'Los empresarios no deben ser tan amables con los inversionistas'

El director general de BlackRock y administrador de bienes más grande del mundo, Lawrence D. Fink declaró lo anterior recientemente
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'Los empresarios no deben ser tan amables con los inversionistas' dijo el director de BlackRock
'Los empresarios no deben ser tan amables con los inversionistas' dijo el director de BlackRock

El martes 14 de abril, los directores generales de 500 de las compañías más grandes del país recibieron una carta por correo que muy probablemente los sorprendió.

El remitente de la misiva era Lawrence D. Fink, director general de BlackRock, el administrador de bienes más grande del mundo. Fink supervisa más de cuatro billones de dólares – eso es un 4 seguido de doce ceros – en inversiones, lo que quizá lo convierte en el accionista más importante del mundo.

Les dijo a los empresarios que muchos de ellos han tratado de devolverles dinero a los inversionistas mediante las llamadas medidas favorables para los accionistas, como pagar dividendos y recomprar acciones.

Para Fink, esas maniobras, realizadas a veces bajo presión de inversionistas activistas, están dañando la creación de valor a largo plazo y podrían constituir un perjuicio para las empresas y sus inversionistas, a pesar del aumento del valor de las acciones, como resulta con frecuencia.

“Los efectos de este fenómeno cortoplacista son inquietantes tanto para quienes desean ahorrar con objetivos de largo plazo, como su retiro, como para la economía en general”, observa Fink en la carta. Él afirma que tales medidas se hacen a costa de las inversiones en “innovación, en mano de obra capacitada y en gastos de capital necesarios para sostener el crecimiento de largo plazo”.

En momentos en que los inversionistas están pidiendo – y aplaudiendo – altos dividendos y mayores recompras, Fink se está oponiendo a esta tendencia.

Las compañías de Estados Unidos gastaron casi 1 billón de dólares el año pasado en recompra de acciones y pago de dividendos y prácticamente todas las grandes empresas estadounidenses están dedicadas a estas prácticas. General Electric anunció la semana pasada que recompraría 50,000 millones de dólares de sus acciones, después de haber vendido la mayor parte de GE Capital. Apple autorizó una recompra por 90,000 millones de dólares de sus propias acciones el año pasado. Exxon Mobil gastó 13,000 millones de dólares el año pasado en sus propias acciones, IBM, a la que he cuestionado por sus agresivas prácticas de recompra y pago de dividendos, ha gastado 108,000 millones de dólares desde el año 2000 recomprando sus propias acciones.

Más que considerar regresarles todo este dinero positivamente a los accionistas, Fink dice que esta medida “envía un descorazonador mensaje sobre la capacidad de la empresa para usar prudentemente sus recursos y elaborar un plan coherente para crear valor a largo plazo”. Aun más, él sostiene que “con las tasas de interés cercanas a cero, regresarles a los inversionistas cantidades excesivas de capital” no es útil pues ellos “disfrutarán de beneficios relativamente magros en este ambiente”.

Fink y yo hemos discutido y debatido este tema desde hace más de un año. La semana pasada, antes de enviar su carta, que escribe cada año, él me la enseñó.

“Yo siento las mismas presiones que otros directores generales”, me dijo. Pero sugirió que no es culpa de la administración ser tan miope: los mismos inversionistas podrían ser el problema. “Los inversionistas necesitan concentrarse en estrategias de largo plazo y en resultados de corto plazo”, dijo Fink, señalando que actualmente vivimos en una “sociedad apostadora”.

Fink tiene una novedosa sugerencia para animar a los accionistas a asumir una perspectiva más amplia, pero ésta bien podría molestar a sus colegas en Wall Street. Él recomienda que las ganancias en inversiones mantenidas por menos de tres años sean gravadas como ingresos ordinarios, no con la tasa usual de ganancias de capital de largo plazo, que ahora se aplica después de solo un año.

“Pensamos que la política fiscal de Estados Unidos, tal como está ahora, incentiva la conducta de corto plazo”, afirma en su carta. “¿Desde cuándo se considera que un año es una inversión de largo plazo? Una estructura más efectiva sería conceder tratamiento de largo plazo solo después de tres años, y después reducir la tasa fiscal por cada año de propiedad posterior hasta, posiblemente, llegar a cero después de diez años.”

Fink alega que tal cambio en la política fiscal “crearía un profundo incentivo para bienes de más largo plazo y podría designarse como neutral por ingresos. En pocas palabras, una reforma fiscal que promueva las inversiones de largo plazo beneficiaría tanto a las compañías que dependen del mercado de capital como de los cientos de millones de personas que ahorran para su retiro.”

Cuando se le preguntó si ese cambio en la política fiscal no reduciría la liquidez del mercado, Fink respondió en son de burla: “No creo que a Warren Buffett le importe mucho la liquidez.”

Es refrescante ver a un ejecutivo financiero hablar con sentido sobre estas cuestiones.

Sin embargo, Fink no está siendo altruista. En cierta medida, él está predicando en su favor. El modelo de negocios de BlackRock, a diferencia de tantas empresas financieras que dependen de las comisiones por transacciones, no requiere darle vuelta a su cartera. Dado su tamaño y escala, BlackRock a veces mantiene sus inversiones por décadas.

Así pues, desde una perspectiva financiera, Fink tiene poco que perder. De hecho, la firma tendría mucho qué ganar si se ajustaran las reglas fiscales para que fueran más favorables a la forma en que invierte Fink. (¿Y en qué afecta proponer un cambio de política fiscal, por inteligente que sea, si tiene muy pocas posibilidades de que llegue a ocurrir?)

Eso no quiere decir que Fink no cree en lo que está diciendo. Él es un ejecutivo financiero relativamente progresista que ha sido demócrata por mucho tiempo y que ha tomado posturas que aborrecen muchos de sus colegas en el mundo de las finanzas.

Para Fink, la miopía que invade a las empresas estadounidenses es solo un síntoma de un problema mayor. “Esto no es solo un problema corporativo”, afirmó. “Es un problema de la sociedad, ya sea que se trate de la atención médica, la política o los negocios.”

También dijo que reconoce que su carta quizá no sea bien vista en ciertos medios, pero justificó su enfoque diciendo que “no estoy tratando de hacer amigos o enemigos”.

A pesar de sus protestas, Fink advirtió que “no hay nada inherentemente malo en devolverles capital a los accionistas de manera mesurada”, y agregó: “Y las exigencias de los activistas tampoco están necesariamente enfrentadas a los intereses de otros accionistas”. Pero lo que le preocupa a Fink es cuando las cosas se llevan al extremo, como parece ser el caso en el mercado actual.

Empero, Fink está atacando directamente el auge de los inversionistas activistas, como Carl C. Icahn, que han hecho carrera presionando a las compañías para que les devuelvan dinero a los accionistas.

Fink reveló que se había reunido con dos activistas la semana pasada. Uno de ellos le dijo: “Usted me odia, ¿no es verdad?”

“No, no lo odio”, respondió Fink. “Solo estoy tratando de establecer cierto equilibrio.”

*bb

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