmente el transporte mediante el uso de teléfonos inteligentes y una conexión a internet.

En esta semana los taxistas, agrupados en intereses de resistencia al cambio, tomaron las calles de la Ciudad de México en un vil chantaje para evitar el uso de una tecnología que es casi ya inamovible en las grandes urbes del mundo y que todo indica no tendrá marcha atrás.

Uber y Cabify, dos aplicaciones de taxis bajo demanda, han crecido de manera explosiva en los cinco años, desde su creación, desafiando así a los servicios de taxi establecidos.

Para conocer el tamaño del crecimiento de esta tecnología es necesario únicamente ver a la aplicación líder. Uber, líder en este servicio en EU y México, estima que para 2015, sus ingresos anuales serán de 10 mil millones de dólares a escala mundial.

Estas aplicaciones surgieron bajo un precepto muy sencillo: aprovechar la capacidad ociosa de bienes como los automóviles de particulares para prestar un servicio. Su surgimiento y adopción se popularizaron por la eficiencia de utilizar una aplicación que indica en tiempo real dónde está el taxi solicitado y la transparencia absoluta del cobro que se hará por el servicio.

En cambio, los taxis tradicionales utilizan un modelo de patentes monopólicas otorgadas por el Estado para prestar el servicio. Sin embargo, este mismo Estado es incapaz de verificar, regular y vigilar que estos servicios sean eficientes. A su vez, en la Ciudad de México existe el fenómeno de la manipulación de gremios para fines políticos y de extracción de rentas ilegales.

Ante ello, no queda más que señalar que es necesario que se abra la regulación para permitir estos servicios. El bloqueo de la infraestructura vital para el desarrollo económico de nuestro país no debe ser tolerado y menos en aras de proteger intereses impopulares o políticos.

El problema es la idiosincrasia, que lleva a miles de personas a pensar que merecen ser tratados diferente que los demás; que merecen recibir prebendas o excluirse de las reglas en aras de proteger sus propios intereses.

Por ello, #Ubersequeda.

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