Víctor Beltri

Víctor Beltri

16 Jul, 2015

El regreso de París

La fuga de prisión de Joaquín Guzmán marcará, sin duda, un punto de inflexión en la historia de nuestro país. Como lo representó también el momento de su captura, hace poco más de un año: es imposible no comparar los semblantes triunfalistas de entonces con la desaparición de ahora, so pretexto de un viaje que, y sólo por cumplir con dignidad con el protocolo diplomático, tendría que haber terminado justo después del desfile en el que nuestro país tuvo un lugar prominente.

Así, el viaje nos deja a obscuras de reacciones y declaraciones, de la humanidad de quien debe estar enfrentando su momento más complicado y observa, a lo lejos, las fumarolas bajo las que se consume su prestigio, su legado, el poder de negociación que ahora realmente necesita. La situación es difícil, muy difícil, y es por eso que el incendio de la desconfianza debe de apagarse, antes de que se propague al resto de una administración que, por otra parte, en su mayoría continúa en París.

La tensión se sigue acumulando: el domingo fue de incredulidad, el lunes de rabia, el martes de burla. El miércoles comenzaron a conocerse algunos hechos más a detalle, levantando indignación, y esto continuará así, en una olla cuya presión nadie está vigilando pero que habrá de reventar en cuanto el Presidente aterrice acompañado de sus cientos –y cientos– de invitados. Es inevitable, como un choque de trenes que se anticipa a la distancia: sin embargo, lo que ocurra después del incuestionable mal trago todavía está por definirse.

Un problema es, en términos de innovación, la brecha que existe entre una situación actual y una futura, presumiblemente mejor. En la medida en la que se encuentra la manera de hacer que esa brecha sea menor, el problema se soluciona de forma más eficaz. En este caso, parece claro que nos encontramos en medio de uno de los más complicados, no sólo del mandatario que observa a lo lejos a su patria y se pregunta cómo hará para regresar, sino de la nación entera.

La fuga de Joaquín Guzmán no afecta tan sólo al presidente, sino que repercute de forma nociva en todos los sectores: la fuga de quien en su momento fuera, y vuelve a ser, el narcotraficante más buscado del mundo, no es sino una muestra clara de un Estado de derecho inexistente, de que en nuestro país todo tiene precio si se sabe preguntar a la persona adecuada. Es imposible –como han consignado todas las plumas pero es preciso seguir haciendo– que el escape de prisión más impactante de los últimos años haya tenido lugar sin la colaboración activa de las autoridades: la profusión de sensores y cámaras, así como los protocolos que al parecer se siguen al interior de ese reclusorios, lo indican de esta manera. Es imposible, incluso para el criminal que aparece tanto en la lista de los más buscados como en la de los más ricos del mundo, diseñar un túnel de tal envergadura, precisión y características técnicas sin ayuda interna.

Es posible, sin embargo, que no todo esté perdido. O al menos no por completo. Es posible que la fuga de Guzmán constituya el cambio disruptivo necesario para que este país comience a moverse por fin, para que sea la sociedad quien exija verdadera transparencia y rendición de cuentas a quienes ejercen la administración de lo público.

No podemos adivinar lo que cruza por la cabeza del Presidente mientras atiende un acto oficial tras otro y las noticias le llegan tras pasar por varios filtros. Sin embargo, de lo que suceda a su regreso dependen demasiadas cosas, depende la confianza de la gente, depende la credibilidad ante los inversionistas, depende la fortaleza de nuestras instituciones. Depende, en pocas palabras, la paz interna a corto plazo y la viabilidad de la nación en el mediano. Descuidar algo así, de nuevo, sería simplemente imperdonable.

*vbeltri@duxdiligens.com

@vbeltri

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