Salo Grabinsky

Del verbo emprender

Salo Grabinsky

22 Ago, 2015

Filantropía y negocios

Con el crecimiento de la economía mundial en casi todos los países se ha creado una casta de nuevos millonarios (o billonarios si los clasifica a la manera estadunidense) que incluyen a los jeques árabes rebosantes de dólares del petróleo, banqueros que, a pesar de las crisis recurrentes, algunas veces creadas por ellos mismos, siguen acumulando fortunas, hasta las mafias delictivas , pasando por los jóvenes creadores de programas, aplicaciones y telecomunicaciones apoyados en la red y otras maravillas tecnológicas.

Nuestro planeta sigue lleno de contrastes y serias incongruencias, entre otros, la inmensa pobreza y guerras religiosas que asuelan a países de África, Asia y, desde luego, a nuestra América Latina. Si a eso le aunamos la posibilidad de una catástrofe ambiental con sequías, inundaciones y pérdida de vidas a las que muy lentamente se empieza a hacer caso y se toman medidas, el panorama no es nada halagador.

Para contrarrestar este fenómeno global  no basta con el esfuerzo de gobiernos y organismos internacionales, siempre cortos de recursos y, en muchos casos, llenos de prácticas burocráticas, demagogia y actos de corrupción, por lo que hay todavía mucho que hacer.

Con la inmensa riqueza viene un sentimiento de vergüenza, tal vez culpa, por tener grandes fortunas y desperdicios de comida, agua potable y otras, mientras muchos carecen de lo indispensable. No creo que haya necesidad de sentirse culpable por ganar honestamente dinero y crear patrimonios y empleos, aunque también se me hace innecesario demostrar lujos y ostentación ante los demás.

Lo que ha proliferado entre muchos emprendedores y herederos de grandes patrimonios es la necesidad de apoyar actividades filantrópicas de todo tipo, enfocándose, sobre todo, en la nutrición, salud básica y la educación a los más necesitados, sin esperar nada a cambio, sino tratar de reducir contrastes de forma efectiva y no con falsas promesas y demagogia. Yo sí exijo que la labor filantrópica sea transparente, los recursos sean auditados en su uso y se limiten a dos o tres causas bien escogidas por la institución donadora y que den resultados tangibles. La caridad y buena fe de muchas personas puede llegar a manos deshonestas o cargar con grandes burocracias.

El aspecto fiscal juega aún un papel importante, pero ya se cerraron ciertos manejos y no es cierto que el motivo principal de la filantropía actual sea deducir impuestos. Ya se ha hablado mucho de las fortunas de Bill Gates, de Warren Buffet y otros magnates más jóvenes y de otras ramas que, inteligentemente, no quieren forrar de dinero a sus descendientes y hacerlos seres conformistas y arrogantes por lo que poseen y no por lo que son. En muchos casos los herederos toman decisiones dentro de Patronatos de las fundaciones creadas por sus padres, sin tocar el capital.

Todas las religiones han tenido como misión ayudar a los necesitados ,aun habiendo malos manejos eventuales. Donar es sano, pero con transparencia y control.

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