José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

12 Feb, 2016

¿Desigualdad explica malestar?

Se ha venido construyendo la narrativa que la creciente concentración de la riqueza y la mala distribución del ingreso son las causas que explican el malestar extendido entre segmentos de la sociedad en muchos países y el surgimiento a la palestra de populistas insólitos, como Donald Trump y Bernie Sanders en EU.

Veamos si las premisas son correctas: los últimos 35 años se dio una indudable concentración de la riqueza a nivel mundial, aunque con marcadas diferencias entre naciones. El 1% más rico hoy obtiene la mitad del acervo de la riqueza mundial, tendencia que se ha acelerado desde el inicio de la crisis de 2008. De acuerdo al reporte sobre riqueza global de Credit Suisse en 2015 hubo una creación de riqueza en EU de 4.6 billones de dólares (trillón de EU) y en China de 1.5 billones, mientras que en el resto del mundo se extinguió la riqueza, medida también en dólares, por 12.4 billones. Esta redistribución del patrimonio global hacia EU y China se debió al fortalecimiento del dólar y que el yuan se depreció relativamente poco.

Las cifras anteriores son engañosas, sin embargo, en términos de poder de compra de las monedas locales que se depreciaron frente a un dólar todopoderoso, la caída en bienestar fue mucho menor, pues las tasas locales de inflación no reflejan aún su devaluación, lo que es especialmente cierto para el caso de México.

De hecho, la extinción de riqueza pudo haber mejorado su distribución en nuestro país, pues la mayor parte del patrimonio perdido denominado en dólares afectó a los ricos, cuyas fortunas sufrieron apreciables descalabros, como en el caso de Carlos Slim, que pasó el año pasado de ocupar uno de los primer tres sitios en la lista de los más acaudalados del mundo, al lugar 25 (Business Insider, 26 enero 2016). El ingreso, que es el flujo que reciben las personas en un lapso determinado, a diferencia de la riqueza, que es el acervo capitalizado de todos los flujos pasados, ha empeorado en cuanto a su distribución en EU: en 1972, 1% mejor pagado recibía 7% de los ingresos totales mientras que en 2015 ese 1% se apropiaba cerca de 20%. En México, por el contrario, la distribución del ingreso ha mejorado casi en 20%, comparada con su peor nivel reciente alcanzado en 1996, aunque se mantiene en niveles del doble de los correspondientes a EU (Max Roser, 2015, Income Inequality).

Si bien, la concentración de riqueza e ingreso ayudan a explicar el malestar de la sociedad, no son por mucho los únicos componentes, pues hay que considerar también:

• La movilidad social, que permite que cualquiera pueda escalar a mejores niveles de ingreso y riqueza. Estudios recientes demuestran que en EU y en México es más difícil mejorar de clase social que en el pasado, lo que se explica por un deterioro en la calidad de la educación pública básica y secundaria, y por la devaluación relativa de los niveles de educación superior —lo que antes requería preparatoria hoy demanda título universitario. Otra causa es la globalización de la economía que enfrenta a los trabajadores con los del resto del mundo, que pueden tener una productividad comparable, pero salarios inferiores.

• Menor competencia y mayor regulación gubernamental. En la medida que la población perciba que el escenario de la batalla económica está sesgado por la falta de competencia, al prevalecer monopolios y favores para los allegados al gobierno, lo que hemos llamado en esta columna la “economía de compadrazgo,” o un exceso de burocracia entrometida e inepta, con regulaciones cada vez más generalizadas, difíciles y caras de cumplir, se fortalece el rechazo de las políticas gubernamentales y la búsqueda de opciones populistas que prometen componer el sistema y expulsar a los parásitos corruptos. En esto, los discurso de Trump, Sanders y López Obrador son idénticos.

Seguiremos con el tema la semana próxima.

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