David Páramo

Análisis superior

David Páramo

26 Jul, 2016

Salvadores del pueblo

Las críticas tan infundadas como irresponsables que hizo el Coneval sobre la nueva metodología del Inegi para medir el ingreso de los mexicanos se han convertido en un obstáculo más para lo verdaderamente importante, disminuir la pobreza en el país.

El que el Coneval haya intentado descalificar al trabajo del Inegi acusándolo de falsear la verdad para “ayudar” al gobierno abrió una puerta hacia el descrédito que no sólo daña al objeto de sus críticas sino al Estado mexicano, incluido quienes profirieron los infundios.

Los partidos políticos ya se montaron en el tema exigiendo comparecencias que no tienen como objetivo combatir la pobreza sino tratar de obtener alguna clase de rentabilidad política.

Hay hordas que lamentan la medición porque hay menos pobres, como si un padre se ofendiera porque su hijo tiene menor calentura. La nueva medición del Inegi, por ponerlo de una manera sencilla, es un mejor termómetro que el anterior.

El tema no es el resultado que haya arrojado o si es comparable o no, sino determinar si este estudio cumple o no con dar una visión más clara del ingreso de las familias mexicanas.

No debe ser –como recomienda el CCE– una discusión política sino de carácter técnico. Esta medición es más precisa que la anterior y si alguien no lo cree no debe hacer descalificaciones que pretenden ser de carácter moral o de interés político.

MISERABLES

Pareciera que hay quienes obtienen ganancias de cualquier índole generando la impresión de que la pobreza es mayor a la realidad, como lo demuestra la nueva forma de medir el ingreso de las familias.

Es claro que hay personas que están buscando lucrar con la desigualdad y la pobreza en México. Estos grupos no sólo hacen creer que la economía mexicana se encuentra al borde de una crisis social, de un estallido, porque eso les permite exigir un cambio de rumbo, un golpe de timón.

Estos grupos pretenden convertir a los empresarios en enemigos del pueblo. Buscan presentarlos como si fueran ellos los responsables de la desigualdad y que, por lo tanto, se debe acabar con ellos.

Estas posiciones, totalmente equivocadas, parten de un análisis mínimo al establecer todo en una brecha de ricos y pobres. El decir que los pobres son pueblo y los ricos un ente, plantean que para acabar con la pobreza hay que quitarle el dinero a los ricos.

Si eso no fuera una rotunda estupidez ese modelo ya habría funcionado, aun cuando fuera brevemente, en cualquier momento de la historia mundial.

Hay quienes creen en el gobierno benefactor que reparte la riqueza como si el gobernante en turno tuviera la facultad divina de generar riqueza cuando el trabajo del gobierno es generar condiciones para que las empresas puedan cumplir su función de ser ellos quienes promuevan el bienestar.

Los empresarios son quienes, haciendo su trabajo, generan empleos; los empleos permiten a los jefes de familia tener acceso a satisfactores y abandonar los niveles de pobreza… y así se genera un círculo virtuoso en la economía.

Los populistas, quienes se solazan en la pobreza, creen que dañando a los empresarios lograrán cumplir sus metas.

VENEZUELA

Los gobiernos populistas, primero de Hugo Chávez y luego de Nicolás Maduro, en Venezuela, se han caracterizado por una guerra frontal en contra de las empresas privadas. Un día sí y otro también luchan en contra de personas e instituciones que arriesgan su capital para llevar benefactores a la población.

El resultado no podría ser más escandaloso. Las empresas locales han tenido que cerrar o llevar sus operaciones a países como Colombia, México o Estados Unidos donde generan empleos para ciudadanos de otras naciones.

Las firmas internacionales enfocan sus baterías hacia otros mercados. Venezuela está sumida en un inflación superior a 700%, tiene un desplome de más de 10% de su PIB y hay escases de productos básicos, como son papel de baño y gasas en los hospitales.

Cuando alguien le diga que la desigualdad se corrige acabando con los empresarios (a quienes tratan de insultar llamando los de arriba, la mafia del poder o cualquier otro epíteto similar) sólo piense en Venezuela, donde se creyó en esta mentira.

Más allá, piense en aquellas naciones donde la iniciativa privada cumple cabalmente con su misión, o cómo la desigualdad va disminuyendo.

Parece una obviedad, pero es necesario tenerlo claro: la pobreza se combate generando más riqueza.

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