Salo Grabinsky

Del verbo emprender

Salo Grabinsky

28 Nov, 2015

El segundo de a bordo en las empresas familiares

En el fascinante mundo de los negocios familiares hay una serie de personajes que los ayudan a nacer, crecer y desarrollarse en forma correcta. Están el fundador o fundadores sobre los cuales recae el enorme reto de  manejar  el nuevo proyecto, luego con sus empleados, y otras personas. Un elemento es el que llamaré el “segundo de a bordo”, que apoya al dueño(a), le aguanta sus quejas y berrinches, le salva numerosas veces el pellejo de cometer algún error, da la cara ante sus rivales y es un fiel  cuida espaldas del fundador y, por su experiencia práctica, sus consejos y acciones son invaluables.

Muchas empresas tienen a personas no- familiares de toda confianza y su lealtad es compensada y, en lo posible, su futuro está asegurado al retirarse. Por lo demás, es un acto de estricta justicia el planear el paquete de salida de un elemento clave como el segundo de a bordo.

En organismos no lucrativos, como universidades, gobiernos, fundaciones, etcétera, existe la cabeza, llámese director, secretario o presidente, que es la cara ante su entorno: busca nuevos proyectos, hace relaciones públicas para lograr el beneficio de su institución (y de su futuro político o profesional)  siendo la cabeza.

Debajo de esta persona hay un funcionario o ejecutivo que, internamente, logra que las cosas marchen correctamente y lo obtiene quitándole un gran peso a su jefe. En idioma coloquial, él (ella) hace la “talacha” y dejan que su superior se cubra de gloria.

No es difícil reconocer a estos seres tan importantes para que las empresas sigan su marcha.

Una decisión del director general se transmite a su segundo de abordo para que se cumpla. Así sucede y eso asegura su puesto mientras el fundador lo necesite.

Pasando el tiempo, las cosas se complican, porque al retiro del fundador y la entrada de nuevas generaciones más preparadas, con ideas modernas y un tanto arrogantes, ven en el segundo de abordo un obstáculo para sus planes, además de ser de ideas obsoletas o de otras épocas. Ahí se generan problemas e injusticias en la organización, si no se tratan con cuidado.

Me viene una pregunta básica: ¿una persona de estas características, acostumbrada a poner en práctica las órdenes de su amo-jefe puede llegar al puesto máximo en la jerarquía de la organización? ¿Es saludable?

 No tengo una respuesta adecuada, ya que hay muchos asegunes (capacidad, liderazgo, socios familiares que impongan su rango para ocupar el puesto máximo, etcétera),  pero mi duda mayor es de si alguien cuya principal tarea a lo largo de décadas de empleo fue la de obedecer y cumplir al máximo las órdenes dadas, puede llegar a ser el líder y dictar instrucciones, tener una visión global y ser el guía respetado por los demás.

 Ahí se las dejo como reflexión, amables lectores.

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