Víctor Beltri

Víctor Beltri

18 Jun, 2015

¿Mover a México?

El movimiento, en física, es el cambio de posición de un objeto en el tiempo tomando en cuenta un punto de referencia preestablecido. Los ejemplos sobran: un viajero cualquiera, ubicado en el andén de una estación de ferrocarriles, percibe de inmediato cómo algunos trenes cambian su posición mientras que otros permanecen estáticos. Quien asiste a una carrera en un hipódromo, y grita entusiasmado mientras sujeta la boleta de la apuesta, espera que su caballo favorito tenga una posición adelantada a la de sus contrincantes en el momento de llegar a la meta; es decir, que se mueva más rápido que los demás.

El viajero espera que el conductor asuma su posición y accione los mecanismos adecuados para que el tren comience a moverse.

El apostador espera que el jinete espolee a su caballo para que se mueva más rápido. Los dos, a pesar de estar asistiendo a eventos completamente distintos, en realidad presencian fenómenos que han sido descritos y estudiados profusamente desde tiempos de Isaac Newton: la primera ley enunciada por el físico inglés se refiere al impulso necesario para que un cuerpo cambie su estado de reposo o movimiento.

Dicho en otras palabras, un objeto inerte no comenzará a moverse a menos de que sea ejercida una fuerza sobre él, y un objeto en movimiento no se detendrá a menos de que exista un estímulo externo que lo provoque, como la fricción o la propia gravedad. Ésta es conocida, también, como ley de inercia.

La segunda ley se refiere a lo que ocurre cuando una fuerza —que es el producto de la masa por la aceleración— actúa sobre un objeto en movimiento, y cómo modifica la velocidad o la dirección del objeto en cuestión. La tercera es, probablemente, la que ocupa un lugar más prominente en el imaginario colectivo, y reza que a toda acción corresponde una reacción igual y contraria.

Es claro que nuestro país no marcha en la dirección adecuada, y es necesario imprimirle no sólo rumbo sino movimiento. La labor es enorme: en algunos sectores el tren permanece en la estación, a pesar de que los viajeros están listos —e incluso ansiosos— para iniciar su recorrido.

En otros, y a pesar de la desesperación de quienes han apostado su capital a un caballo que se anunciaba como ganador seguro, la distancia con respecto a quienes van liderando la carrera es cada vez mayor.

Es necesario mover a México. Y no sólo es necesario, sino que es urgente. No basta con tener el tren, la estación, los pasajeros e incluso el combustible necesario: sin una fuerza externa, sin un estímulo de la intensidad suficiente, simple y sencillamente, nada ocurrirá.

Como tampoco podrá ganar una carrera el jinete que no sepa cómo utilizar espuelas, fuete, rodillas y voz: el hecho de contar con un corcel en forma, en un hipódromo de primer mundo, no basta para reventar las apuestas y limpiar la casa en las carreras de caballos.

Hace falta mucho más, hace falta la fuerza capaz de vencer la inercia, hace falta entender que el cambio de movimiento es proporcional, siempre, a la fuerza que se imprime sobre el objeto. Y es preciso, también, entender que a toda acción corresponde una reacción de la misma intensidad y en sentido contrario: si no se comprende a los opositores jamás se podrá convertirlos en aliados.

El problema es que parece que queremos mover a México simplemente allegándonos de los recursos que creemos necesarios para tal fin, sin entender que el movimiento es mucho más que eso.

No se trata simplemente de aprobar las reformas, crear los institutos, conceder algunos estímulos e imprimir la frase alusiva al movimiento en las cajas de los televisores que regala el Estado. Para mover a México se necesita de un impulso definitivo, de la fuerza suficiente, del torque que sólo la innovación puede brindar. Es hora de mover a México en serio. Es hora de innovar.

vbeltri@duxdiligens.com

Twitter: @vbeltri

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