Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

30 Jun, 2016

A hablar claro, no queda de otra; ¿no vieron lo que pasó en el Reino Unido?

Una de las causas más interesantes de lo sucedido en el Reino Unido hace una semana, es la que tiene que ver con el rechazo a los expertos. Palabras más, palabras menos, el que así opinó señaló que la gente sencilla —los que votaron a favor del Leave—, no entendía sus análisis, y tampoco confiaba en los que los elaboraron.

Detengámonos ahí, en eso de que no entendieron los análisis elaborados y difundidos en relación con la salida de la Unión Europea, y en que no confiaron en los elaboradores de aquéllos.

Es cierto, en toda sociedad, las personas que poseen conocimientos especializados en economía, necesarios para entender las consecuencias negativas de dejar la Unión Europea, constituyen una minoría. De ahí que sea razonablemente cierta la primera afirmación, que señala que los análisis de los especialistas, no fueron entendidos y aceptados por los que votaron a favor del Brexit.

La otra, desconfiar de los especialistas —expertos les llamamos en México—, pienso que se debe a otras causas, más que a la falta de conocimientos en materia económica de la gente sencilla.

Mi opinión al respecto, es que no los pueden ver, por razones que van de la soberbia de casi todos ellos, pasando por su alejamiento y desprecio de las necesidades y ambiciones legítimas del ciudadano de a pie, para llegar a lo que quizás constituya la mayor de las barreras: la utilización de un lenguaje exageradamente rebuscado y plagado de tecnicismos que, más que propio de especialistas, es de personas que, al utilizarlo, le dicen al oyente: ¡Mira! Yo sí sé economía mientras que tú, eres un ignorante.

Ante esto que seguramente ha vivido usted cuando un alto funcionario de la Secretaría de Hacienda o del Banco de México pretende explicar a los mexicanos por qué han decidido esto o lo otro y usted, desde su ignorancia de ese lenguaje casi litúrgico, propio de los iniciados pertenecientes a una cofradía secreta, se queda en babia.

¿Acaso no hay una forma clara de explicar, ésas y otras decisiones de política fiscal y monetaria? ¿Por qué tienen que ser dichas en forma tal, que únicamente un puñado de mexicanos las entiendan? ¿Acaso así debe ser la forma de transmitir, esas buenas o malas nuevas?

En México, quizás desde la llegada al sector público de un ejército de doctores en economía —graduados en las mejores universidades de Estados Unidos y de algún otro país—, sus integrantes empezaron a utilizar una jerga falsamente técnica pero verdaderamente mamona y, a partir de ahí, la comunicación con los mexicanos se volvió ininteligible.

Hoy, todo es cantidades reales, holgura del mercado laboral, crecimiento por debajo del potencial, déficit primario, requerimientos financieros del sector público y decenas de conceptos los cuales, aun cuando correctos, poco o nada efectivos para comunicar.

¿Les servirá a nuestros altos funcionarios lo que les sucedió en el Reino Unido a los expertos? ¿Mejorarán su forma de comunicar o, desde la soberbia casi infinita de más de uno, se reirán de lo que aquí he expuesto, y seguirán como a la fecha?

¿Usted qué piensa? ¿Cambiarán su lenguaje? ¿Verdad que no? Ni modo; todos a estudiar economía.

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