Adina Chelminsky

Aprendiz de brujo

Adina Chelminsky

27 Nov, 2015

Manual de Carreño para las fiestas de fin de año de la oficina

Si existiera el onceavo mandamiento en las tablas de la ley de seguro sería “Celebrarás el fin de año con la gente de tu oficina”. Creo que dentro del contrato colectivo de trabajo una de las cláusulas principales tiene que ver con las celebraciones que se realizan para despedir el año que termina.

Más allá del aguinaldo y las prestaciones marcadas por la ley, hay una ley superior que habla de las tradiciones que existen en cada oficina y que, más allá de las opiniones personales sobre si deben o no existir o sobre si son merecidas o no, son, indudablemente, un arma de cohesión y motivación del grupo.

Todo sería maravilloso (¡Vamos, importemos a un Santa Claus original desde el Polo Norte! ¡iPads para todos, ho ho ho!) si no fuera porque toda celebración implica, necesariamente, un costo. Dinero que muchas veces se preferiría gastar en otras cosas “más importantes”.

Las celebraciones de fin de año podrán parecer un asunto menor (que palidece comparado a la capacitación o a los programas de calidad que se deben instalar), pero no lo es. Como bien dice el dicho: forma es fondo. Las celebraciones y tradiciones que se van generando en los negocios nuevos, y que perduran hasta la eternidad, son temas igual de significativos, ya que tienen un impacto importante en el ambiente y sentido de pertenencia de los empleados.

Encontrar un punto medio en las celebraciones de la oficina, entre lo que se quiere y lo que se puede, es fundamental y no sólo en lo que respecta al dinero. Así como prescindir de ellas puede ser perjudicial, el exceso también es malo.

Todo depende de encontrar el balance en dos puntos.

Primero, el caballero: don Dinero. El primer paso para tener una celebración de fin de año exitosa es que nadie (léase el que paga) esté preocupado por el impacto que va a tener en el presupuesto de la empresa. La palabra PRESUPUESTO se vuelve obligada. Define, primero que nada, cuánto se va a destinar en total a los gastos de celebraciones de fin de año. No cuánto QUIERES gastar, sino cuánto PUEDES gastar. Una vez definido el presupuesto, repártelo entre decoraciones, regalos y celebración (brindis, comida…) y define qué de estas cosas quieres privilegiar y cuál es la mejor manera de hacer rendir el dinero en cada uno de estos puntos.

Habla con la gente de la oficina y directamente pregúntales qué prefieren. ¿Prefieren salir a comer o prefieren un pequeño regalo?, ¿prefieren no decorar la oficina y tener más dinero para otra celebración? No tomes decisiones con base en lo que tú como director piensas. Después de todo, las celebraciones no son para ti sino que tú eres el anfitrión que está ofreciéndolas.

Una vez que definas es QUÉ, encuentra la mejor manera de comprarlo o contratarlo. Puede ser que sea engorroso dedicarle tiempo a comprar entre proveedores y opciones, pero es fundamental para poder hacer rendir lo máximo posible el dinero.

El segundo punto: Los modales. Aun si tuvieras el presupuesto abierto, es fundamental seguir ciertas reglas de control para asegurar que la manera de celebrar sea celebratoria (valga la redundancia) y que no tenga efectos secundarios adversos, como sentimientos lastimados o situaciones incómodas.

En el tema de decoraciones, vigila que toda la oficina esté de acuerdo (hay gente que por sus creencias prefiere decoraciones más austeras), que nadie sea alérgico a los ornamentos y que las medidas de seguridad laboral se cumplan al colocarlos todos.

A la hora de los regalos, vigila ser parejo, no olvidar a nadie y procurar regalar cosas que no sean demasiado personales. Los regalos de fin de año NO son el momento de marcar favoritismos o premiar (para eso están los bonos), sino para celebrar en un ambiente de camaradería e igualdad.

Y a la hora de la fiesta, cuatro palabras… Ojo con el alcohol. Por más que quieras agasajar a la gente (“se lo merecen”, “que se relajen”….) debes, como anfitrión, tener cuidado con este tema. Es la causa más común de problemas en las fiestas de fin de año. Desde accidentes, hasta pláticas o actitudes incómodas o, incluso, indebidas. Así es que limítalo. No es indispensable para celebrar.

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