Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

29 Jun, 2016

Ciberpeticiones

Parafraseando un refrán, hay que tener cuidado con lo que se pide, porque puede ser concedido. Sin estar consciente de que se trataba de una consulta que la vinculaba con una acción real, la mayoría de ciudadanos británicos votó el pasado jueves por separarse de la Unión Europea, el hoy tristemente famoso Brexit.

Y ahora, vistas las desastrosas consecuencias económicas y políticas de su decisión, millones de habitantes del Reino Unido tratan de revertirla por medio de una petición pública al Parlamento, mecanismo forjado en aquella sociedad desde hace siglos y que hoy se ejerce por vía electrónica.

Al momento de escribir estas líneas, alrededor de cuatro millones de personas habían suscrito la demanda creada por el activista inglés William Oliver Healey en la página www.parliament.uk, en el sentido de que se convoque a un segundo referendo con base en la regla de que ninguna de las opciones (abandonar la UE o permanecer en ella) alcanzó un mínimo de 60% de sufragios y la votación no llegó al 75% del total de ciudadanos (aunque el índice de participación sí fue muy alto, de 72 por ciento).

Un dato curioso es que Healey en realidad es simpatizante del Brexit y postuló esa petición hace un mes, cuando parecía difícil que la opción “Leave” ganara en las urnas. Ya en su página de Facebook lamentó que su iniciativa fuera “secuestrada” por sus adversarios, que ya superaron con mucho el mínimo necesario de 100 mil adhesiones para que su solicitud amerite respuesta.  

Más allá de su intención original, Healey, simplemente, ratificó en la era cibernética una modalidad de participación ciudadana y de exigencia al gobierno que data de la Edad Media. La página web del Parlamento canadiense —que también cultiva esa práctica— ubica los primeros antecedentes en el siglo XIII, cuando los súbditos del rey Eduardo I se dirigían a él para solicitarle la reparación de algún agravio.

Otro antecedente notable es el del cartismo, movimiento de trabajadores que en el siglo XIX enarboló la Carta del Pueblo, un pliego que abogaba por el voto universal y secreto, y que formó parte de una petición formal que la Cámara de los Comunes rechazó en 1839, a pesar de estar respaldada con un millón 280 mil firmas. Un segundo intento, de 1848, logró seis millones de rúbricas, aunque sólo le fueron reconocidas como válidas dos millones (Canales, Esteban, La Inglaterra Victoriana, Editorial Akal, Madrid, 1999).

En la primera década del presente milenio se planteó la introducción de un sistema electrónico de peticiones como parte de una profunda reflexión interna en la Cámara de los Comunes, agobiada por escándalos sobre los gastos excesivos de sus integrantes, que debilitaron la confianza del público en ese cuerpo colegiado.  Las minutas de estos debates, recogidas en el informe Rebuilding the House: First Report of Session 2008-2009, destacaban la necesidad de que los políticos fueran sensibles a las preocupaciones del público, y entre otras reformas sugerían recurrir a la tecnología moderna para acercarse a sus representados.

Para ello sirvió de inspiración la página No10 Petitions Website, una plataforma civil lanzada en noviembre de 2006 que en cuatro años de existencia sumó 12 millones de rúbricas digitales, aunque, también, acarreó críticas por alojar solicitudes que más bien sonaban a broma. Este portal —cuyo nombre alude al número 10 de Downing Street, la residencia del primer ministro— nació tres meses antes de que el joven californiano Benjamin Rattray fundara Change.org, el más famoso sitio de este tipo a escala global.

Una relatoría más completa de cómo surgió el modelo oficial británico la ofrecen Richard Kelly y Sarah Priddy en el documento e-Petitions (House of Commons Library, octubre de 2015), donde consignan que el 4 de agosto de 2011 fue lanzado el sitio que contribuiría a restablecer la credibilidad de los parlamentarios, y que saturó sus servidores desde el primer día con un promedio de mil visitantes por minuto. Las exigencias de ese momento iban desde la restauración de la pena capital hasta el retiro del Reino Unido de la Unión Europea.

Ahora que la demanda popular va en sentido contrario, tanto el gobierno de David Cameron como la autoridad electoral del Reino Unido han desechado la posibilidad de una nueva consulta. Moraleja: más vale acudir a las urnas que pronunciarse desde la comodidad de un sofá.

*marco.gonsen@gimm.com.mx

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