Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

4 May, 2016

Bitcoin

¿Por qué, a pesar de su aparente comodidad, las transacciones financieras en internet no son lo populares que debieran? Aunque en las redes sociales hay quienes se sienten más cómodos interactuando con otras personas por medio de una pantalla y una conexión a internet, en materia de comercio mucha gente prefiere la usanza a la antigüita, frente a frente, sin considerar las ventajas del modelo electrónico.

Al menos en mi caso, durante años me rehusé a vincular mi tarjeta de crédito o débito con cualquier sitio de ventas porque era inevitable sentir que desconocidos tendrían acceso a mi información personal. Aun cuando sé que existen esquemas de encriptación muy sofisticados, no dejaba de experimentar cierta paranoia de que “alguien” conociera mi password o el número de verificación de mi tarjeta con la intención de sustraer dinero o endilgarme compras no realizadas. Por más sencillo que parezca dar un clic, hay demasiada gente involucrada: yo mismo, la empresa vendedora, el banco emisor de mis plásticos y el proveedor del servidor de internet que debe garantizar la fiabilidad de la operación.

Las transacciones del mundo físico tienen la gracia de que la posesión de dinero en efectivo es completamente anónima. Las monedas de metal y los billetes de papel no tienen ni mi nombre ni mi dirección ni algún acceso a mis estados de cuenta. A lo mucho, tendrán mis huellas digitales, al igual que las de quienes me antecedieron en su pertenencia. Cuando le doy el billete al vendedor para adquirir una mercancía y él me da el cambio en monedas, la operación queda sólo entre él y yo: no hay un tercero involucrado que sepa lo que intercambiamos ni mucho menos que pretenda cobrar una comisión por hacerla “segura”.

Emular este mecanismo en el plano digital con todas las ventajas antes descritas es el planteamiento central de un sugerente escrito de nueve páginas titulado Bitcoin: A Peer-to-Peer Electronic Cash System, difundido en noviembre de 2008 bajo la firma de Satoshi Nakamoto, un seudónimo del que hasta el pasado lunes se desconocía la verdadera identidad.

La locución “peer to peer” (abreviada P2P) alude a un protocolo mediante el cual dos computadoras intercambian datos directamente, simbolizando un trato entre iguales. Este mecanismo se volvió famoso sobre todo gracias a Napster, el programa que facilitaba que los melómanos pusieran su acervo musical a disposición de cualquiera que quisiera copiarlo gratuitamente, desatando la ira de la industria discográfica.

Es mucho más preciso el título de la versión traducida al español por Ángel León, del sitio www.diariobitcoin.com: “un sistema de efectivo electrónico usuario a usuario”. Y es que sintetiza mejor el espíritu de la propuesta de Nakamoto, que en sus primeras líneas propone una versión web del cash, en el que los pagos realizados por medio de internet fueran enviados directamente de un cibernauta a otro sin que mediara alguna institución financiera. Un procesamiento que abatiría costos al prescindir de terceros, de manera análoga al del vendedor y el cliente que intercambian efectivo frente a frente.

Técnicamente la operación no resulta tan sencilla como en la vida real. La moneda electrónica es en realidad una cadena de firmas digitales numéricas protegidas por un sistema complejo de encriptamiento. Para “acuñarlas” se requieren máquinas con una amplia capacidad para procesar los algoritmos que requieren su elaboración, a la que coloquialmente se le conoce como “minería”; incluso pueden emplearse computadoras personales, que prácticamente tendrían que dedicar la mayor parte de sus limitados recursos a este fin.

Los poseedores de bitcoins pueden efectuar transacciones directas por medio de redes P2P (al estilo Napster), las cuales son validadas por el resto de los usuarios de esta singular divisa, cuya cotización (444 dólares por unidad, al día de ayer) no depende de la autoridad de ningún banco o casa de moneda convencional.

Más allá de si la gente termina confiando o no en esta nueva economía, lo cierto es que Satoshi Nakamoto por fin ya dio la cara: el 2 de mayo, el empresario australiano Craig Steven Wright confesó a la BBC, The Economist y la revista GQ que él es el verdadero creador del bitcoin. Una versión que, irónicamente, buena parte de la comunidad cibernética aún no le compra del todo. ¿Será que no es monedita de oro?

marco.gonsen@gimm.com.mx

 

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube