Salo Grabinsky

Del verbo emprender

Salo Grabinsky

20 Jun, 2015

Los emprendedores maduros

Confieso que no soy ningún  bebé. Llevo casi treinta años de escribir en Excélsior, ustedes pueden imaginar mi edad, que no es un secreto.

En mis andanzas, he conocido a multitud de emprendedores que, con justa razón, me informan de su esfuerzo por fundar negocios y grandes familias, así como el orgullo de sus logros. Hay que apreciar su tesón y, aunque algunos digan lo contrario, su contribución a las comunidades donde viven, con empleos y  riqueza.

Todo eso está bien, pero al proceso natural de envejecimiento y al empezar los “nunca” (yo nunca me enfermaba, ni me dolía la columna, etcétera) se genera un curioso fenómeno en algunos  emprendedores.

Yo lo llamo el “síndrome de Juan Ponce de León”, aquel explorador español que, en la península de Florida, buscó la fuente de la eterna juventud. Mis amigos ven que sus fuerzas físicas se escapan, su cuerpo envejece, les salen canas y se resisten a perder su juventud. Por un lado, emprenden el sano camino de hacer ejercicio, cuidar su peso y checarse constantemente.

Por el otro lado, y esto es  grave, empiezan a recurrir a recetas de farsantes para recuperar la potencia y virilidad, a hacerse costosos arreglos estéticos que, si no están bien hechos, sólo provocan burlas y el ridículo, pero el problema estriba en que empiezan a creer su propia fantasía y caen en manos de vivales y cazafortunas que destruyen su sueño y el de sus familias.

Un ejemplo actual (revista Vanity Fair de junio de 2015)  es el del señor Sumner Redstone, un magnate norteamericano que a sus 92 años ha declarado que él “nunca se va a morir” y, por lo tanto, tiene en vilo a dos grandes empresas de su propiedad: Viacom y la cadena CBS de televisión. Obviamente, la familia heredera y los ejecutivos clave de ambos negocios están en ascuas, además de que no existe un testamento formal ni un plan de sucesión explícito.

Don Sumner es atendido día y noche por dos damas jóvenes, una es su amiga actual, de 40 años, y la otra, su examante, que es unos años mayor, mismas que juran que él está en perfectas condiciones físicas y mentales, a pesar de que hace meses que no sale de su mansión. ¿Cómo acabará esta tragicomedia? No lo sé, pero les aseguro que habrá problemas con las familias, empresas y peligro para sus decenas de miles de empleados.

Otro caso famoso es el del fundador de Playboy, Hugh Hefner, que lleva décadas de vivir rodeado de “conejitas” en su mansión. Hasta donde sé, la administración del negocio la tiene, de manera profesional, su hija Christine.

Quiero proponerles a mis amigos maduros que hagan un esfuerzo para dirimir a tiempo su sucesión y herencias para evitar tragedias. Por cierto, el 25 de junio doy  “Empresas entre hermanos” en el DF. Informes al 55 5294 8407. O al correo: irma.direccion@hotmail.com. ¡No se lo pierda!

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