Luis Enrique Mercado

Perspectivas

Luis Enrique Mercado

3 Ago, 2015

Las angustias de Agustín Carstens

Nunca, Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, había estado tan preocupado; ni siquiera cuando, siendo secretario de Hacienda, le tocó enfrentar la crisis financiera global de 2009.

Y es que ahora las amenazas son muchas y no hay respuesta para todas; más aún, a no ser una acertada política monetaria, el país tiene pocos instrumentos para enfrentar el temporal.

Casi podría afirmarse que, por mucho optimismo que se tenga, el vendaval que viene tendrá graves efectos en la economía mexicana.

Las amenazas son muchas:

* El aumento en la tasa de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), que se concretará más temprano que tarde, debido a la recuperación de la economía de ese país, que ya en el segundo trimestre del año creció a un ritmo anual de 2.3 por ciento.

* Una economía mundial que no termina por encontrar el camino a la recuperación, con amenazas como la probable crisis brasileña, la de los mercados bursátiles de China y la posibilidad de una suspensión de pagos por parte de Puerto Rico.

* Los bajos precios de petróleo y la caída en la producción de crudo, que vulneran los ingresos del país.

* La baja popularidad del presidente Peña Nieto y su gobierno, que sin duda restan márgenes de gobernabilidad.

* La depreciación del peso mexicano, de la que la opinión pública culpa al actual gobierno y que podría tener sus efectos negativos en la inflación.

* El bajo crecimiento económico y las dificultades para el aterrizaje de las reformas estructurales.

La educativa, por la oposición de grupos de maestros y la energética, por la caída en los precios del petróleo.

Y ante este panorama turbulento, lleno de amenazas de tan diverso tipo, el Banco de México debe decidir si sube o no la tasa de interés de referencia, que hoy está en tres por ciento.

La depreciación del peso aconsejaría aumentarla para fortalecer la moneda mexicana; sin embargo, hacerlo antes de la Reserva Federal podría descoordinar las políticas monetarias de ambos países, que deben estar en sincronía.

Y tanto Agustín  Carstens como todos los miembros del consejo saben, aunque la prudencia con que se manejan evita que lo manifiesten en público, que la Secretaría de Hacienda no ha estado particularmente atinada.

No pudo manejar con eficacia el gasto público en 2013, introdujo una Reforma Tributaria equivocada en 2014, no hicieron el recorte del gasto público a tiempo y no han sabido manejar una recuperación económica que se inició y se desinfló con enorme rapidez.

Más aun, mientras en la propia Junta de Gobierno, todos los miembros manifiestan su preocupación ante el panorama que se observa, los funcionarios de Hacienda desbordan optimismo “ante el México que se transforma”.

La verdad es que hay muchas razones para que Carstens esté preocupado.

La turbulencia económica mundial es grave, de dimensiones impredecibles y éste no es el mejor momento de México para hacerle frente.

Sería necesario que Hacienda actuara en consecuencia y dejara de enfrentar la situación con visión política y no con herramientas económicas; sería indispensable que las señales del recorte fueran más claras y que éste se concretara; sería necesario que el gobierno recobrara el manejo pleno del país y que la popularidad del Presidente de la República se recuperara un poco.

Porque la tormenta se ve grande.

Hasta el próximo lunes con nuevas… Perspectivas.

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