José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

6 May, 2016

Inquisidores climáticos (parte II)

La semana pasada inicié el relato de la conspiración en EU para silenciar judicialmente a quienes se atreven a dudar la verdad teológica sustentada por el ecologismo extremo, que la causa única del calentamiento global es la acción humana, desde la Revolución Industrial. Por fortuna mi amigo Herbert Grubel, de la Universidad Simon Fraser en Canadá, me envió un texto titulado ¿Los humanos causan el calentamiento global? La visión de un escéptico en el que cuestiona el dogma oficial del ecologismo y se declara orgullosamente escéptico, que es “quien busca la verdad, por vías racionales y empíricas, que no ha llegado aún a conclusiones definitivas”. Es esencial mantener este debate vivo y neutralizar a quienes pretenden imponer su verdad por la fuerza, pues el costo de las medidas acordadas para mitigar los efectos del cambio climático en la reunión de París y ratificadas en abril por 175 países, sería estratosférico e inútil, de 1 a 2 billones  de dólares anuales a partir de 2030, según el científico danés Björn Lomborg. El texto desacredita el dicho de los ecoradicales que 97% de los científicos culpa a la acción humana del calentamiento global reciente. De una encuesta entre más de 10 mil geocientíficos, respondieron menos de la tercera parte y sólo se eligieron 77 respuestas, y de éstas 75 eran afirmativas. ¿Esto es científico?

Grubel discute la teoría dominante para explicar el cambio climático en los últimos 450 mil años, que se atribuye a la interacción de fuerzas cósmicas que determinan el llamado ciclo de Milankovitch. En español llano y sintético, se trata del movimiento de la tierra alrededor del sol y de las constantes explosiones en éste.

Otros elementos que contribuyen al fenómeno son los meteoritos que caen al planeta, que causaron la extinción de los dinosaurios; erupciones volcánicas que contaminan la
atmosfera, pero tienden a bajar su temperatura al cubrir los rayos solares con una densa capa de deshechos; y fluctuaciones regulares en corrientes marítimas y aéreas, como El Niño en el Pacífico, y las análogas en distintos mares.

Se han usado complejos modelos matemáticos para predecir el cambio climático desde hace muchos años, por lo menos, desde el fracasado intento del Club de Roma y el Reporte Meadows de 1972, que predecía que la humanidad se habría extinguido ¡hace 25 años! Estos modelos sin valor predictivo, sirven sólo para aterrar incautos.

Otra vía alarmista exagerada es atribuir condiciones de clima extremo, como sequías, inundaciones, huracanes y tornados, al cambio climático. Grubel cita los trabajos de Paul Homewood, quien ha documentado que la metodología usada en la construcción de índices predictivos de eventos climáticos extremos, es compleja y manipulable. En un índice que construyó Homewood no se aprecia ningún aumento sistemático en la incidencia de sucesos de clima extremo entre 1910 y 2012. Esto es de especial importancia porque se trata de la explicación oficial de nuestro gobierno para comprometerse a metas irracionales para combatir el cambio climático.

En una conferencia reciente el orador fue Ildefonso Guajardo, secretario de Economía, le pedí que nos explicara cómo el gobierno de México, que se ha esforzado por aplicar reformas estructurales que eleven la competitividad de la economía, se comprometió a metas radicales en la emisión de CO2 que van en sentido opuesto.

Su respuesta, en la línea del gobierno para el que trabaja, fue que México ya está siendo azotado por huracanes de tamaño insólito por el cambio climático, lo que es, por lo menos, debatible. ¿Quién convenció al presidente Enrique Peña Nieto de adoptar compromisos unilaterales que de cumplirse le impondrán costos muy elevados a la economía nacional e impedirán su crecimiento?

Este debate debe seguir e impugnar el amago de acallar a los escépticos por la fuerza.

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