¿Y si Hillary Clinton llega a la presidencia de EU?

Mientras los medios estaban absortos en los correos electrónicos de Hillary el viernes 24 de julio, pasaron pasó por alto sus comentarios más importantes hasta ahora
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Mientras los medios estaban absortos en los correos electrónicos de Hillary el viernes 24 de julio, pasaron pasó por alto sus comentarios más importantes hasta ahora. Foto Archivo
Mientras los medios estaban absortos en los correos electrónicos de Hillary el viernes 24 de julio, pasaron pasó por alto sus comentarios más importantes hasta ahora. Foto Archivo

Mientras Washington y los medios estaban absortos en los correos electrónicos de Hillary Rodham Clinton el viernes 24 de julio, al parecer la mayor parte de la nación pasó por alto – o al menos ignoró en gran medida– los que podrían haber sido sus comentarios más importantes hasta ahora sobre cómo planea transformar a Wall Street y al Estados Unidos corporativo.

Si Clinton llega a la presidencia, sus declaraciones pudieran resultar ser más que un tema de conversación de campaña; y pudieran cambiar radicalmente la manera en que se comportan inversionistas y directores ejecutivos.

Para quienes estaban demasiado distraídos por la polémica de los correos electrónicos, he aquí una breve recapitulación de lo que dijo:

Al hablar ante la Escuela Stern de Negocios de la Universidad de Nueva York, Clinton anunció una propuesta radical para redactar de nuevo el código fiscal para empoderar a “los inversionistas externos que quieren crear empresas” y desalentar a los “accionistas que se retiran súbitamente”.

Para poner fin a lo que describió como “capitalismo trimestral” – refiriéndose a las obsesiones de los inversionistas con los informes de ganancias trimestrales _, propuso extender la definición del periodo de tenencia a largo plazo para la tasa sobre las ganancias de capital más baja de uno a dos años, y dijo que un año “podría contar como 'largo plazo’ para mi nietecita, pero no para la economía estadounidense”.

Pero el verdadero cambio es un plan para introducir una “escala móvil de seis años” para los impuestos sobre ganancias de capital. Los individuos en la categoría superior pagarían una tasa sobre ingresos ordinarios con base en la venta de inversiones – 39.6 por ciento – en los primeros dos años y “luego la tasa disminuiría cada año” en los siguientes cuatro años hasta que regresara a la actual tasa sobre ganancias de capital del 20 por ciento.

En cierta medida, pudiera haber estado haciéndose eco de Laurence D. Fink, el director ejecutivo de BlackRock, la administradora de activos de 4 billones de dólares, quien desde hace tiempo ha lamentado la naturaleza a corto plazo de los accionistas individuales y el impacto perverso que sus compras y ventas pueden tener sobre los consejos de directores.

Este año, Fink escribió una carta dirigida a líderes corporativos quejándose sobre su atención en la recompra de acciones y el pago de dividendos en vez de invertir en sus empresas a largo plazo, citando las mismas estadísticas que Clinton (¿o fue al revés?): 900,000 millones de dólares han regresado a los inversionistas en vez de ser reinvertidos en investigación o equipo o empleos. Fink, también, propuso un nuevo esquema fiscal para obligar a los inversionistas a conservar sus acciones a largo plazo.

A diferencia de la propuesta de Clinton, la de Fink involucra un incentivo y un castigo. Sugirió aplicar el trato de ganancias de capital “solo después de tres años, y luego reducir la tasa impositiva cada año de propiedad más allá de ese lapso, reduciéndola potencialmente a cero después de 10 años”.

La propuesta de Clinton es útil al iniciar una conversación valiosa sobre un tema que quizá sea demasiado rebuscado para la mayoría de los votantes pero pudiera tener un impacto importante en las empresas. Ayudar a crear un sistema de incentivos que haga a los inversionistas y, por tanto, a los directores ejecutivos y sus consejos de directores – enfocarse menos en las utilidades trimestrales y su precio accionario inmediato debería ser una bendición para la economía. Desde una perspectiva política, es difícil de refutar; es la postura más segura.

Incluso un probable blanco de su propuesta, el inversionista activista Carl C. Icahn, que desde hace tiempo ha montado batallas por el control de empresas en las que tiene participación, en parte para obligar a las compañías a recomprar acciones, dijo que estaba a favor. “Aunque lo he dicho antes, quizá se sorprenda por lo que le digo ahora: Estoy de acuerdo con muchas de las cosas que ella ha estado diciendo”, me dijo Icahn. “Por ahí van las cosas”. (Por supuesto, para algunos demócratas progresistas, ese es un apoyo que pudiera plantear más dudas sobre si ella está desplumando lo suficiente a los ricos.)

Icahn, posicionándose como un defensor de los accionistas que ha argumentado desde hace tiempo que ha sido erróneamente considerado como un inversionista a corto plazo, añadió: “En demasiados casos, los verdaderos culpables de las decisiones a corto plazo son los consejos y los directores ejecutivos que realizan recompras a sabiendas de que promoverán sus acciones a corto plazo y harán más valiosas sus opciones”.

Los críticos del plan de Clinton dijeron que, en la práctica, cambiar el comportamiento de los inversionistas era más desafiante que un discurso de campaña o incluso el cambio que ella sugiere en el código fiscal.

Después de todo, los planes de pensiones públicas y los planes de retiro 401(k) no pagan impuestos y representan alrededor de dos tercios de todos los activos invertidos. Se puede decir a su favor que Clinton señala la falta de alcance de su programa.

Dicho esto, la mayor parte del volumen en cualquier día determinado no proviene de los fondos de pensiones públicas y los planes 401(k) – esos son activos invertidos realmente a largo plazo _, sino de los fondos compensatorios y similares.

Curiosamente, Clinton dice que la nueva estructura tributaria aplicaría solo a los más ricos de la nación en la categoría fiscal superior. (Es inexplicable porqué quiere dar incentivos a los más ricos para que hagan inversiones a largo plazo y a aquellos con menos riqueza para que puedan realizar operaciones especulativas sin desincentivo alguno.)

Conforme continuó su discurso en la escuela de negocios, incursionó en territorio más riesgoso, al comentar sobre los activistas y las recompras mismas.

“Como presidenta”, dijo, “ordenaría una revisión completa de las regulaciones sobre el activismo de los accionistas, algunas de los cuales no han sido reexaminadas en décadas, ya no digamos modernizadas para reflejar las realidades cambiantes en nuestra economía”.

Llamó a algunos de ellos “activistas que se retiran súbitamente cuyo objetivo es forzar un pago inmediato”, usando un lenguaje similar al de los directores ejecutivos bajo ataque. También insinuó que “analizaría cuidadosamente las recompras de acciones”. Eso es una velada referencia al argumento de algunos – incluida la senadora Elizabeth Warren – de que las recompras de acciones pudieran considerarse manipulaciones accionarias.

Aunque eso podría resonar políticamente entre algunos en el partido, es probable que sea un paso demasiado lejos, uno que incluso simpatizantes demócratas como Fink nunca respaldarían. 

*bb

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