Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

9 Feb, 2016

Es cierto, cae más pronto un hablador que un cojo

Las cosas parecen avanzar a una velocidad que muchos, por más optimistas que hubiéramos sido, jamás habríamos imaginado. El discurso del secretario de Hacienda de este 27 de enero y la conferencia del doctor Carstens de hace unos días en la Universidad Panamericana, vinieron a confirmar lo que no pocos hemos venido diciendo desde hace tiempo.

¿Por qué ahora se juntan esos dos hechos? En realidad, debe decirse que la posición de Banco de México, su Junta de Gobierno y del gobernador mismo, no es algo nuevo. Para los que siguen de manera sistemática sus planteamientos públicos, y leen con acuciosidad los documentos que el Banco de México da a conocer en su debida oportunidad, lo expresado en el más reciente Anuncio de Política Monetaria —el de este jueves 4 de febrero—,  y en la conferencia arriba mencionada, no constituye sorpresa alguna.

(De tener interés en el anuncio, aquí lo puede consultar:

http://www.banxico.org.mx/informacion-para-la-prensa/comunicados/politic...).

La sorpresa entonces, es el contenido del discurso del 27 de enero del secretario de Hacienda. Para quien sepa leer entre líneas, podría encontrar ahí un mensaje cifrado: Al director general de Pemex, como decimos en el base ball, le pedirán la bola. De acertar, sólo esperaría que el sustituto fuere alguien con tal prestigio, capacidad técnica y autoridad política, que no le temblara el pulso a la hora de enfrentar la voracidad de Hacienda.

Vayamos ahora al  tema del título. No hace muchos días, ante lo que era una realidad incontrovertible —pues la información y datos contenidos en los Estados Financieros de Pemex así lo prueban— el costo promedio para Pemex de extracción de un barril de petróleo, está entre 24.00 y 24.50 dólares–, algunos afirmaban, en contra de una realidad que ofende, que ese costo era de 7.00 dólares.

Indignados y casi a gritos se burlaban pero hoy, cuando el mismo secretario de Hacienda exige que Pemex debe hacer una revisión en sus costos, debe de ajustar su programa de gasto y debe ser más eficiente y también, que debe de concentrarse en lo que es rentable y dejar que el mercado haga otras actividades que hoy para Pemex ya no son de rentabilidad, no sólo nada dicen sino que en el peor de los oportunismos y sin asomo alguno de autocrítica, exigen que se lleven a cabo los cambios que ayer negaban cuando, para ellos, Pemex era muy rentable.

Poco a poco, la realidad ha terminado por imponerse; en unos días, cuando se den a conocer los Estados Financieros de Pemex, la tragedia se verá en toda su magnitud. La careta terminará por caerse y brotará, en toda su fealdad y podredumbre, lo que no pocos han tratado de negar o cuando menos, disfrazar durante años: Pemex no tiene, tal y como está, salvación alguna. La realidad llegó; tardecito, pero ya está aquí.

A unas semanas de los alegatos de quienes defendían lo indefendible, se comprueba la justeza de que Cae más pronto un hablador que un cojo. Hoy, las consecuencias de la cruda realidad de Pemex van más allá del campo de la energía y tocan, a querer y no, las finanzas públicas.

¿Seguimos el jueves?

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