Víctor Beltri

Víctor Beltri

25 Ago, 2016

Plagios e instituciones

El uso intensivo de la tecnología permite que, labores que anteriormente implicaban un gran esfuerzo, hoy puedan ser realizadas en un instante. En la actualidad sería impensable realizar, de forma manual, lo que antes se hacía así por necesidad: desde la planeación y ejecución de un proyecto hasta el manejo de la nómina de una empresa pequeña; la utilización de herramientas tecnológicas ha permitido no sólo que se alcance un mayor grado de eficiencia, sino adecuarse a los estándares internacionales de trabajo y calidad.

Es el caso de las herramientas para detectar plagios en textos, tan en boga en los últimos días. Su funcionamiento es extremadamente sencillo: buscar un texto determinado en una base de datos es una de las funciones más comunes en cualquier tipo de aplicación. Google es eso, sin más: el software antiplagios lo único que hace es incorporar una base de datos más amplia y generar reportes que incorporan funciones semánticas para detectar similitudes razonables.

Los reportes son asombrosos, para quienes tuvimos que preparar o revisar trabajos académicos antes de la llegada de estas herramientas. En lo personal, tuve mi primer encuentro con esta tecnología en 2005, cuando preparaba la tesis para sustentar un grado académico en una universidad del norte de Europa: lo que en un principio era un rumor sobre la existencia del software, que se confirmó al momento de plantear los requisitos de la tesis, terminó en un análisis que indica con precisión no sólo las porciones del texto que son idénticas a las de otra obra, sino incluso si arroja un parecido demasiado sospechoso y que puede tratarse de un parafraseo.

No me avergüenzo de reconocer el alivio tras el dictamen aprobatorio. El plagio no consiste tan sólo en las similitudes entre textos, sino que tiene diferentes grados y, según expone (y aquí inserto la ficha en formato APA, para evitar controversias) Curtis Newbold. (2014). Did I Plagiarize. 2016, de The Visual Communication Guy. Sitio web: http://thevisualcommunicationguy.com/wp-content/uploads/2014/09/Infograp... existe una serie de preguntas consecutivas que deben responderse —de forma afirmativa— para estar seguros de que no hubo plagio, más allá de la mera apreciación personal.

Las preguntas son las siguientes, en orden: ¿Estás seguro de que tus ideas son propias, o que son de un conocimiento tan obviamente común (como el hecho de que la Tierra es redonda) como para que no necesites citar ninguna fuente? ¿Has dado crédito a todos los autores originales para cada texto que hayas citado de forma directa? ¿Has dado crédito a todos los autores originales por cualquier idea que hayas resumido o parafraseado, incluso si has cambiado las palabras por completo? ¿Diste crédito a todos los artistas originales por cualquier imagen o gráfico que hayas utilizado o al que te hayas referido? ¿Estás seguro de que no has distorsionado, o malinterpretado, el sentido utilizado por el autor o artista cuando los citaste? ¿Estás seguro de que la organización y estilo de tu trabajo es de tu propia creación, y de que no imitaste el estilo o disposición de alguien más? ¿Has utilizado un método adecuado y reconocido de citación, o has incluido la información suficiente para que un lector cualquiera pudiera localizar el trabajo original por sí mismo?

Así, sean éstas u otras preguntas, las universidades de prestigio cuentan con sus propias metodologías para asegurarse de la calidad en sus trabajos: los resultados de los egresados son el mejor brochure de ventas. El mundo ha cambiado, sin duda, y sería un error juzgar a una institución —cualquier institución, porque seguramente vendrán más escándalos similares— por un hecho pasado, con los criterios actuales: en el pasado, simplemente, no existía la tecnología de detección con la que hoy cuentan —y utilizan con los más altos parámetros— nuestras universidades más serias, cuyos egresados son reconocidos en el mundo entero. Como los de la Universidad Panamericana.

La democracia moderna implica transparencia, y el camino hacia ella puede ser doloroso, pero no por ello menos necesario. No debe confundirse, sin embargo, con una cacería de brujas en la que terminaría por perder no sólo una institución, sino el sistema educativo entero. La tecnología debe de ponerse al servicio de la democracia y ser utilizada de manera creativa —innovación en la democracia— para tener sociedades más honestas y en los que la rendición de cuentas no sea, tan sólo, un concepto plagiado y que no se comprende.

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube