Salo Grabinsky

Del verbo emprender

Salo Grabinsky

1 Ago, 2015

Amigos especiales

Uno de los periodos más intensos e inolvidables de mi vida fue mi estancia en Nueva York, aprovechando las becas que me otorgaron varios organismos internacionales. No podré agradecer jamás los beneficios que obtuve y espero haber retribuido a mi país con constantes labores comunitarias. Un mundo nuevo se abrió para mí al llegar a la “casa internacional” (International House) de esa ciudad, donde viví varios años rodeado de jóvenes de decenas de países.

En un ambiente de profunda tolerancia y libertad, pero con la premisa de dejar a la gente estudiar y no hacer ruido después de ciertas horas, el convivir con innumerables personas de todas las razas, condiciones sociales, políticas  y credos ha sido, hasta ahora, una experiencia comparable con mis estudios.

Como se imaginarán, en esa residencia se armaban grandes juergas, conciertos ofrecidos por estudiantes de las mejores escuelas del país, que con eso pagaban parte de su estancia y, también, sus romances, que terminaron, en muchos casos, en matrimonios binacionales y un ambiente de polémica entre ciudadanos de países enemigos entre sí.

Si a eso le aunamos los estragos morales de la guerra de Vietnam, el inicio de las revoluciones del consumo de droga y la libertad sexual, todo fue una experiencia fuerte, pero  inolvidable.

El tema más importante de mi estancia en International House fueron los amigos que encontré, mismos que me ayudaron en tiempos de nostalgia y tristeza (y viceversa), y que conservo hasta la fecha, muchas décadas después. Varios han partido y sus recuerdos me entristecen, pero sigo con otros, con los cuales es un placer comunicarse y, de vez en cuando, verse. Un ejemplo: Acabo de visitar en Canadá a un amigo de esa época y su historia es relevante para ver cómo, a pesar de la violencia, corrupción e intolerancia que son una lacra mundial, la gente logra sobrevivir, crear una familia muy unida y progresar para lograr un importante patrimonio.

Nizar Sayani es un hombre de religión musulmana chiita. Forma parte de un grupo especial llamado “ismaelitas” proveniente de la India, Afganistán, etcétera. La pobreza y la violencia de esa región hizo emigrar a la familia a Uganda, África, a principios del siglo pasado, lugar donde nació mi amigo.

En los años setenta, un siniestro dictador llamado Idi Amin expulsó a los indios y otras etnias del país, por lo que muchos tuvieron que empezar de nuevo en Canadá. Nizar decidió estudiar en Nueva York y lo hizo con muchas privaciones, pero al emigrar su familia sus conocimientos lo ayudaron a crecer y lograr crear un patrimonio.

Mi amigo y su amiga y esposa Tasnim han trabajado juntos hasta la fecha, tienen dos hijos y, sobre todo, apoyan a su gente, son pacíficos, tolerantes y muy espirituales con respecto de los demás.

En este mundo en peligro por los fundamentalismos, las guerras y el racismo, es un honor tener como amigos a gente abierta, emprendedora, que deja huella con su cultura y tradiciones de siglos.

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