Víctor Beltri

Víctor Beltri

4 Jun, 2015

De verdad no entienden

La innovación requiere de un ambiente propicio para florecer. Es natural: dicho en otras palabras, sólo puede cosechar quien ha sembrado con antelación. Así ocurre en todos los aspectos de la vida: lo que hoy parece fortuito, en realidad es fruto de una serie de circunstancias que, con la visión adecuada, podrían haberse anticipado.

Así lo saben, de sobra, los atletas. La disciplina y el esfuerzo de quien practica un deporte profesionalmente no tendría ningún sentido si no fuera encaminada a un objetivo particular. Y para fijar objetivos realistas, para poder determinar el futuro, hay que saber de dónde se parte. Como el atleta que decide prepararse para la medalla de oro en la siguiente olimpiada, quien no puede pretender mejorar si no tiene un punto de referencia, que necesariamente será su resultado actual.

Un problema es, en realidad, la brecha que existe entre una situación actual y una futura. En este sentido, el término se equipara al de oportunidad, y en ambos casos es necesario determinar tanto el objetivo final como el punto de partida. De otra manera será imposible determinar metas realistas: volviendo al ejemplo del atleta, no es sino lógico pensar que la preparación necesaria, y el esfuerzo que debe dedicarse a la consecución de un fin determinado, estará ligado de manera íntima a la situación actual: quien desea participar, con probabilidades de éxito, en una maratón, debe conocer no sólo el tiempo que realizan sus oponentes, sino el suyo propio. De esta forma, el entrenamiento se dirigiría a reforzar sus fortalezas y corregir sus debilidades para poder competir con seriedad: de otra manera, y sin puntos de referencia, las competencias estarían llenas de disparidades y perderían cualquier sentido.

Lógica elemental, de nuevo. Es imposible planear sin saber la situación actual: como el que pretende ahorrar para comprar un coche, que primero que nada necesita saber de cuánto requiere, cuánto le hace falta. Si no sabe cuánto tiene, es imposible que sepa cuánto necesita. Los ejemplos sobran, y pueden ser tan sencillos o tan simples como para que cualquiera los entienda: no se puede jugar a la lotería, y pretender ganar, si no se sabe lo que hay en los propios cartones, antes de colocar los frijolitos la carta sea cantada; no se pueden conocer los kilómetros restantes a un destino cualquiera si no se conoce la ubicación actual; nadie decide sobre salir a la calle con paraguas sin revisar antes el estado del clima. No es posible planear, ejecutar y medir resultados sin un punto de comparación inicial.

Es, simplemente, absurdo. Una persona cualquiera puede exigir un lugar en, por ejemplo, un equipo profesional de futbol y negarse a que lo vean jugar para saber cuáles son sus capacidades mientras exige la titularidad en la cancha. Claro, cualquiera puede exigirlo, pero el mero supuesto suena ridículo. El entrenador debe saber al menos cuál es su nivel de juego para poder decidir si tiene la capacidad suficiente para entrar a un partido normal: a pesar de las quejas recibidas, a pesar de los lloriqueos, a pesar de las amenazas. Todo el mundo lo entiende, y de tan sabido es algo que ya no se discute. Bueno, parece que todo el mundo lo entiende, menos en México.

En México, las decisiones tomadas sobre suspender el proceso de evaluación a los maestros representan no sólo el mayor obstáculo a la innovación, sino que comprometen y amenazan seriamente la viabilidad del país en el futuro. Una decisión basada en criterios de corto plazo, inexplicable, absurda, ridícula, que por lo visto hay que explicar con peras y manzanas, con ejemplos infantiles para ver si quienes no entienden por fin lo hacen. Y decirlo con todas sus palabras: la concesión a la CNTE es uno de los errores más graves, con mayores consecuencias y repercusiones, de los últimos sexenios.
 

*vbeltri@duxdiligens.com

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