David Páramo

Análisis superior

David Páramo

23 Feb, 2016

Poder al consumidor

Cuando la administración de Enrique Peña Nieto lanzó el más ambicioso paquete de reformas económicas de la historia sin que mediaría una crisis, una y otra vez se repitió que el corazón eran los consumidores.

Así, por ejemplo, las reformas a las leyes de competencia y telecomunicaciones modificaron el foco radicalmente, puesto que antes se consideraban las industrias relevantes o la situación propia de las empresas. Ahora se privilegia el interés del consumidor y si las compañías no pueden ajustarse, pues mala tarde para ellos.

Lo mismo sucedió con la Reforma Bancaria, en la que se dejó de tener un foco en las instituciones de crédito y su regulación, ahora el foco es generar incentivos claros para que los usuarios de la banca tengan mejores condiciones, lo que ha permitido que las tasas de interés se ubiquen en el menor nivel de una historia que se remonta a hace prácticamente dos siglos.

El ejemplo más claro es la subrogación de créditos, que se convierte en una barrera de competencia a que las instituciones financieras subieran sus tasas a la par de la decisión de política económica del Banco de México, que aumentó la tasa de referencia medio punto porcentual.

A pesar del paupérrimo trabajo que han realizado los nuevos entrantes en el sector de la telefonía móvil, destacadamente AT&T, los cambios regulatorios han permitido disminuir los costos y se han generado estímulos para que no se den aumentos en los precios generales.

APERTURA

El actual gobierno ha comprendido uno de los grandes valores que tuvo la apertura económica de la década de los noventa con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

El modelo de economía cerrada de los populistas sólo generaba distorsiones en el mercado, enriquecimiento indebido de algunos empresarios que no tenían incentivos para ser más eficientes y problemas gravísimos como la inflación.

La apertura económica permite que cuando un grupo de productores busca subir el precio, como tradicionalmente lo hacen los productores de tortilla en esta época del año, el simple anuncio de que se ampliarán cuotas de importación tiene el efecto de disminuir casi inmediatamente los precios.

Es un hecho que la apertura de la economía no termina de ser un factor comprendido por todos los sectores de la población que siguen tomando determinaciones económicas bajo criterios que tienen por lo menos dos décadas de haber desaparecido.

Por ejemplo, cada que se habla de dar quintas libertades en la aviación, es decir, permitir operaciones de cabotaje a empresas extranjeras, no faltan aquellos quienes casi llorando dicen que eso acabaría con una industria nacional y que debe ser protegida.

Por muchos que sean los trabajadores de las líneas aéreas, son más los usuarios actuales y los potenciales; así, la función del gobierno debe ser que los precios disminuyan en favor de los consumidores.

PEMEX

Como he explicado en reiteradas ocasiones en esta columna, desde el punto de vista económico, no existe ninguna razón para no cambiar radicalmente la forma de operación de Pemex.

Pasar de ser una paraestatal a una empresa productiva del Estado debe ser más que un cambio de nombre. La baja en el precio del petróleo sólo debe ser un pretexto o incentivo para que la administración de José Antonio González Anaya tome medidas de orden práctico que conviertan a Pemex en lo que debe ser: una empresa propiedad del Estado mexicano.

Ser empresa implica competir en un mercado abierto sin ninguna clase de red de protección, de ahí que el anuncio de Peña de adelantar la importación de combustibles sea una medida en dos sentidos correcta: primero, porque pone como centro a los consumidores, quienes tendrán acceso a gasolina y diesel más baratos.

En segundo término, porque genera incentivos para que Pemex opere como una empresa que tome medidas adecuadas para ser mucho más competitiva y eficiente. Una empresa en la que los errores sean pagados por los administradores y no por los contribuyentes.

Hasta antes de la Reforma Energética los errores y dispendios de Pemex eran pagados por los contribuyentes, afortunadamente esa historia se está acabando, quizá más despacio de lo deseable.

Lo curioso es que populistas como Andrés Manuel López Obrador quieren volver a un modelo que promovía la ineficiencia de Pemex, la corrupción de sus trabajadores y líderes sindicales. Todo en contra de la mayoría de los usuarios.

La caída en el precio del petróleo le ha dado a México el pretexto (la oportunidad) de hacer lo correcto con Pemex. Ya era hora.

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube