Estas son las extravagancias de los nuevos millonarios

Actualmente es probable que veamos más titulares sobre el fracaso de algunas de esas fantasiosas inversiones y experimentos filantrópicos
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Chris Hughes, multimillonario y cofundador de Facebook compró en 2012 la centenaria revista The New Republic. Foto: Archivo
Chris Hughes, multimillonario y cofundador de Facebook compró en 2012 la centenaria revista The New Republic. Foto: Archivo

Quien realmente se interesa por una institución y quiere hacerla fuerte para la eternidad, no la abandona. Se arremanga la camisa, refuerza su compromiso con esos ideales en un mundo cambiante y se dispone a luchar.”

Eso es lo que escribió Chris Hughes, multimillonario de 32 años de edad y cofundador de Facebook hace poco más de un año acerca de The New Republic, la centenaria revista que él adquirió en 2012. Pero el lunes pasado, Hughes declaró: “No, olvídese de todo eso.”

Él puso la revista en venta, alzando los brazos en frustración. “Subestimé la dificultad de que una institución antigua y tradicional se convierta en una compañía de medios digitales en el clima actual, que es de cambios muy rápidos”, admitió.

¡Bienvenidos a la época _ y a las extravagancias _ de la clase de nuevos millonarios y la precariedad de los proyectos que emprenden por vanidad! Con tanto dinero que chapotea por todas partes, y ya que cada vez hay más súper ricos incursionando en áreas ajenas a su experiencia, es probable que veamos más titulares sobre el fracaso de algunas de esas fantasiosas inversiones y experimentos filantrópicos.

Apenas el fin de semana pasado, el multimillonario ruso Mijaíl Prójorov llevó a cabo un importante remozamiento de los Nets de Brooklyn, equipo que compró hace cinco años y que ha batallado tanto fuera como adentro de la cancha. Se dice que la temporada pasada perdió 144 millones de dólares.

Por supuesto, ha habido historias de éxito. Jeff Bezos, el fundador de Amazon, compró The Washington Post, que hasta ahora ha tenido éxito bajo su mando y él parece ser un inversionista a largo plazo en el negocio.

Empero, otros están aprendiendo sobre la marcha. El director general de Facebook, Mark Zuckerberg, recientemente se comprometió a desprenderse de su fortuna de más de 40,000 millones de dólares, pero prácticamente derrochó una inversión inicial de 100 millones de dólares en el sistema de escuelas públicas de Newark.

Dov Seidman, fundador de LRN, empresa que asesora a las compañías sobre su cultura y la forma de traducirlas para alcanzar mejores desempeños, afirma que ganar cantidades ingentes de dinero puede darles a los millonarios una falsa sensación de omnisciencia.

A veces, con una serie de conocimientos podemos crear riqueza y valor rápidamente en un dominio, pero por muy talentosos y dotados que seamos, eso nos puede dar la idea de que podríamos aplicarlos a cualquier dominio”, indicó Seidman.

Esto no es para restarle méritos a ninguno de los filántropos de mayor éxito, como Bill Gates, fundador de Microsoft y que ha pasado años dedicado a aprender todo acerca de la polio y la malaria, por ejemplo, y trabajando para erradicarlas. (Aunque, a decir verdad, en ese camino también ha gastado mucho dinero en proyectos que finalmente no resultaron.)

Empero, así como se crean más multimillonarios en medio de un feroz debate sobre la desigualdad y los súper ricos siguen comprando bienes de prestigio y tratan de influir en las políticas públicas, también se ha producido una reacción en contra y algunos se cuestionan si no estarán acumulando demasiada influencia.

Los mega ricos cada vez más usan a sus fundaciones y su celebridad como filántropos para moldear políticas públicas en un grado que no les es posible a otros ciudadanos”, observó en The Guardian Joanne Barkan, que desde hace mucho tiempo ha criticado ese tipo de filantropía.

Eso podría ser verdad en el caso del dinero nuevo que viene de Silicon Valley, que ha creado una generación de empresarios jóvenes e idealistas que quieren involucrarse en la transformación de empresas e instituciones desde muy temprana edad. Según Forbes, hay unos 40 hombres y mujeres de menos de 40 años con una fortuna de por lo menos 500 millones de dólares.

Muchos jóvenes no quieren esperar su turno al volante”, asegura Seidman, refiriéndose a los ejecutivos exitosos que usualmente esperaban a jubilarse para usar sus talentos en otros proyectos. Y agrega: “Su intención va a ser revelada. ¿Están comprometidos profundamente? ¿Cómo van a actuar cuando el camino no sea lineal?”

Y rezar para que venga un benefactor acaudalado a rescatar una empresa también es un modelo de negocios fallido. John Henry, el multimillonario dueño de los Medias Rojas de Boston, compró The Boston Globe a The New York Times Company en 2013. Él ha invertido en The Globe, aunque sigue batallando en el complicado negocio del periodismo. El año pasado, una nueva ronda de despidos sacudió a la sala de redacción. Por supuesto, Henry puede darse el lujo de correr riesgos con un negocio en declinación que requiere un cambio profundo.

En el caso de Hughes y The New Republic, quizá fue eso lo que sucedió. Él parecía tener buenas intenciones. Hablaba de revivir la publicación y restablecer sus glorias y, por supuesto, incluso quería hacerla rentable. Él trató de rehacer la revista para la era digital. Pero en ese proceso buena parte del personal abandonó la publicación y hoy en día, el negocio vale menos que cuando él empezó.

Compré esta compañía hace casi cuatro años para garantizar su sobrevivencia y darle el margen financiero necesario para experimentar con otros modelos de negocio en estos tiempos de cambios tan profundos en los medios de comunicación”, escribió. “Después de haber invertido una buena cantidad de tiempo, de energía y más de veinte millones de dólares, he llegado a la conclusión de que es tiempo de que The New Republic tenga una nueva directiva que le dé otra visión.”

Margo Howard, ex columnista asesora, comentó en Twitter: “Vaya, el niño rico compró un juguete, lo descompuso y ahora quiere venderlo.”

*bb

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