Así es como China podría causar otra recesión global

Cada vez que las autoridades de ese país ven dificultades financieras, acuden al rescate abaratando el crédito, lo que implica más deuda y formación de burbujas, que ante el riesgo de que estallen, vuelve a estimular su modelo regalando más crédito
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El gigante asiático es quizás el máximo exponente de tres anomalías que conforman un mortificante círculo vicioso. Foto: Getty
El gigante asiático es quizás el máximo exponente de tres anomalías que conforman un mortificante círculo vicioso. Foto: Getty

La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) mantiene el mismo plan: su pretensión es subir las tasas de interés antes de que acabe el año, tal y como ha venido advirtiendo Janet Yellen, presidenta de ese banco central. De hecho, la posibilidad de que sea en la reunión de septiembre sigue abierta.

La economía de Estados Unidos, nos vienen a decir, está lista para asimilar un aumento de tasas, y quizás sí pero, ¿lo está el resto del mundo?

A nuestro juicio, que la Fed suba o no las tasas de interés en septiembre ya no está tanto en función de lo que pase con la economía de Estados Unidos, sino de cómo se comporten los mercados globales y, muy en particular, la turbulencia que ha mostrado el mercado de China en los últimos días.

Vulnerabilidad financiera

El gigante asiático es quizás el máximo exponente de tres anomalías que conforman un mortificante círculo vicioso: uno, vive plagado de burbujas; dos, su expansión está sustentada en un intervencionismo brutal; y tres, ese propio intervencionismo convierte a su economía en un adicto del crédito barato que alienta nuevos excesos.

Las burbujas ya están, y se concentran mayormente en el sector inmobiliario y en el mercado bursátil.

Primero los ahorradores chinos invirtieron en casas. Pero una vez que se saturó ese mercado, los inversionistas  han desplazado su interés hacia la Bolsa. Allí acudieron en masa tanto los ahorros familiares como corporativos.

Así, el Shangahi Composite, índice del mercado bursátil chino, antes del reciente derrumbe había trepado en torno a 150 por ciento en el último año.

Lo malo es que cuando se conforman burbujas hay que sostenerlas.

Un estallido de la burbuja inmobiliaria o bursátil derivaría en un aterrizaje forzoso de la economía china, en una recesión que no se puede permitir el Politburó chino.

Su hegemonía política se sustenta en su éxito económico y una grave recesión podría sacar a la calle a millones de ciudadanos que demandan una mayor libertad y democracia.

Sistema, en duda

A la inestabilidad económica se añadiría la inestabilidad política y se pondría en riesgo todo el sistema de gobierno del Partido Comunista Chino.   

Pero además, una grave crisis económica en China provocaría una recesión global, toda vez que, ese país, por su tamaño y por su influencia es ahora un gran riesgo sistémico.

Hasta ahora su suave desaceleración económica, al pasar de crecimientos de dos dígitos a una tasa posiblemente inferior a siete por ciento para este año, ha detonado un abrumador derrumbe de los precios de las materias primas, los cuales cotizan actualmente en mínimos de 13 años.

Ese desplome de las cotizaciones ha conducido, a su vez, al estancamiento económico a muchos países emergentes, cuyo modelo de crecimiento consistía, fundamentalmente, en venderle insumos primarios a la gigantesca fábrica china. Beijing, que buscan posicionarse como la primera potencia mundial, que se vanagloria de su éxito económico, no toleraría la ignominia de hundirse a los ojos del mundo y arrastrar con su desgracia a la economía global. 

Salvavidas a la mano

En consecuencia, cada vez que algo falla, que la economía flaquea o que las Bolsas se hunden, las autoridades acuden al auxilio aprovechando su poder intervencionista.

Si el crecimiento pierde fuelle, reducen el encaje bancario, o abaratan el crédito con un recorte en las tasas de interés, o permiten a los bancos estatales prestar más a las empresas, obviando el riesgo que dichas operaciones conllevan.

