Edgar Amador

Edgar Amador

5 Oct, 2015

El efecto Volkswagen y el peso

Hasta hace un par de semanas, la credibilidad de Volkswagen era tan sólida como la fiabilidad de sus autos. Todos aquellos que han tenido un auto de la marca atestiguan la confianza que producen a lo largo de años de uso. Y sin embargo, el fabricante acaba de ser atrapado en una de las trampas más burdas, extensas y escandalosas de la historia corporativa: tratando de ganar cuota de mercado en el más competitivo del mundo, Volkswagen truqueó deliberadamente el registro de emisiones de millones de autos a lo largo de muchos años esperando que los reguladores no lo pescaran nunca.

Hasta que lo pescaron, revelando una confabulación para engañar a reguladores y consumidores, haciéndoles creer que los autos cumplían con los límites de emisiones contaminantes establecidos en Estados Unidos. La compañía ha visto evaporarse miles de millones de dólares de su valor en Bolsa, desplomándose en 40%, y de 25 mil millones que trae en caja, al menos 18 mil deberán de ser usados para cubrir multas, indemnizaciones y daños.

¿Cómo fue posible que una empresa con el prestigio de VW haya hecho una trampa tan ramplona? Se preguntan unos. Otros, convencidos de que los trucos y las corporaciones tienen una larga historia común, se preguntan: ¿Cómo es posible que VW se haya salido con la suya durante tanto tiempo y sólo hasta ahora se haya revelado el engaño? Otros temerarios se preguntan: ¿Es VW el único en hacer trampa?

Desde el punto de vista del mercado, la trampa de VW fue una sorpresa absolutamente inesperada (para los inversionistas, claro, no para el fabricante) dado el prestigio que la firma tenía entre analistas y ahorradores. ¿Quién lo habría dicho? Gritaban exasperados millones de inversionistas que han visto pérdidas de 40% en sus acciones.

La historia de VW demuestra un hecho que los economistas y financieros se niegan a aceptar: que los mercados son más volátiles de lo que creemos, y que sorpresas inusitadas producen grandes vuelcos en los precios de los activos (los famosos “cisnes negros”), no por inesperados son inusuales, no por extraordinarios son infrecuentes y no porque sean impredecibles debemos de estar siempre preparados para ellos.

Pongámonos en un escenario en donde VW, hasta hace unas semanas la mayor automotriz del mundo, sufre un daño profundo en su marca que se refleja significativamente en su cuota de mercado. Supongamos que los más de 18 mil millones de dólares en multas y penalidades provocan un daño en su calidad crediticia que le obliga a reducir producción y plantilla laboral. Supongamos que ese efecto indeseado afecte la estelar planta que desde hace décadas VW mantiene en Puebla, y a la nueva que Audi está por abrir. De hecho, desde que el escándalo estalló el rendimiento de los bonos de la firma han subido 200 centésimas en los mercados de crédito, dificultando no sólo el financiamiento de su capital de trabajo, sino también el crédito que otorga a sus potenciales compradores.

Hasta el mes de agosto las exportaciones de VW de México a Estados Unidos crecían a una tasa superior a 10% y era el cuarto mayor vendedor nacional a ese mercado. Es previsible que dicho dinamismo vaya a amainar, y es probable que el efecto sobre las exportaciones mexicanas a Estados Unidos no sea nulo. Quizá lo que el efecto sustraiga sobre las exportaciones totales de México no sea importante en monto, pero en este momento cada dólar cuenta, pues la merma que ha significado la debacle del precio del petróleo sobre la balanza comercial mexicana hace relevante a cada uno de los otros exportadores del país.

Pero si bien el efecto directo es importante y debe de cuidarse, el efecto directo del caso VW puede ser mucho mayor. La “sorpresa” de VW debería recordarnos a todos que los mercados son más peligrosos de lo que creemos, y más cuando la volatilidad se acentúa como en estas últimas semanas. La moderna teoría de las finanzas, a la cual se adscriben la mayoría de los economistas, sugiere que los periodos de volatilidad aguda vienen y se van, y son poco frecuentes. Lo que los datos muestran es que los periodos de alta volatilidad se dan por oleadas y que, luego de un pico de volatilidad sorpresivo, lo que sigue no es una vuelta a la normalidad, sino una sucesión de crestas en el índice de volatilidad, el VIX, como ha sido el caso en las últimas sesiones de los mercados.

Puede que el efecto VW tenga un impacto indeseado y directo sobre el peso. Exportaremos menos autos. Pero el daño menor será ése. Lo más preocupante es que el caso VW ha removido una certeza mayor del mercado. Si ya ni en VW podemos creer, las sorpresas negativas pueden venir de cualquiera.

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