Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

5 Ago, 2015

Días de radio

Agosto de 1955. Tan solo una década después de que las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki pusieron fin de tajo a la Segunda Guerra Mundial, la carrera tecnológica enfrentaba de nueva cuenta a Japón y Estados Unidos. Y, esta vez, el escenario del combate apenas superaba el tamaño de una caja pequeña.

Personaje clave de esta historia es Nobutoshi Kihara, nacido en Tokio en 1926 y quien desde niño abrazó la vocación ingenieril. No sólo porque varios integrantes de su familia ejercían esa profesión, sino porque cursar esa carrera era una oportunidad para no cumplir con el servicio militar, justo en los años del conflicto bélico. Se inscribió así en la Universidad de Waseda y, para costear su carrera, aprendió en sus ratos libres a reparar (y en algunos casos revender) los aparatos receptores de radio que la gente desechaba por descomposturas o cuando creía que terminaba su vida útil.

En aquella casa de estudios conoció al profesor Masaru Ibuka, cofundador en 1946 de la compañía electrónica Tokyo Tsushin Kogyo K.K., abreviada comercialmente como Totsuko, la cual colocó avisos en el campus para ofrecer empleo a los egresados. Kihara admiraba aquella empresa desde su época de reparador de radios por la calidad de los componentes que fabricaban, y no dudó en pedir una oportunidad. Desde la primera entrevista de trabajo surgió la química: al empresario le llamó la atención la pericia del joven estudiante en la ingeniería mecánica y por ello lo invitó a unirse a Totsuko en 1947.

Interesado en la tecnología del sonido, Kihara trabajó primero en el diseño de una grabadora de cable, que se pensó podría tener éxito comercial. Sin embargo, supo que ingenieros estadunidenses estaban haciendo pruebas con una grabadora de cinta, y orientó sus esfuerzos hacia un modelo de este tipo, pero portátil: un dispositivo que hizo posible, por ejemplo, que los reporteros de la NHK (la radiodifusora pública) realizaran entrevistas a la gente en la calle.

Pero el siguiente –y más trascendente– paso de Kihara estuvo relacionado con la portabilidad de su dispositivo favorito: la radio. De entrada, retomó la idea original propuesta por Ibuka de importar transistores –una tecnología inventada en 1947 por los Laboratorios Bell– para diseñar aparatos de radio que consumieran menos batería y mejoraran su recepción. La intención de Totsuko era ganarle a los estadunidenses y ser la primera firma en diseñar un aparato que fuera del tamaño de una cajetilla de cigarros.

El proyecto cristalizó con el modelo TR-55, una cajita verde pistache de 560 gramos, de 14 centímetros de ancho, 8.9 de alto y 3.85 de grosor, con aluminio perforado en la rejilla del altavoz y con un diseño inspirado en los tableros de los automóviles Lincoln. Aunque era un poco más grande de lo que imaginaron tanto Ibuka como el otro cofundador de Totsuko, Akio Morita, los consumidores japoneses adoraron aquel primer modelo compacto lanzado en agosto de 1955. Lamentablemente, a pesar del empeño de sus creadores, los estadunidenses también les ganaron aquella batalla: un mes antes, la compañía Regency había sacado al mercado un prototipo muy similar al TR-55.

La epopeya de aquel invento está reconstruida con base en una entrevista que el propio Kihara concedió en mayo de 1994 a William Aspray, del Center for the History Electrical Engineering, así como en la investigación histórica de la compañía realizada por el profesor John Nathan, estudioso de la cultura japonesa y traductor de la obra de Yukio Mishima y Kenzaburo Oe.

Kihara es mejor recordado por haber inventado en 1978 el Walkman, reproductor de música que en más de un sentido fue la continuación de su pionera grabadora portátil. Y aunque su TR-55 no ganó la carrera que se propuso, aquel radio de transistores que lanzó hace justo seis décadas sí tuvo otra gracia: fue el primero en utilizar como emblema comercial un nombre que fonéticamente remitía a la palabra latina “sonido”, pero que en realidad fue retomado de una locución norteamericana –muy usada por los nipones– para definir a un joven brillante: “sonny boy”.

Ibuka y Morita decidieron quitarle una letra y así nació la marca Sony.

                marco.gonsen@gimm.com.mx

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