Historia del yuan y su devaluación

China procura que la medida sea controlada, de otro modo la salida de capitales y la inestabilidad financiera podrían ser letales para los mercados globales
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El gobierno de China toma cada vez de manera más recurrente medidas para apagar cada conato de incendio en la economía. Foto: Pixabay
El gobierno de China toma cada vez de manera más recurrente medidas para apagar cada conato de incendio en la economía. Foto: Pixabay

China parece ahora corroída de problemas. Los frentes son muchos: tiene una colosal burbuja de crédito, un sector inmobiliario sobrecalentado, un boom bursátil que en el último mes y medio ha amagado con explotar, empresas endeudadas y cerca de quebrar, riesgos de deflación, exportaciones estancadas y como resultado de todo eso, una expansión económica que languidece quizás más rápido de lo que se pensaba.

Ante esas dificultades, y en consonancia con su espíritu intervencionista, el gobierno de China toma cada vez de manera más recurrente medidas para apagar cada conato de incendio.

Y ahora le ha tocado el turno a las exportaciones, que tratan de revitalizar con el objetivo de reimpulsar a la economía.

 

La devaluación como arma

La estrategia de devaluar el yuan ha sido históricamente el caballo de batalla de China, y la causa de la continua confrontación del país asiático con el resto del mundo.

En enero de 1994 decidió establecer un tipo de cambio fijo ligado al dólar. Esa decisión implicó una devaluación de 50 por ciento en el tipo de cambio.

Ese sistema, que le otorgó una gran ventaja competitiva, se mantuvo hasta el verano de 2005, cuando ante las presiones mundiales y ante las acusaciones de “manipulador”, flexibilizó el régimen cambiario.

El actual sistema consiste en establecer un tipo de cambio de referencia con el dólar y permitir a la divisa fluctuar en una banda de dos por ciento por encima y por debajo de dicha referencia, lo que condujo a una paulatina apreciación del yuan.

Ahora bien, el pasado martes volvieron a cambiar de estrategia ante la desaceleración de la economía y el estancamiento de las exportaciones.

Ese día, inesperadamente, China anunció una devaluación de 1.9 por ciento en el tipo de cambio de referencia, lo que significó la mayor devaluación desde 1994.

El movimiento lo justificaban las autoridades como un esfuerzo más por flexibilizar el régimen cambiario. A su juicio, los elevados superávits comerciales han conducido a que el tipo de cambio efectivo real del yuan sea “relativamente fuerte, lo cual no es enteramente consistente con las expectativas del mercado”.

Ese argumento tiene consistencia: al estar ligado al dólar, el yuan se ha movido al mismo son que el billete verde.

Durante el último año, y hasta el lunes pasado, el yuan estaba en tablas contra el dólar, lo que significaba que se había apreciado 17 por ciento contra el yen, otro 17 por ciento contra el euro o un 11 por ciento contra el won surcoreano.

En contrapartida, y para defender la banda de fluctuación, se ha gastado en el último año 350 mil millones de dólares.

 

Objetivos y riesgos

Por tanto, el movimiento que ordenaron las autoridades podía estar justificado. Con ello se lograban varios objetivos: uno, intentar reconducir al yuan a su nivel de equilibrio; dos, reactivar las exportaciones y, con ello, el lánguido crecimiento económico; y tres, generar presiones inflacionarias ante los riesgos de deflación.

Sin embargo, esta decisión puede ocasionar reacciones contraproducentes.

La principal es que puede acentuar la reciente estampida de capitales y detonar una crisis de inestabilidad financiera: una devaluación resta atractivo a la cartera de inversiones en yuanes en un momento de desconfianza en su mercado de capitales. Además, aquellas precarias empresas endeudadas en dólares pueden sufrir nuevos embates y dificultades en un momento en el que crecen las moratorias y suspensiones de pagos.

De este modo, otro conato de incendio se ha producido al inicio de la semana.

