Víctor Beltri

Víctor Beltri

25 Jun, 2015

Narro, rector innovador

Las palabras del rector Narro no tienen desperdicio: “Mexico es un país que tiene una enorme capacidad, y al mismo tiempo una gran necesidad, en materia de innovación; y eso se refiere a los temas empresarial, comercial y por supuesto político; todos los órdenes de la vida colectiva son sujetos de este cambio requerido, de esta transformación, de esta búsqueda de hacer mejor las cosas y la parte social no se escapa de ninguna manera a esta innovación”.

Así lo expresó en la ceremonia de entrega del Premio Santander a la Innovación Empresarial, y tiene razón de principio a fin. En México tenemos una enorme capacidad de innovación: de una forma u otra hemos sabido salir adelante y resolver, aunque sea temporalmente, los males que nos aquejan. Nos hemos enfrentado a crisis económicas inmemoriales; hemos sorteado la transición de un partido hegemónico a una democracia que, aunque terriblemente imperfecta, funciona; hemos atravesado un conflicto interno que nos ha desangrado y dividido; hemos vivido una crisis política tras otra, a cuál más colorida. Hemos sabido resolver —insisto, temporalmente— los problemas a los que nos hemos enfrentado, pero sin estructura alguna, sin un fin ulterior al cual se sometieran los objetivos y acciones de nuestras instituciones.

Es por eso, precisamente, que acierta de nuevo el rector Narro cuando asevera que, al mismo tiempo, tenemos una gran necesidad de innovación. Los parches y remiendos que hemos instalado sobre la estructura han servido a su propósito, pero las áreas de oportunidad son evidentes a lo largo y ancho del gran entramado institucional, mismo que no se limita a los temas empresariales o comerciales, sino que incluye también los políticos.

Y es que, sin innovación, las mejoras en un sistema cualquiera no son sino incrementales: esto, en el mundo vertiginoso de la tecnología actual, puede ser rebasado en un instante. Es necesario fomentar el surgimiento de mejoras disruptivas, de nuevos modelos de negocio, de una forma nueva de integración entre la iniciativa privada, la academia y el sector público: los nuevos modelos de gestión compartida, en boga en otros países del mundo, requieren de la comprensión de estas colaboraciones en un sentido mucho más amplio, mucho más proclive a lograr el desarrollo integral de la sociedad a partir de cambios cuidadosamente diseñados. Esto es hacer innovación real, innovación con resultados palpables, innovación con sentido social.

Es necesario que las palabras del rector Narro sean escuchadas con claridad. Más aún, cuando hace un par de días declaró, en la inauguración del 56 aniversario de la Academia Mexicana de Ciencias, que en términos de ciencia e innovación “estoy convencido de que vamos en la dirección correcta, y también de que conviene seguir insistiendo en que no se pierda el paso y que, por el contrario, no importan las vicisitudes de nuestra economía, tenemos que encontrar la manera de hacer esa inversión inteligente en el futuro del país, que tiene que pasar por la educación, la ciencia y la cultura”.

El rector parece tenerlo muy claro: es necesario tener una visión distinta, un cambio en la forma de concebir los recursos destinados a la innovación como una inversión, y no como un gasto. Una inversión inteligente, como incluso la denomina, y que está dirigida, de forma directa, al futuro de nuestro país. Una inversión que, como lo asentó en el mensaje referido con anterioridad, debe motivar un cambio en todos los órdenes de la vida colectiva, que debe de suponer una transformación verdadera e incidir, como en ningún otro ámbito, en la parte social.

Bien por el doctor Narro, que sin duda entiende de innovación. Ahora, esperemos que el mensaje llegue al receptor adecuado. Lo invito a continuar la conversación a través de Twitter, o de mi correo electrónico, donde responderé con gusto a sus preguntas. Innovemos juntos

*vbeltri@duxdiligens.com

Twitter: @vbeltri

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