José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

1 Ene, 2016

Anatomía de 2015

El año que termina fue catastrófico para muchos países que vieron su situación económica o política en condiciones ruinosas y confrontando graves peligros. Los ejemplos están a la vista: hordas de refugiados de guerra fluyendo hacia las naciones que les ofrecen asilo, sólo para enfrentar crecientes obstáculos en su camino.

Pero también hay oleadas de migrantes que responden a otros incentivos que no son los de la guerra, como los cubanos, que están fluyendo a los países de Latinoamérica que pueden para emprender la marcha a EU y aprovechar su política de ofrecer asilo a los cubanos que lleguen a su territorio por tierra, que se rumora que se cancelará por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre EU y Cuba.

La desaceleración de la economía china, el letargo de las de Europa y Japón, más el lento crecimiento de la estadunidense, trajeron consigo el colapso en los precios de las materias primas, lo que a su vez golpeó con fuerza a las naciones que dependen de su exportación, que padecen el derrumbe en la expansión de sus economías.

Mención especial amerita el caso del petróleo, pues además de un menor crecimiento en su demanda, hubo un notable aumento en las fuentes no tradicionales de oferta en Estados Unidos y Canadá, lo que indujo a Arabia Saudita, por mucho el productor más importante de la OPEP, a mantener niveles elevados de producción para defender su participación en el mercado, lo que resultó en el desplome en los precios del crudo.

Por su parte, los bancos centrales de las principales potencias toman rutas distintas en su política monetaria, debido a que sus situaciones económicas difieren. Mientras el Fed inicia el alza de tasas de interés en EU, después de casi una década en que estuvieron virtualmente en cero, los bancos centrales de la UE y Japón siguen con políticas súper laxas en el hasta hoy fallido intento por reanimar sus economías.

Los ataques terroristas a población civil indefensa en París y San Bernardino, California, pusieron de manifiesto una vez más la vulnerabilidad de países abiertos y liberales ante fanáticos radicalizados, y dieron impulso a aspirantes críticos de la situación política en muchos de ellos, con ofertas populistas erradas e inadmisibles.

A ello hay que sumar el creciente desencanto con la democracia, al que me referí la semana pasada, y el surgimiento de movimientos que amenazan los equilibrios políticos que dotaron de gobernabilidad y permanencia a regímenes gubernamentales que, a su vez, lograron un rápido crecimiento económico, como ocurrió en España.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, definió el papel de la política exterior de su país como el opuesto a la estrategia extralimitada de expansión e intervención militar y los fallidos esfuerzos de “construcción de naciones” de su antecesor, pero de paso dejó al mundo sin el liderazgo que hizo posible la relativa paz del orbe en los últimos 70 años.

Ello también alentó las aspiraciones de populistas aislacionistas, como Donald Trump y el senador socialista Bernie Sanders, que ofrecen restaurar la grandeza de su país pero por la vía de cerrarlo a la globalización liderada por EU desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, sin reparar en la debacle económica mundial que seguiría.

En este lóbrego contexto, a México le ha ido relativamente bien, pues a diferencia de la implosión económica e inestabilidad política y de precios que sufren Brasil y Venezuela, nuestra economía creció con estabilidad, situación que se proyecta prevalecerá en los próximos dos años.

Si bien la caída en los precios del petróleo genera un hoyo en las finanzas públicas, que es manejable con reducción en el gasto y aumento de los ingresos, también nos favorece, pues hoy en día el país importa más productos petroleros de los que exporta.

La semana próxima escribiré sobre mis adivinanzas para el año que se inicia hoy mismo.

Mientras tanto, ¡mil felicidades a todos mis lectores!

 

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