La devaluación del martes en la paridad cambiaria de referencia significó que durante esa jornada el tipo de cambio de mercado se hundiera en la misma dirección y magnitud (en cotizaciones intradía llegó al límite de dos por ciento).

Al cierre del martes, la paridad cambiaria cotizaba en 6.325 yuanes por dólar contra un tipo de cambios de referencia de 6.2298 yuanes, o una depreciación de 1.5 por ciento.

Eso implicó que antes de la apertura del miércoles, el Banco Central de China tuvo que ajustar de nuevo el tipo de referencias en 1.6 por ciento, a 6.3306 yuanes, de hecho, eso propició un ataque visceral contra el yuan por tres motivos: uno, porque los rendimientos en dólares se ven mermados con la devaluación; dos, porque los especuladores quisieron poner a prueba al Banco Central a defender el yuan.

En dos días, el tipo de cambio de referencia se había hundido 3.5 por ciento, y si seguían presionando al tipo de cambio de mercado podrían forzar nuevos ajustes significativos en el tipo de cambio de referencia. Y tres, porque el miércoles se publicó una tríada de indicadores económicos que volvió a defraudar: la producción industrial, la inversión fija y las ventas minoristas, todos ellos de julio, resultaron peor de lo pronosticado, lo que suscita más dudas sobre el vigor de su crecimiento.

El resultado fue que el yuan, en sus cotizaciones del tipo de cambio intradía llegó el miércoles a caer otro dos por ciento hasta 6.4489 yuanes.

Eso forzó al Banco Central a intervenir, la más contundente a menos de 15 minutos del cierre.

Al final, en la jornada, el yuan se depreció uno por ciento,para terminar en 6.3858 yuanes.

Ese cierre implica una depreciación de 0.9 por ciento, respecto al tipo de cambio de referencia, lo que posiblemente justifique otro ajuste devaluatorio en el tipo de referencia en la apertura del jueves, pero de menor magnitud.  

 

Balance

Por tanto, China lo que procura es una devaluación del yuan, pero muy controlada.

De otro modo, la salida de capitales y la inestabilidad financiera podría ser letal para los mercados globales.

El objetivo, por tanto, es balancear los beneficios sobre las exportaciones contra el riesgo de huida de capitales. Capacidad para hacerlo tiene: su munición es ni más ni menos  que 3.651 billones de dólares en reservas, un poco menos que el Producto Interno Bruto (PIB) de Alemania, y creemos que pronto logrará estabilizar el tipo de cambio. 

Ahora bien, por la trascendencia de China, la decisión de devaluar puede impactar a la economía global en varios sentidos.

En Estados Unidos, no se critica tanto la decisión de flexibilizar el yuan, sino el momento y los modos.

El dólar, ya de por sí muy poderoso, se refuerza aún más.

Veremos si esa tendencia, que dañará al crecimiento económico de Estados Unidos vía exportaciones y generará renovadas presiones deflacionarias en su economía a través de los precios importados, junto con la inestabilidad financiera global que ha provocado no lo utiliza la Fed como excusa para retrasar una subida de tasas.

En Asia ha detonado otra guerra de divisas en la región, y al tiempo que el yuan se deprecia, pierden valor otras divisas.

En los dos últimos días, el won surcoreano se ha deprimido un 2.3 por ciento, el ringgit malayo otro 2.3 por ciento y el dólar taiwanés 2.2 por ciento.

 

Impacto en el consumo

En China, afectará al consumo interno, lo que está golpeando a las empresas extranjeras que tienen a los chinos como grandes clientes.

Tal es el caso de Apple, de las empresas automotrices (Ford, General Motors, Daimler) o las de lujo como LVMH Moet Hennessy, Louis Vuitton, Tiffany o Coach.

Mientras que para América Latina, lo mejor que se puede desear es que la estrategia china funcione: que la fábrica de China vuelva a producir y exportar, que regresen las compras de materias primas y que sus precios vuelvan a repuntar.

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