Víctor Beltri

Víctor Beltri

11 Jun, 2015

Innovación y abogados

Cualquier abogado entiende, de inmediato, el concepto de contratos innominados. Se explica por lo general al principio de la carrera, mientras se estudian las instituciones del Derecho Romano. Son contratos que se perfeccionan por el cumplimiento de una prestación, y no por el mero acuerdo de voluntades. Existen cuatro variedades de contratos innominados, y la clasificación obedece a la relación jurídica que se establezca entre las partes: do ut des, o ‘doy para que des’; do ut facias, o ‘doy para que hagas’; facio ut des, ‘hago para que des’, y facio ut facias, ‘hago para que hagas’.

Así funcionaba en tiempos de los romanos, y funciona exactamente igual ahora. Claro, en aquel entonces el do ut des probablemente se refería a la permuta de animales domésticos, mientras que hoy en día rige la relación generada tras un clic en un dispositivo móvil, entre sujetos que no se conocen y están a miles de kilómetros de distancia. Es claro que la complejidad detrás de una y otra transacción es diametralmente distinta, así como distintos serán los retos a enfrentar para llevarlas a buen término. La profusión de actores involucrados en los nuevos negocios, la diversidad geográfica de los proveedores, los nuevos sistemas de logística, son sólo algunos de los factores que hay que tomar en cuenta en el momento de entender cuáles son las relaciones jurídicas y las diversas responsabilidades que se derivan de ellas a lo largo de la cadena de valor.

Así, los abogados, para poder no sólo competir sino desempeñarse con éxito en el entorno actual, deben de prestar una atención especial no sólo a entender el funcionamiento y las peculiaridades de las instituciones jurídicas, sino a comprender cabalmente los nuevos modelos de negocio. A saber cómo funcionan realmente las cosas, a detectar cuáles son las necesidades del cliente para poder protegerlo de cualquier riesgo y maximizar los beneficios. Es ahí en donde existe un espacio claro para la innovación entre abogados: la claridad en el diagnóstico asegura que se tomarán las acciones necesarias, con los instrumentos jurídicos adecuados.

En México ocurren muchas cosas, de toda índole. Lo vemos cada día en las noticias. Pero todo indica que, además de la complejidad relativa de una situación específica, los juristas se enfrentan de forma cotidiana a una realidad que no llegan a entender por completo: es muy difícil encontrar un abogado que entienda ambos mundos. Las controversias recientes así lo demuestran: en realidad parece que nadie ha entendido bien a bien el modelo de negocio de Uber, y cómo hacerlo compatible con la regulación actual. Como tampoco nadie ha entendido por completo cómo lograr que se respete la ley en un entorno de redes sociales, o la forma de proteger la privacidad de los particulares ante el arribo generalizado de los drones. Supuestos jurídicos cada vez más complicados que no se abordan correctamente, al esperar, primero, criterios del exterior para tratar de adaptarlos a nuestra legislación. Por eso, precisamente, las cosas no embonan. Por eso los contratos no protegen lo que es importante, por eso la ley se confunde sobre el bien jurídico a tutelar.

Los abogados necesitan de la innovación, no sólo para mejorar sus propios resultados sino para poder brindar un servicio acorde a las necesidades de una realidad que cambia a pasos agigantados. Las escuelas de derecho deberían no sólo dotar a los estudiantes de conocimientos jurídicos, sino que deberían de integrar el conocimiento jurídico con lo que está pasando afuera, con los nuevos adelantos, con la nueva manera de hacer negocios, con la innovación: el abogado, más que nunca, debe de ser el más universal de los profesionales. Lo invito a continuar la conversación a través de Twitter, o de mi correo electrónico, donde responderé con gusto a sus preguntas. Innovemos juntos

*vbeltri@duxdiligens.com

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