José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

1 Jul, 2016

“Dime por quién votas…”

El título de mi columna de hoy intenta parafrasear el acertado refrán popular “dime con quién andas y te diré quién eres”, lo que viene a cuento por el tan comentado voto en el Reino Unido (RU) para salir de la Unión Europea (UE), el infame Brexit, pues es necesario indagar a los que promovieron la salida.

Esta reflexión surgió de una conversación en días pasados con colegas economistas de la Universidad de Chicago que aplauden el Brexit como un acto soberano de defensa de la libertad individual y económica de los británicos ante la ciega y sorda dictadura socializante de la élite burocrática de Bruselas.

Ese fue el mensaje, mendaz y exagerado, que crearon los líderes en favor del Brexit y que vendieron a un segmento de la población de notable ignorancia, que cree que los inmigrantes cuestan en servicios públicos mucho más de lo que aportan a la economía cuando es exactamente al revés.

¿Quiénes son los dirigentes en favor del Brexit? Una colección de individuos con cuestionadas personalidades y agendas extremas:

Nigel Farage, líder de UKIP –Partido por la Independencia del RU–, se ubica en la extrema derecha fascista, xenofóbica y racista.

Michael Gove, ultraneoconservador ministro de Justicia en el gobierno del todavía primer ministro David Cameron. Paradójicamente, Gove nació en Escocia, que votó en favor de permanecer en la UE y cuya primer ministro, Nicola Sturgeon, ya anunció que convocará a un nuevo referéndum para abandonar el RU y solicitar ingreso a la UE. Gove apoyó con entusiasmo la guerra en Irak.

Boris Johnson, de la más decantada élite –Eton, Oxford–, embozado de populista hoy, fue alcalde de Londres por ocho años. Antes, periodista en Bruselas, donde se engendró su escepticismo respecto de la UE. Su desaliñada mata de pelo rubio y sus declaraciones altisonantes lo hacen aparecer como la calca inglesa de Trump.

Estos señores y sus aliados le mintieron descaradamente a un electorado británico temeroso de los cambios traídos por el avance tecnológico y la globalización, exagerando de manera fantástica los beneficios del Brexit y descartando los enormes costos para el RU: devaluación de la libra, caída en las bolsas de valores, una inminente y aguda recesión y el fin de Londres como centro financiero mundial.

Sin duda, el principal responsable es Cameron, quien durante años tergiversó la relación UE-RU, exagerando sus costos y soslayando sus beneficios, sólo para contemporizar con el ala más reaccionaria y eurofóbica de su partido, prometiéndoles un referéndum que era innecesario convocar y que perdió.

Hoy, el RU está inmerso en un caos político sin precedente, con un primer ministro obsoleto, destruido, y nadie en el horizonte que se perfile como líder del fracturado Partido Conservador. El opositor Partido Laborista está en el umbral del golpe de Estado al renunciar 75% de su liderazgo en rechazo a Jeremy Corbyn, un comunista incapaz de ganar la elección general, en caso que hubiera una pronto.

Mientras tanto, el número de firmas que demandan un nuevo referéndum supera ya los 4 millones y muchos que votaron por el Brexit ahora se dan cuenta que fueron engañados. Además, se empieza a especular que el referéndum no constituye un mandato popular en un país con sistema parlamentario bicameral.

¿Qué lección sacamos en Norteamérica, donde Donald Trump amenaza con denunciar nuestro TLC si Canadá y México rechazan renegociarlo en sus términos? Que debemos salir del letargo y montar una urgente e intensa campaña para neutralizar las falacias del demagogo, informando a los votantes de EU de los grandes beneficios derivados de nuestra unión productiva y comercial.

Es necesario hacerles ver que, como en el caso del Brexit, es indispensable votar contra quienes los conducirán al despeñadero.

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