Incluso, si es la Bolsa lo que les espanta, allá van a suspender la cotización de las empresas que así lo deseen, o a cancelar la salida al mercado de nuevas compañías, o prohibir la venta de acciones por parte de grandes e influyentes inversionistas, incluso comprar acciones a través de sus poderosos tentáculos financieros. 

Riesgo social

Además se aborda un tercer problema, el del riesgo moral.

Los chinos también se han acostumbrado a que cuando las cosas van bien, se puede hacer mucho dinero en el sistema financiero; y que cuando va mal, allá van las autoridades al rescate.

Por lo que no sólo se arremolinan para jugar en la Bolsa, sino que además, en vez de apostar sólo el efectivo del que disponen, ya le han tomado gusto a las prácticas de apalancamiento, es decir, tomar dinero prestado para invertir en acciones, lo cual le permite magnificar las ganancias en caso de acertar en su apuesta (o sufrir estruendosas pérdidas en caso de errarle).

Esas operaciones resultan más jugosas cuanto más barato es el crédito, y como cada vez que surgen dificultades la solución es reducir el costo del dinero, el endeudamiento se ha elevado a niveles desorbitantes.

De hecho, el nivel de deuda que los chinos han adquirido para invertir ese dinero prestado en Bolsa (margin debt) alcanzó un máximo de 2.3 billones de yuanes en junio (algo así como 366 mil millones de dólares), cuando un año antes se situaba en torno a 400 mil millones de yuanes, lo que implica un aumento de 465 por ciento.

Detrás del rally de 150 por ciento del Shanghai Composite está ese escalofriante incremento del margen de deuda, con el riesgo que implica.

Pasivos peligrosos

Pero además, la deuda corporativa es la más elevada del mundo entre las grandes potencias en relación al tamaño de su economía: ronda 125 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).

Claro que conforme el crecimiento pierde vigor, cada vez les resulta más difícil honrar sus obligaciones, lo que se ha traducido en una oleada de impagos. Con la actividad económica en franca desaceleración, los proyectos de inversión cada vez son más arriesgados y menos rentables.

Pero un freno a la inversión ahonda la desaceleración, por lo que las autoridades reaccionan bajando las tasas para estimular el crédito, la inversión, el crecimiento … y la deuda.

Al final de 2014, el crédito doméstico del sector bancario chino representaba 169 por ciento del PIB.  

Política monetaria

Cada vez que el Banco Popular de China baja las tasas se logran varios objetivos: uno, alivia el servicio de la deuda de las empresas y los riesgos de moratoria; en segundo lugar, facilita que se asuma un mayor apalancamiento, lo que da sustento a las Bolsas; en tercer lugar, un consiguiente rally bursátil genera beneficios en las empresas, que cada vez apuestan más en el mercado financiero como alternativa de negocio.

En cuarto lugar, permite a las empresas adquirir préstamos ofreciendo como garantía unas acciones que hasta hace poco subían como la espuma; y como quinto objetivo, ante la desaceleración de los sectores reales, apuestan a que sea el sector financiero el que impulse la actividad económica.

En la primera mitad de 2015, el sector financiero creció 17.5 por ciento respecto al mismo periodo del año previo, dato que muestra un fuerte impulso, comparado con el alza de siete por ciento del PIB total.

Por tanto, cada vez que las autoridades ven dificultades, acuden al rescate abaratando el crédito, lo que implica más deuda y más burbuja, que ante el riesgo de que estalle se vuelve a estimular regalando más crédito.

Ahí está el círculo vicioso y letal, un circuito que si se rompe provocaría una catástrofe de grandes dimensiones, pero que si se sigue alimentando de forma indiscriminada terminará un día por tornarse insostenible.  La Fed, claro, sabe que si sube las tasas podría destrozar ese círculo y crear una gran crisis en China que se expanda a todo el mundo.  Por eso en el comunicado, desde hace ya un tiempo, sostiene que además del empleo y la inflación, seguirá de cerca los “acontecimientos financieros internacionales”.

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