Adina Chelminsky

Aprendiz de brujo

Adina Chelminsky

19 Jun, 2015

Más vale avizorar que lamentar

Recientemente me reuní con un querido amigo, muy exitoso y con una trayectoria muy larga en su campo de trabajo, y me platicó que estaba empezando a enfocar parte de su negocio a una línea nueva de productos (relacionados en términos de producción con sus productos tradicionales, pero con un mercado diametralmente diferente). Un movimiento estratégico muy poco conservador. Cuándo le pregunté por qué, usando yo un poco la cantaleta de más vale malo por conocido, me respondió: “¿Sabes qué? Creo que se viene una crisis en mi mercado y quiero empezar a prepararme de antemano para resentirla lo menos posible”

Me impresionó la visión. Primero, por la percepción que tiene del mercado en que se mueve (sin duda más sabe el diablo por diablo y por la experiencia que tiene), que le permite percibir con anticipación lo que va a pasar y segundo, por la solución que le está dando al problema; una línea de productos que operativamente (y en cuestión de costos directos) no es muy diferente ni muy cara de cambiar y que le abre las puertas a un mercado completamente diferente.

Como emprendedores estamos acostumbrados a que la innovación es parte fundamental de nuestros negocios. Pero generalmente innovamos por modernización, no por anticipar una crisis económica general, o en nuestro mercado.

Usando una metáfora de futbol americano: innovamos jugando a la ofensiva y no a la defensiva.

Pero el innovar por responder a una necesidad del mercado. Algo así como innovar por obligación y no por gusto es casi tan, o más, necesario.

La sabiduría popular dice que cuando se huele una crisis es momento de prudencia y de jugar con las cartas pegadas al pecho. Pero, quizá, es en este momento cuando se tienen que tomar las decisiones más agresivas.

Pero los buenos emprendedores no se destacan por la prudencia. Para bien o para mal, el emprendimiento depende de tomar decisiones agresivas, e incluso controversiales, en los momentos difíciles.

Sin embargo, decisiones agresivas no quiere decir tomar decisiones a la ligera. No es cuestión de aventar toda la estrategia al viento y echarse como “gorda en tobogán”.

Cuando percibes el diluvio que viene (o sea una crisis o cambios radicales que se avecinan) lo mejor es tener un plan pensado y estructurado. La estructura JAMÁS es enemiga de la proactividad ni de la agresividad.

Las tres preguntas que todo empresario se debe de realizar antes de hacer un cambio de rumbo en respuesta a lo que piensa serán tiempos difíciles… y que se debe hacer y contestar antes de dar un paso en la dirección del cambio, son:

¿Por qué? A qué responden los cambios que quiero hacer. ¿Veo una crisis sólo en mi mercado o en la economía en general? ¿Cuáles son las causas? El poder estructurar bien lo que piensas va a ser la situación de cambio (aun cuando sea una simple visión a futuro) y que  permite dar pasos más seguros y con mayor contundencia. Ojo, esto no quiere decir que no te vas a equivocar en las predicciones.

¿A dónde quiero llegar? Veo una crisis ¿Cuál es la mejor manera de proteger mi negocio/ingresos/ganancias de ella?  ¿Qué oportunidades puedo aprovechar o que mercados nuevos/productos nuevos/ servicios nuevos puedo ofrecer?

¿Cómo? ¿Cuáles son los pasos que tengo que tomar? ¿En dónde tengo que hacer los cambios? ¿Qué cambios internos tengo que hacer? ¿Cuánto me va a costar? ¿Con quién me tengo que aliar para poderlos lograr?

 El avizorar una crisis es una enorme oportunidad tanto como medida de protección al negocio como por la oportunidad que brinda para abrir nuevos caminos y encontrar nuevas alternativas. Como bien dice Warren Buffett: Ten miedo cuando los demás son ambiciosos. Sé ambicioso cuando los demás tienen miedo.

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